Fragmento del libro: “RECUERDOS DE MI TIERRA”
LOS FUNDADORES
Año 1576
En española Capa, bien envuelto,
(exponente gallardo de su raza),
bajo la luz de plata de la luna
cruza Luis de Fuentes por la plaza.
Dos años hace a que fundó la villa
de San Bernardo de Tarixa, en nombre
de Felipe segundo; y embozado
también, se acerca al capitán un hombre:
es el hidalgo don Alonso de Avila;
la noche es tibia y apacible y grata,
y los dos españoles se pasean
de la alta luna ante el fulgor de plata.
—De San Bernardo el nombre a nuestra villa
le he puesto -dijo Fuentes- algo quedo,
sólo por cumplir la orden que me diera
el virrey don Francisco de Toledo.
—¿Y no le agrada, capitán, el nombre
que ha dado a nuestra nueva y linda villa?
—Me gusta por ser nombre de un gran santo,
más yo pensabála llamar Sevilla,
como Guadalquivir llamé a su río.
—¿No ve usted la belleza soberana
y semejanza de esta linda tierra
con la de nuestra tierra sevillana?
El mismo sol, el mismo cielo, el mismo
aroma de sus plantas y sus flores;
como Sevilla, pienso ha de ser esta,
de encanto, de placer y amores.
—Dice bien: capitán -repuso el de Ávila-
en tan vasta, magnífica llanura,
ha de alzarse en un tiempo no lejano,
una ciudad de espléndida hermosura.
—Y será una ciudad muy española
por la raza, la lengua y la belleza
de sus mujeres y su dulce clima,
—dijo Luis de Fuentes con presteza—
—En verdad—contestóle don Alonso
que llamarla debíamos Sevilla,
porque ha de ser Tarixa con el tiempo,
como aquella ciudad, la de Castilla.
La luna brilla espléndida en el cielo,
los dos hidalgos se separan; Fuentes
entra en su casa, y en la suya el de Avila.
¡Son los dos fundadores, dos videntes!
LOS CAUDILLOS
Eustaquio Méndez
Constitución atlética y robusta,
alta la frente, altiva la mirada,
negros los ojos, ancho el noble pecho,
pendiente al cinto la invencible espada;
presentase en las puertas de Tarija
ocupada por fuerzas españolas;
de San Juan en el alto y de San Roque,
tremolan ya las rojas banderolas
de sus improvisados escuadrones,
que en vez de lanza llevan un cuchillo;
y vence así y en la ciudad penetra
de San Lorenzo el inmortal caudillo.
Ramón Rojas
Muy negras las pupilas y pálido el semblante,
una amable sonrisa su mostacho impacienta,
esbelta es la figura del bravo comandante
cuando con uniforme de gran gala se ostenta.
En el sombrero lleva la pluma azul que al viento
se mece, y es su ropa de negro terciopelo,
la energía de su alma se traduce en su acento,
la frente es ancha y noble bajo el oscuro pelo.
Parece un tipo de esas venecianas pinturas,
piensa bajo el sombrero donde la pluma oscila
en enormes empresas, guerreras aventuras,
brilla como un carbunclo la muy negra pupila.
Montado en su soberbio caballo de combate,
se muestra de Tarija por las alegres calles;
¡que corazón tan grande dentro del pecho late
del inmortal y bravo caudillo de los valles!
LAS PROVINCIAS DE TARIJA
Arce y Avilés
Como dos blancas palomas
que formaron su albo nido
entre dos agrestes lomas
de un valle verde y florido,
la Concepción y Padcaya
se yerguen en este suelo,
de esmeraldas en su playa,
de zafir bajo su cielo.
Son como un cesto de rosas,
de claveles y otras flores
dó vuelan las mariposas
y los pájaros cantores.
Son tierras de los claveles
y las rojas amapolas,
de las frutas y las mieles
y almas muy españolas.
Sus hombres son tan honrados
y sus mujeres tan bellas!
Estas, flores de sus prados
son y de su cielo estrellas.
Son las dos villas, hermosas,
patriotas y meritorias,
que cuentan fechas honrosas
de sacrificios y glorias,
Tierra de los ricos vinos,
mejores que el de jerez,
tierra de grandes destinos,
cuna de Arce y de Avilés;
Dios te ha dado cuanto quieres,
suelo fértil, muchas flores,
hermosísimas mujeres
y los más ricos licores.
