Del libro: RECUERDOS DE MI TIERRA de Tomás O’Connor d’Arlach
La caña
Triste y mágico instrumento
cuyo acento llega al alma
al oírlo en el silencio
de la noche solitaria,
de una de esas bellas noches
de Tarija, perfumadas
por las flores de los churquis,
los juncos y las acacias;
al fulgor de las estrellas
o bajo la luz de plata
de la luna en esas horas
de ilusión y de esperanza,
de quimeras, de recuerdos,
de amores que guarda el alma,
en esas tranquilas noches
escuchar a la distancia
la armonía dulce y triste
y fúnebre de la caña,
tan hondamente impresiona,
que nos arranca una lágrima.
Parece el eco. Doliente
de alguna alma atribulada,
o de una ilusión perdida
o de una muerta esperanza.
Parece la despedida
de una amante infortunada,
lamento de un corazón
que ¡ay! de dolor estalla.
Oyéndola en el silencio
de la noche solitaria,
al soldado tarijeño
le impresiona esa tonada
a tal punto que deserta
aunque se encuentre en campaña
si la llega a oír hallándose
lejos de la tierra amada.
Parece que al eco triste,
¡ay! tan triste de esa caña,
todos, de pena y dolor,
los corazones lloraran.
Parece que hasta los muertos
sacudieran sus mortajas
y al resplandor de la luna
sus tumbas abandonaran,
cuando cerca al cementerio,
de la alta noche la calma
con su gemido interrumpe
la melancólica caña.
¡Oh, instrumento tarijeño,
como te recuerda el alma,
y recordándote siente
que la invade la nostalgia!