Experta: Progresismos hicieron pacto con el gran capital
“Si al principio el éxito de los progresismos venía asociado a la reducción de la pobreza, hacia el final del ciclo, encontramos gobiernos más interpelados por las luchas socioambientales. Son gobiernos que, al calor del Consenso de los Commodities, hicieron el pacto con el gran capital. Si...



“Si al principio el éxito de los progresismos venía asociado a la reducción de la pobreza, hacia el final del ciclo, encontramos gobiernos más interpelados por las luchas socioambientales. Son gobiernos que, al calor del Consenso de los Commodities, hicieron el pacto con el gran capital. Si al inicio fueron considerados gobiernos de izquierda y levantaron fuertes expectativas políticas, al final del ciclo fueron caracterizados como modelos de dominación más tradicional, como populismos”.
Así es como la socióloga, investigadora principal del CONICET y profesora de la Universidad Nacional de La Plata, Maristella Svampa, interpreta las fases que atravesaron los gobiernos progresistas de la región.
Es importante aclarar que Svampa tiene una lectura de los populismos muy distinta de la que tiene la derecha mediática y política.
“Yo considero que los populismos son un fenómeno complejo, contradictorio, que tiene elementos positivos, elementos democráticos que implican la incorporación de grandes mayorías excluidas, un lenguaje de derechos, pero que por otro lado tiene elementos autoritarios, muy ligados a la concentración de poder en los líderes. Otra de sus ambivalencias es que la incorporación de masas excluidas tiene como contracara el pacto con el gran capital”, explica.
En ese sentido, la experta considera que la construcción de una “gobernanza populista” se da por la vía de una negociación entre el lugar que ocupan los sectores subalternos y el lugar que ocupa el gran capital.
“Los progresismos fueron selectivos en esto, porque efectivamente desarrollaron una retórica democrática en relación a los derechos de las grandes mayorías, pusieron el acento en una política social muy ligada a los planes sociales, pero al mismo tiempo, insisto, hicieron el pacto con el gran capital extractivo y, en algunos países, como Brasil, también financiero”, agrega.
El problema de negar esto, de no querer verlo, constituyó “uno de los grandes problemas para construir una izquierda plural. Porque yo creo que los populismos progresistas tienen elementos de izquierda, pero esos elementos fueron neutralizados en el marco de estas alianzas con el gran capital”.
Fases del progresismo en Latinoamérica
La investigadora argentina identifica la primera fase como un momento de “positividad”, porque fue un momento de rentabilidad extraordinaria: el boom de los commodities, cuyos excedentes fueron canalizados en gran parte para políticas sociales y programas para una mayor inclusión a través del consumo. Hubo una reducción de la pobreza importante en América Latina, pero que “no solo se vio en países con gobiernos progresistas sino con gobiernos conservadores y liberales”.
Una segunda etapa es situada entre 2008 y 2013, “que es de mucha conflictividad, ya se visibilizan los conflictos socioambientales emblemáticos en América Latina, que hacen que los gobiernos progresistas sean interpelados y reaccionen de manera muy virulenta contra las resistencias socioambientales”.
Ejemplos de ello es lo sucedido en Brasil con Belo Monte, en Argentina con Famatina en 2012 y en Bolivia con el Tipnis en 2011. “Las reacciones fueron las mismas: deslegitimar las luchas socioambientales, asociándolas con ONG o intereses foráneos. Ese es el discurso de Álvaro García Linera en Bolivia. Es una época en la cual se multiplicaron los proyectos extractivos: mayor cantidad de mega-represas, la expansión de la frontera extractiva”, explica Svampa.
En 2013, con la caída del precio de las materias primas, “ya se advierte un impacto en las economías latinoamericanas, algo ligado también a que, en América Latina, a partir del 2007, se da el ingreso de China. La demanda de materias primas por parte de China produce un efecto de reprimarización”, o lo que se llama desindustrialización temprana.
“Y los gobiernos latinoamericanos, en vez de repensar los modelos de desarrollo, continuaron obturando la discusión y multiplicando aún más los proyectos extractivos para obtener los mismos beneficios que durante el boom de los commodities”, advierte la experta.
División y debilitamiento de las izquierdas
Svampa observa que, durante el ciclo progresista, se abrió una brecha en las izquierdas latinoamericanas: “entre una izquierda populista cuya bandera es sobre todo el antiimperialismo, que apoyó de manera incondicional a los gobiernos progresistas, y una izquierda más plural, en donde estaba desde el trotskismo con su vocación obrerista, hasta los que nos consideramos como parte de una izquierda antisistémica, ecologista e indianista, que quedó fuera, sin posibilidad casi de diálogo”.
Hoy, considera que la izquierda progresista “efectivamente tiene varios puntos ciegos en su visión sobre el poder, en su visión sobre la relación con los líderes, en su visión selectiva de los derechos humanos”. Y también ve que el gran desafío de las izquierdas es pluralizar las agendas.
Para ello, se requiere incorporar no sólo la agenda feminista sino también la socioambiental, de manera transversal y desde una perspectiva más holística.
“Todavía hay un sector de la izquierda que tiene una visión muy productivista. Si hay una posibilidad de renovación de las izquierdas pasa por la incorporación de esos dos ejes que son centrales a la hora de diseñar un nuevo horizonte civilizatorio. Si eso no es cuestionado no podremos elaborar un diagnóstico acerca de la crisis y por ende tampoco podremos elaborar una vía o un horizonte que marque la posibilidad de construir una nueva sociedad”, sentencia.