Innovación, productividad y calidad del empleo por lo bajo
El Ministro de Economía, Mario Guillén, afirma constantemente que el doble aguinaldo se justifica porque la empresa privada habría aumentado sus utilidades en 26% y los que hacen crecer la economía son los trabajadores. Sin embargo, la investigadora del Instituto de Estudios Avanzados en...



El Ministro de Economía, Mario Guillén, afirma constantemente que el doble aguinaldo se justifica porque la empresa privada habría aumentado sus utilidades en 26% y los que hacen crecer la economía son los trabajadores.
Sin embargo, la investigadora del Instituto de Estudios Avanzados en Desarrollo (INESAD), Beatriz Muriel, en términos comparativos nota “un rezago marcado” de la productividad del trabajo en Bolivia.
Usando datos de los Indicadores de Desarrollo del Banco Mundial, Muriel estimó que para el año 2012, la productividad laboral en Bolivia representaba apenas el 37,5% de la del resto del mundo, y el 47,3% de la productividad laboral de las economías de América Latina y el Caribe.
“Esto quiere decir que, en promedio, un trabajador en Bolivia -en un periodo dado- produce cerca de una tercera parte de (lo que produce) la población ocupada mundial y cerca de la mitad de aquella (producida por la población ocupada) de América Latina y el Caribe”.
Por tanto, pese a su esfuerzo, no parecen ser los trabajadores quienes hacen crecer la economía. Para que el trabajo sea más productivo y aporte más, se necesitan innovaciones y tecnología.
El economista boliviano y especialista en desarrollo, Iván Finot, explica que “si bien el trabajo contribuye al incremento del valor también lo hacen los bienes de capital y, sobre todo, la tecnología”.
Ya lo demostró el Premio Nobel de economía de 1987, Robert Solow. Y Finot cita estudios que concluyeron que las diferencias de ingresos entre países (incluido Bolivia) se deben “entre un 10 y un 30% a los recursos humanos -el aporte es mayor cuanto más calificados sean-, un 20% al capital físico y entre un 50 y un 70% a tecnología. La clave es la innovación pero en esto estamos en último lugar en América Latina”.
Innovación
El índice de Competitividad Global (ICG) elaborado por el Foro Económico Mundial tiene entre uno de sus pilares (pilar 12) a la innovación. Este pilar está conformado por 7 indicadores relacionados con la capacidad de innovar, la calidad de las instituciones de investigación científica, el gasto de las empresas en Investigación y Desarrollo (I&D), entre otros.
Según el reporte del ICG 2016-2017, Bolivia ocupa el puesto 121 entre 138 países. A nivel sudamericano Chile es el país mejor ubicado (puesto 33) y Venezuela el peor ubicado (puesto 130).
El investigador del INESAD, Carlos Machicado, mirando más de cerca los indicadores del IGC resalta que “en el gasto de las empresas en I&D Bolivia ocupa el puesto 134 y en colaboración en I&D entre universidades e industrias ocupa el puesto 136”.
Por otra parte, el Ranking Mundial de Innovación 2017 -elaborado por la Universidad de Cornell, el INSEAD y la Organización Mundial de Propiedad Intelectual (OMPI)- sitúa a Bolivia apenas en el puesto 106 de 127.
Para este ranking se considera diferentes aspectos de la economía y sociedad, como los ingresos, el ambiente político, y los productos de conocimiento o tecnología. Los principales impulsores del desarrollo, investigación y avances en conocimiento, ciencia y tecnología son las universidades y el sector privado, que deben invertir para mejorar su productividad y, por esa vía, también su competitividad.
Los sectores empresariales advierten que en los últimos años la inversión en tecnología, renovación tecnológica e innovación ha caído a niveles casi nulos, y se apunta al doble aguinaldo, que ha obligado a que las empresas utilicen sus ahorros para pagarlo, en vez de usarlo en este tipo de inversiones, impidiendo su desarrollo y crecimiento, debilitándolas frente a las empresas extranjeras.
El conocido economista y cientista político argentino, Aldo Ferrer, afirmaba que “la ciencia y la tecnología son los impulsores de la transformación y el crecimiento”, identificando así los sectores y factores donde los países deben orientar estratégicamente las inversiones y políticas para desarrollarse.
“Realmente queda mucho por hacer en materia de innovación en nuestro país”, lamenta el investigador Machicado, del INESAD.
Calidad del empleo
se deteriora
El investigador del Centro de Estudios de la Realidad Económica y Social (CERES) y del Observatorio Económico y Social (OES), José Luis Barroso, nota que “si bien las cifras de desempleo en el país disminuyeron en los últimos diez años, este fenómeno parece haber tenido un efecto inverso en la calidad del empleo, es decir la calidad de empleo se deterioró considerablemente”.
Barroso explica que más del 80% de la población en Bolivia actualmente se encuentra desarrollando sus actividades laborales “en condiciones realmente precarias, ya sea por no contar con contratos, no tener beneficios sociales o estar trabajando, en muchos casos, más de 15 horas diarias”, recordando otra característica del mercado de trabajo boliviano: es la misma gente la que genera su propio trabajo, el autoempleo.
Esta situación se da en parte porque, para la adopción de políticas económicas, el gobierno “dejó de lado al sector privado, que más allá de todas sus contradicciones, es quien también genera el empleo de calidad en Bolivia”.
