Bolivia: Ingresos laborales fluctúan con los ciclos del PIB
Un reciente análisis realizado por la Directora Ejecutiva e Investigadora Senior del Instituto de Estudios Avanzados en Desarrollo (INESAD), Beatriz Muriel, encuentra que los ingresos laborales “han sido afectados por los ciclos económicos” en Bolivia, por lo que “frente a un periodo de...



Un reciente análisis realizado por la Directora Ejecutiva e Investigadora Senior del Instituto de Estudios Avanzados en Desarrollo (INESAD), Beatriz Muriel, encuentra que los ingresos laborales “han sido afectados por los ciclos económicos” en Bolivia, por lo que “frente a un periodo de bajo crecimiento, como el pronosticado para 2019-2020, se esperaría también un bajo desempeño”.
El trabajo de Muriel analiza la trayectoria del ingreso laboral real en Bolivia (a precios de 2007, según el último año base del Índice de Precios al Consumidor), considerando tanto el promedio agregado de toda la población ocupada, como las medidas correspondientes a los trabajadores que reciben salarios y a los que son independientes.
El hallazgo de que el comportamiento de los ingresos laborales en Bolivia suele seguir las mismas tendencias que la economía, ayuda a explicar también por qué la pobreza no se ha reducido en los últimos años: y es que los ingresos laborales representan alrededor del 90% de los ingresos del hogar (mismos que son utilizados para medir la pobreza monetaria).
PIB e ingresos, una tendencia
Según los cálculos de la directora e investigadora del INESAD, entre los años 2000 y 2004 el crecimiento del PIB a nivel agregado fue bajo: 2,8% promedio anual. Ello coincidió con un “estancamiento de los ingresos de los trabajadores”.
En el periodo de expansión, entre los años 2005 y 2014, la tasa agregada de crecimiento del PIB aumenta al 5,1% en promedio. En el mismo periodo, los ingresos laborales reales también aumentan a un ritmo de 3,6% promedio anual.
Durante los años de desaceleración (2015-2018), el crecimiento del PIB cae a 4,2%. Los ingresos, por su parte, bajan a una tasa de -2,6%, e “incluso llega al -3,4% anual en 2014-2018”.
La experta explica que este comportamiento “muestra que los ingresos siguen, en alguna medida, el desempeño de la economía”, y se observa una “prociclicidad algo mayor para el caso de los trabajadores no asalariados, principalmente desde 2004”.
Estos hallazgos coinciden con lo que la misma Muriel había desarrollado en un documento de trabajo de INESAD publicado el año 2015 junto con el economista Horacio Vera.
En dicho estudio, titulado “Ciclos versus tendencias: los efectos económicos del crecimiento en los ingresos en Bolivia”, Muriel y Vera estiman un modelo econométrico para el caso de Bolivia aproximando los ciclos económicos con los componentes cíclicos de los precios agregados y del PIB.
Los cálculos del modelo reflejaron que el incremento del 1% en los precios de corto plazo aumenta los ingresos en 0,5%, y el incremento del 1% en la producción de corto plazo en 0,52%. “Con todo, el crecimiento del 1% del PIB tendencial, o de largo plazo, también sube los ingresos laborales en un 0,4%”, explica.
En este sentido, tanto el modelo econométrico como los cálculos basados en las tendencias del PIB y de los salarios en diferentes periodos económicos muestran que estos últimos tiene un comportamiento procíclico, es decir, tienden a seguir el comportamiento de la economía: cuando el PIB crece, los salarios crecen, y cuando el PIB cae, los salarios también.
¿Procíclico, contracíclico?
En la literatura económica, se suele usar la denominación de “procíclico” a las políticas o comportamientos que siguen los pasos o refuerzan los ciclos. En un contexto de crecimiento del PIB, una política es procíclica cuando se adapta a ese crecimiento y/o cuando refuerzan el mismo ciclo.
Al contrario, las contracíclicas buscan revertir los ciclos: si la economía se enfría, las políticas contracíclicas buscan reactivarla con distintas medidas, como el aumento de la inversión pública, mayor emisión monetaria, etc. O si hay una tendencia inflacionaria, éstas reducen la masa monetaria en poder del público, reducen el gasto, etc.
Para el caso de la investigación de Muriel, la investigadora explica que los ingresos laborales –que agregan tanto los salarios de los empleados y obreros como los ingresos de los trabajadores independientes– pueden tener un desempeño procíclico, acíclico o contracíclico con relación al desempeño de la economía.
“La prociclicidad se da en los casos donde el aumento de la producción –en un escenario de bonanza– promueve un mayor requerimiento de mano de obra, y, desde aquí, las remuneraciones se vuelven más atractivas”, puntualiza.
Aún más, en el caso de los autoempleados, el auge económico “favorece el consumo de su producción y/o ventas (por ejemplo, ventas de ropa comida) e inclusive puede estar asociado con precios más altos (por ejemplo, los lavadores de oro venden los gramos encontrados al doble o triple). En contraposición, en los periodos de desaceleración o recesión, la producción y el consumo caen y los ingresos laborales se reducen”.
En otros casos, los ingresos pueden ser acíclicos. Es decir, no están asociados con los periodos de bonanza o recesión económica.
“Este puede ser el caso donde, bajo la existencia de sindicatos, las negociaciones obrero-patronales determinan los niveles salariales para un mediano y largo plazo, o donde éstos son determinados por el Estado (como en una economía planificada). Sin embargo, éstos pueden ser también contracíclicos cuando los salarios nominales se ajustan lentamente frente a caídas en los precios agregados (contextos de deflación)”, explica Muriel.
Bajo este marco, la trayectoria de los ingresos laborales en Bolivia analizada por la experta muestra que éstos han sido afectados por los ciclos económicos de bonanza y desaceleración.