Nuevos oligopolios buscan tener el control alimentario
La investigadora del Grupo de Acción sobre Erosión, Tecnología y Concentración (Grupo ETC), Silvia Ribeiro, alerta sobre un proceso de “canibalismo corporativo” en el ámbito de las grandes empresas de semillas transgénicas y agrotóxicos a nivel mundial. Primero, en diciembre de 2015,...
La investigadora del Grupo de Acción sobre Erosión, Tecnología y Concentración (Grupo ETC), Silvia Ribeiro, alerta sobre un proceso de “canibalismo corporativo” en el ámbito de las grandes empresas de semillas transgénicas y agrotóxicos a nivel mundial.
Primero, en diciembre de 2015, DuPont (dueña de Pioneer) y Dow Chemicals, acordaron fusionarse.
Según datos presentados por el científico agrícola y analista Charles Benbrook, citado por el ambientalista puertorriqueño Carmero Ruiz Marrero, Dow tiene el 10% del mercado mundial de agrotóxicos y 4% del mercado de semillas, mientras que a través de Pioneer, Dupont posee 21% del negocio mundial de semillas comerciales y 6% del mercado global de agrotóxicos.
Ahora, la fusión de las dos más grandes (y controvertidas) empresas de semillas transgénicas y agrotóxicos, Monsanto (norteamericana) y Syngenta (europea), parece estar cerca de concretarse.
Ya en abril de 2015, Monsanto había ofrecido comprar a Syngenta por 45 mil millones de dólares, “pero la empresa europea quería más dinero”, recuerda Ruiz Marrero, aunque ante los acuerdos entre Dow y Dupont, “ambas podrían estar más dispuestas a transar”.
De consolidarse esto, “vamos hacia nuevos oligopolios que controlarán semillas, variedades, agrotóxicos, fertilizantes, maquinarias, satélites, datos informáticos y seguros”, señala por su parte Ribeiro.
Evolución de un oligopolio global
La investigadora recuerda que en 1981, el Grupo ETC (entonces llamado RAFI) denunció que “las empresas de agroquímicos estaban comprando las semilleras, y que su objetivo era desarrollar cultivos que toleraran los tóxicos de las propias empresas, para crear dependencia de los agricultores y vender más veneno, su negocio más lucrativo”.
Poca importancia se le dio a esta denuncia, hasta que en 1995 la industria a nivel mundial comenzó a plantar transgénicos.
“En ese entonces (1981) había en el mundo más de 7 mil empresas que producían semillas comerciales, la mayoría familiares, y ninguna controlaba el 1% del mercado; 34 años después, seis trasnacionales controlan 63% del mercado global de semillas y 75% del mercado global de agrotóxicos”, resalta Ribeiro.
Las 6 gigantes que controlan agrotóxicos, semillas y el 100 por ciento de los transgénicos agrícolas son Monsanto, Syngenta, DuPont, Dow, Bayer y Basf, todas originalmente fabricantes de veneno (agrotóxicos).
Así, la tendencia histórica es claramente hacia la fusión de ambos negocios (transgénicos y agrotóxicos), y hacia una creciente concentración del control de éstos, un oligopolio mundial que podría dirigirse hacia un eventual monopolio. “Como casi no quedan empresas para comprar, se dedican ahora al canibalismo”, grafica la investigadora del Grupo ETC.
Además de estas fusiones, entran en el juego también otros sectores, como las transnacionales de fertilizantes y maquinaria agrícola.
En un reciente informe del Grupo ETC (titulado Breaking Bad: Big Ag Mega Mergers in Play), se muestra que las ventas de 2013 el mercado mundial de semillas fue 39 mil millones de dólares (mmdd), el de agrotóxicos 54 mmdd, el de maquinaria agrícola 116 mmdd y el de fertilizantes 175 mmdd.
“La tendencia parece ser que los dos últimos engullirán a los otros, creando un escenario de controles oligopólicos aún más amplios”, advierte al respecto Ribeiro.
Por ejemplo, la transnacional de maquinaria John Deere tiene contratos con 5 de las 6 gigantes de transgénicos, para aumentar sus ventas a través de pólizas de seguro que condicionan a los agricultores a usar sus semillas, agrotóxicos y maquinaria.
Parte de su paquete ofertado son las tecnologías de automatización, drones, sensores y datos del clima, elementos que también están concentrados en esas empresas.
La crisis del glifosato
Según la investigadora, la insistencia de Monsanto para adquirir Syngenta se debe a que “necesita desesperadamente acceder a nuevos agrotóxicos, ya que su producto estrella, el glifosato, está en crisis”.
El glifosato inventado por Monsanto es hoy en día el agrotóxico más vendido en la historia de la agricultura. Según datos de Ribeiro, sólo por las plantaciones de maíz y soya transgénicos, su uso aumentó 20 veces en EEUU en 17 años, con cifras similares en Brasil y Argentina, y un aumento de 10 veces a nivel global.
Pero en estos 20 años de transgénicos, el uso masivo de glifosato ha generado 24 malezas resistentes, creando grandes problemas a los agricultores. En 2013, el maíz transgénico tolerante a glifosato representaba el 44% de sus ventas totales, la soya transgénica tolerante a glifosato el 11%.
A ello se suman los reportes sobre el aumento de cáncer, abortos y malformaciones neonatales en las zonas de cultivo de transgénicos en Argentina, Brasil y Paraguay. Para complicarle más la situación a Monsanto, en 2015 la Organización Mundial de la Salud declaró que el glifosato es cancerígeno en animales y probablemente en humanos.
Ante este panorama, “Monsanto busca con urgencia acceso a nuevos herbicidas para entonces desarrollar nuevos cultivos transgénicos que los puedan resistir”, dice el ambientalista puertorriqueño Carmero Ruiz Marrero.
Ribeiro concuerda plenamente: “a Monsanto le urge cambiar de agrotóxicos, cambiar de nombre por su enorme desprestigio, y si puede, cambiar de sede, para evitar impuestos”.