Megahidroeléctricas: obsoletas y con costos subestimados
Un reciente análisis publicado por la Fundación Solón advierte que las mega-hidroeléctricas proyectadas en Bolivia “no representan oportunidades de acceso a energía limpia para las poblaciones locales”, sino que, al contrario, pueden generar efectos negativos de largo plazo a cambio de...



Un reciente análisis publicado por la Fundación Solón advierte que las mega-hidroeléctricas proyectadas en Bolivia “no representan oportunidades de acceso a energía limpia para las poblaciones locales”, sino que, al contrario, pueden generar efectos negativos de largo plazo a cambio de magros beneficios en el corto plazo.
“Los impactos previsibles en lo social, cultural y ambiental dejan claro que las familias, las comunidades y los municipios circundantes se enfrentarán a mayores vulnerabilidades, como desplazamiento forzado, desarraigo territorial y cultural, elevados niveles de deforestación, mayor presión sobre los bienes del bosque, entre otros”, afirma la publicación.
En realidad, a decir de la Fundación Solón, estos megaproyectos “sólo son lógicos a partir del interés de otros actores”. Específicamente: las compañías constructoras “que obtendrán millonarias ganancias” por realizar las obras, “los bancos que aseguren el retorno de sus créditos sin importar la rentabilidad de los proyectos”, y las consultoras y empresas que se contraten para supervisar y realizar estos proyectos.
Costos que se duplican
Estas afirmaciones coinciden no sólo con activistas, sino con académicos que han realizado estudios en distintas partes del mundo, y que han encontrado estos mismos patrones en otras mega-obras.
Por ejemplo, según un estudio de la Universidad de Oxford del año 2013, los costos finales de las megahidroeléctricas normalmente se duplican con relación a sus presupuestos iniciales.
Por su parte, Emilio Morán y María Claudia López, investigadores de la Universidad Estatal de Michigan, recuerdan que “al sector de la construcción lo que le interesa es, precisamente, construir. Quien quiere hacer el proyecto le conviene minimizar los costos y maximizar los beneficios, pero ese escenario no necesariamente coincide con la realidad. Hay estudios que indican que los costos finales de una gran hidroeléctrica terminan siendo aproximadamente un 96% más altos de lo presupuestado”.
El proyecto de la represa Rositas parece graficar precisamente este aumento de los costos. Según su ficha ambiental de 10 de agosto de 2016, la construcción del proyecto de 600 MW de potencia instalada sería de 850 millones de dólares. Pero un año después, el Resumen Ejecutivo del Informe Final 7.3.4.1. de la consultora Eptisa, dice que costará 1.514 millones de dólares. Casi el doble.
El poderoso lobby de la construcción
“El problema en América Latina es que el lobby de la construcción de hidroeléctricas trabaja para mostrar que esta es la opción más barata dada la riqueza de la fuente y dado el cálculo que ellos hacen que no incluye todos los costos”, explican Morán y López.
Los expertos recuerdan que, durante una investigación en Brasil, preguntaron a los actores del sector de las energías renovables “¿por qué casi no hay energía de estos tipos ya que hay tanto viento y tanto sol en las áreas semiáridas del nordeste y costa del país?”. La respuesta que obtuvieron fue que el lobby hidroeléctrico es tan fuerte que no se concibe en invertir en energía solar y eólica.
“Apenas ahora se está empezando a desarrollar la energía del viento, pues el sector hidroeléctrico está debilitado: todos están en la cárcel por la corrupción que hubo en Belo Monte. Ya la energía eólica en Brasil ha conseguido crecer rápidamente y es competitiva con las pequeñas hidroeléctricas. La inversión en solar esta apenas comenzando”, afirman.
Poca sostenibilidad
Por otra parte, Morán y López enfatizan que el costo de las compensaciones sociales y ambientales “nunca está incluido o, si está incluido, está subestimado. Esos costos adicionales los asume la población y el medio ambiente”.
Además, advierten que “después de treinta o cuarenta años, esa represa va a desaparecer: ya no va a servir porque se habrá llenado de sedimentos y habrá dejado de producir energía”, lo que genera un costo que también son asumido por la población.
“Para ser justo en los cálculos, se debería incluir desde el principio cuál va a ser el costo de remover esa hidroeléctrica en el cálculo del costo de kilovatio/hora. Si se incluyeran esos costos, yo no creo que el precio de la energía hidroeléctrica sería tan favorable como parece ser”, puntualizan.
Costoso y poco rentable
Según la limitada información disponible hasta el momento, el costo de las 4 hidroeléctricas proyectadas en Bolivia suma 11.795 millones de dólares (sin tomar en cuenta sus respectivas líneas de transmisión), cifra que supera la actual deuda externa.
Asimismo, lo que se sabe es que el costo de generación de energía del Chepete sería de 55 dólares/MWh, el de El Bala de 81 dólares/MWh (Geodata). En Rositas, el costo sería de 74 dólares/MWh (Eptisa). Y en Cachuela Esperanza el costo sería de 65 dólares/MWh (Tecsult). En el mercado interno el precio mayorista al que se compra energía eléctrica, incluyendo IVA, es de 42 dólares/MWh a diciembre de 2017.
La competitividad internacional también es cuestionada por Solón, ya que “según declaración del propio Ministro de Hidrocarburos de Bolivia en octubre de 2016, el precio de compra en Brasil por generación de hidroeléctricas entre el 2005 a 2016 tiene un precio de 52 dólares/MWh”.
Por tanto, la rentabilidad de los proyectos bolivianos depende de que el precio de compra en Brasil y Argentina suba por encima de los 70 a 85 dólares/MWh. Algo difícil porque las energías alternativas empiezan a expandirse en la región con una tendencia cada vez más decreciente a nivel de costos de generación.