Para revertir la situación, el experto afirma que se necesitan políticas que incentiven sólo a los sectores de trabajadores sino también a los empresarios. “Solo así se podrán generar mejores condiciones para la clase trabajadora del país, de lo contrario estaremos condenados a repetir la historia de siempre: empleo en condiciones precarias”.
Sin embargo, la investigadora del Instituto de Estudios Avanzados en Desarrollo (INESAD), Beatriz Muriel, en términos comparativos nota “un rezago marcado” de la productividad del trabajo en Bolivia.
Usando datos de los Indicadores de Desarrollo del Banco Mundial, Muriel estimó que para el año 2012, la productividad laboral en Bolivia representaba apenas el 37,5% de la del resto del mundo, y el 47,3% de la productividad laboral de las economías de América Latina y el Caribe.
“Esto quiere decir que, en promedio, un trabajador en Bolivia -en un periodo dado- produce cerca de una tercera parte de (lo que produce) la población ocupada mundial y cerca de la mitad de aquella (producida por la población ocupada) de América Latina y el Caribe”.
Por tanto, pese a su esfuerzo, no parecen ser los trabajadores quienes hacen crecer la economía. Para que el trabajo sea más productivo y aporte más, se necesitan innovaciones y tecnología.
El economista boliviano y especialista en desarrollo, Iván Finot, explica que “si bien el trabajo contribuye al incremento del valor también lo hacen los bienes de capital y, sobre todo, la tecnología”.
Ya lo demostró el Premio Nobel de economía de 1987, Robert Solow. Y Finot cita estudios que concluyeron que las diferencias de ingresos entre países (incluido Bolivia) se deben “entre un 10 y un 30% a los recursos humanos -el aporte es mayor cuanto más calificados sean-, un 20% al capital físico y entre un 50 y un 70% a tecnología. La clave es la innovación pero en esto estamos en último lugar en América Latina”.
Innovación
El índice de Competitividad Global (ICG) elaborado por el Foro Económico Mundial tiene entre uno de sus pilares (pilar 12) a la innovación. Este pilar está conformado por 7 indicadores relacionados con la capacidad de innovar, la calidad de las instituciones de investigación científica, el gasto de las empresas en Investigación y Desarrollo (I&D), entre otros.
Según el reporte del ICG 2016-2017, Bolivia ocupa el puesto 121 entre 138 países. A nivel sudamericano Chile es el país mejor ubicado (puesto 33) y Venezuela el peor ubicado (puesto 130).
El investigador del INESAD, Carlos Machicado, mirando más de cerca los indicadores del IGC resalta que “en el gasto de las empresas en I&D Bolivia ocupa el puesto 134 y en colaboración en I&D entre universidades e industrias ocupa el puesto 136”.
Por otra parte, el Ranking Mundial de Innovación 2017 -elaborado por la Universidad de Cornell, el INSEAD y la Organización Mundial de Propiedad Intelectual (OMPI)- sitúa a Bolivia apenas en el puesto 106 de 127.
Para este ranking se considera diferentes aspectos de la economía y sociedad, como los ingresos, el ambiente político, y los productos de conocimiento o tecnología. Los principales impulsores del desarrollo, investigación y avances en conocimiento, ciencia y tecnología son las universidades y el sector privado, que deben invertir para mejorar su productividad y, por esa vía, también su competitividad.
Los sectores empresariales advierten que en los últimos años la inversión en tecnología, renovación tecnológica e innovación ha caído a niveles casi nulos, y se apunta al doble aguinaldo, que ha obligado a que las empresas utilicen sus ahorros para pagarlo, en vez de usarlo en este tipo de inversiones, impidiendo su desarrollo y crecimiento, debilitándolas frente a las empresas extranjeras.
El conocido economista y cientista político argentino, Aldo Ferrer, afirmaba que “la ciencia y la tecnología son los impulsores de la transformación y el crecimiento”, identificando así los sectores y factores donde los países deben orientar estratégicamente las inversiones y políticas para desarrollarse.
“Realmente queda mucho por hacer en materia de innovación en nuestro país”, lamenta el investigador Machicado, del INESAD.
Calidad del empleo
se deteriora
El investigador del Centro de Estudios de la Realidad Económica y Social (CERES) y del Observatorio Económico y Social (OES), José Luis Barroso, nota que “si bien las cifras de desempleo en el país disminuyeron en los últimos diez años, este fenómeno parece haber tenido un efecto inverso en la calidad del empleo, es decir la calidad de empleo se deterioró considerablemente”.
Barroso explica que más del 80% de la población en Bolivia actualmente se encuentra desarrollando sus actividades laborales “en condiciones realmente precarias, ya sea por no contar con contratos, no tener beneficios sociales o estar trabajando, en muchos casos, más de 15 horas diarias”, recordando otra característica del mercado de trabajo boliviano: es la misma gente la que genera su propio trabajo, el autoempleo.
Esta situación se da en parte porque, para la adopción de políticas económicas, el gobierno “dejó de lado al sector privado, que más allá de todas sus contradicciones, es quien también genera el empleo de calidad en Bolivia”.
Para revertir la situación, el experto afirma que se necesitan políticas que incentiven sólo a los sectores de trabajadores sino también a los empresarios. “Solo así se podrán generar mejores condiciones para la clase trabajadora del país, de lo contrario estaremos condenados a repetir la historia de siempre: empleo en condiciones precarias”.