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Esperanza en medio del desánimo

Todos perdemos la esperanza de vez en cuando, especialmente cuando las cosas no salen bien. Naturalmente, nos cansamos más cuando nadamos contra la corriente y lidiamos con oposiciones. Es mucho mejor cuando alguien que amamos camina con nosotros en esos momentos difíciles y nos dice: ¡tú...

Todos perdemos la esperanza de vez en cuando, especialmente cuando las cosas no salen bien. Naturalmente, nos cansamos más cuando nadamos contra la corriente y lidiamos con oposiciones.

Es mucho mejor cuando alguien que amamos camina con nosotros en esos momentos difíciles y nos dice: ¡tú me importas a mí…! Ayuda mucho saber que no estamos solos en la vida.

En cierta ocasión Jesús dijo a Simón: pero yo he rogado por ti, que tu fe no falte… (Lucas 22:32). Es un consuelo saber que Jesús ora para que mantengamos nuestra fe, a pesar del pecado que nos ha llevado a los problemas que podemos estar viviendo.
La fe no es solo una cuestión individual, ella encierra también nuestra relación con Dios. Y Dios quiere que nuestra relación crezca.

Cuando tenemos que caminar sobre un puente que se tambalea y abajo tenemos un abismo, es mejor fijar los ojos en algo inmóvil que este al final, del otro lado. Mirar hacia atrás o hacia abajo implica un riesgo mortal para nuestra vida espiritual. El miedo se apodera de nosotros, perdemos el equilibrio y nos caemos.

Ante los abismos y peligros de la vida, Dios nos dice que miremos fijamente a Jesús y prosigamos. Él, que intercede por nosotros, nos llenará de valor y esperanza y hará que triunfe nuestra fe.

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