Nueva Zelanda: más allá del PIB con su índice de bienestar
A partir del pasado jueves 30 de mayo, Nueva Zelanda dejó de medir su éxito exclusivamente a través del PIB, y adopta oficialmente su nuevo “índice de bienestar de la ciudadanía”. Simultáneamente, se presentó el nuevo “presupuesto de bienestar”, que gira en torno a los indicadores...



A partir del pasado jueves 30 de mayo, Nueva Zelanda dejó de medir su éxito exclusivamente a través del PIB, y adopta oficialmente su nuevo “índice de bienestar de la ciudadanía”. Simultáneamente, se presentó el nuevo “presupuesto de bienestar”, que gira en torno a los indicadores del índice, para atender los problemas más importantes y específicos de dicho país.
Así, el presupuesto prioriza aspectos como la pobreza general e infantil, violencia doméstica, salud mental, identidad cultural, medio ambiente, vivienda, vínculos sociales e incluso la rehabilitación de los presos maoríes. Esas son algunas de las variables medidas por el nuevo índice, que a su vez determina la asignación presupuestaria.
Nueva Zelanda se une así a los países que empezaron a medir su éxito o prosperidad de otras maneras, pero va más allá de la medición e incorpora la planificación.
El Reino Unido empezó a usar su índice de prosperidad, basado en el que creó la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE, que aglutina a países desarrollados), midiendo el bienestar societal y personal más allá de la producción, expandiendo su mirada hacia áreas como la salud, las relaciones, la educación y habilidades, además de aspectos como “a qué nos dedicamos, dónde vivimos, nuestras finanzas y el medio ambiente”, según la descripción de la Oficina de Estadísticas Nacionales.
Sin embargo, el índice británico es sólo consultivo y sus resultados no tienen repercusión en la elaboración de los presupuestos. De esta manera, Nueva Zelanda es el primer país occidental que diseña todo su presupuesto alrededor de las prioridades de bienestar e instruye a sus ministerios que diseñen políticas para mejorar las dimensiones consideradas para el bienestar.
Ya antes, desde el año 2008, el reino de Bután (en la cordillera del Himalaya) comenzó a medir el bienestar de su población a través del índice de Felicidad Nacional Bruta (FNB), cuyos indicadores, de manera similar al caso neozelandés, definen sus decisiones de política pública y su modelo de desarrollo.
El PIB está “desfasado” de la realidad
Según el FMI, el PIB neozelandés crecerá en un 2,5% este 2019 y se espera alcanzar un crecimiento de 2,9% en 2020, cifras consideradas como elevadas entre los países occidentales. Sin embargo, el país ha estado sufriendo un aumento de problemas sociales, como el desempleo o los suicidios.
En palabras del ministro de finanzas, Grant Robertson: “Claro, tenemos tasas de crecimiento del PIB que muchos otros países envidarían, pero para muchos neozelandeses el crecimiento del PIB no se ha traducido en mejores niveles de vida o mejores oportunidades. ¿Cómo podemos considerarnos exitosos si las personas sin hogar, la pobreza infantil y la desigualdad están aumentando?”.
Para Robertson, el bienestar significa “que la gente vive con un propósito, con equilibrio y con significado, y teniendo las capacidades para hacerlo. Esta brecha entre el discurso y la realidad, entre los que tienen y los que no tienen, entre las élites y el pueblo, ha sido explotada por los populistas alrededor del mundo”.
Claro que el nuevo presupuesto y el nuevo indicador han generado controversia. El opositor partido Nacional criticó la medida, afirmando que lo que la gente necesita es seguir mejorando la infraestructura y los servicios públicos.
Con todo, el presupuesto y el índice de bienestar fueron presentados por la primera ministra, Jacinda Ardern.
Por su parte, el PIB es cada vez más cuestionado como indicador idóneo de desarrollo o bienestar. Desde el ganador del Premio Nobel de Economía del año 2008, Paul Krugman, pasando por un creciente número de expertos como el economista sueco Jorge Buzaglo, y más recientemente el editor del Financial Times y autor de varios libros de temas económicos, David Pilling, consideran que el PIB no es un indicador justo ni adecuado para la realidad contemporánea.
Y es que, según explican, contabiliza como valor cosas que no son valor (como la especulación financiera y la intermediación financiera), invisibiliza cosas que sí son valor (por ejemplo, el trabajo de cuidados dentro de los hogares), es consistente con el deterioro de la calidad de vida de las personas, con las guerras, el delito y la contaminación, entre otras limitaciones.
Bolivia, Vivir Bien y la retórica ministerial
En febrero, el Ministro de Economía, Luis Arce Catacora, se definió como “un convencido de que se deben incorporar otros datos” al PIB “para hablar de crecimiento”. Ello ocurrió más de una década despúes de haberse promocionado el Vivir Bien como alternativa al desarrollo creada desde Bolivia.
Sin embargo, el concepto se ha deteriorado por no haberse operativizado en nuevos estándares de desarrollo, políticas sectoriales, prácticas ambientales, ni en nuevos indicadores alternativos.
Los investigadores Gyambo Sithey, Anne-Marie Thow y Mu Li, de la Universidad de Sídney (Australia), en un trabajo para la OMS, afirmaron que “cada vez hay más pruebas de que la actual trayectoria del desarrollo humano no es sostenible, por lo que es imperativo adoptar mediciones de progreso más inclusivas que indicadores económicos tradicionales como el PIB”.
Para el caso boliviano, no se trata de copiar los indicadores, dimensiones y prioridades de los otros países. Sino de avanzar decididamente en el Vivir Bien u otros paradigmas que definan un desarrollo enfocado en las necesidades y potencialidades de los bolivianos.