Siempre hermanas, siempre unidas
sigan el mismo camino
las dos provincias queridas
hacia su noble destino.
MÉNDEZ
Oh, región de San Lorenzo
tan agradable y tan bella,
con tu fértil Canasmoro
y tu encantadora Sella
en cuyos prados hay ninfas,
como en sus ríos sirenas,
que en esas noches de luna
tan puras y tan serenas,
inspiran sentidas coplas
a los tristes trovadores
que cantan sus esperanzas,
sus penas y sus amores.
Carachimavo está allí,
donde nació el denodado
Eustaquio Méndez, que fuera
el más heroico soldado,
el más bravo guerrillero
de la tarijeña tierra,
héroe de la independencia,
grande en la paz y la guerra.
Tus famosos escuadrones
al español arredraron
cuando aquí le combatieron
y en Tarija le sitiaron.
Tranquila corre la vida
en tus sitios encantados,
entre tus verdes viñedos
y entre tus rojos granados.
De aquellas lomas patrióticas
las gloriosas tradiciones
recuerdan y el heroísmo
de tus fieros escuadrones.
Tu paisaje hubiera puesto
Murillo en clásico lienzo,
tan bella y encantadora
es tu región, San Lorenzo!
O’CONNOR
Esta es la Nueva Vega de Granada
que en nombre de Castilla,
de la colonia en la época pasada,
vino a fundar Juan Pórcel de Padilla.
Pero los indomables chiriguanos
a la vega invadieron,
dieron fin con los bravos castellanos
y todo en la invasión lo destruyeron.
y la provincia se llamó Salinas,
porque en su rico suelo,
de cloruro de sodio tiene minas,
hoy lleva el nombre de mi heroico abuelo,
y la Provincia O’Connor se la llama,
y es rica y es hermosa.
¿Quien al verla una vez sola no la ama,
si es tan bella, patriota y generosa?
Su capital, ondina reclinada
de ríos a la orilla;
con razón Nueva Vega de Granada
quiso llamarla Pórcel de Padilla.
Sus tabacos, sus pastos, sus ganados,
sus ricas salitreras
y sus variadas aves, sus pescados,
sus frutas, sus riquísimas maderas;
el valor de sus hijos denodados,
que fueron en la. guerra
valientes y magníficos soldados,
y en la paz labradores de su tierra,
honrados industriales, ciudadanos
que viven trabajando,
que se aman noblemente, como hermanos,
a su Dios y a su Patria venerando;
la hace una provincia más que bella;
su porvenir hermoso
es grande. Brille siempre pura estrella
de Tarija en el cielo esplendoroso.
GRAN CHACO
Un sol abrasador vierte su rayo
sobre esa tierra de riquezas llena
que riega el caudaloso Pilcomayo.
Allí los llanos de tostada arena,
allí los prados de eternal verdura,
allí la policromía del paisaje
y los bosques que cubren la llanura
en que viven el tigre y el salvaje.
Misteriosa región que está regada
por la sangre del santo misionero;
dilatada región qué conquistada
fue de Tarija por el noble acero.
Oh, seculares bosques donde crecen
el pino, el arrayán y los nogales
y nenúfares pálidos florecen
y cantan en bandadas los zorzales
y vuelan las pintadas mariposas,
de flor en flor, y en la callada noche,
mustias se inclinan las fragantes rosas
y la gran pasacana abre su broche.
Del gran Crevaux, del mártir de la ciencia;
y de sus meritorios compañeros,
parece qué se siente la presencia
en los bosques del Chaco y los esteros;
lo mismo que de aquellos religiosos
que de Dios la palabra predicaron
y que humildes, constantes y animosos,
a los bravos salvajes amansaron.
¡Oh, el noble misionero franciscano
que en las ignotas selvas penetrara
y en beneficio del poder cristiano
tantas y tantas almas conquistara!
Allí vertió su sangre, allí cayeron
llenos de fe, constancia y gran coraje,
los pobres misioneros que murieron
víctimas de la flecha del salvaje.
Cuando el ferrocarril cruce mañana
esa de promisión tierra querida,
exuberante, grande y soberana
se alzará esa región llena de vida.
LA TARIJEÑA
Blanca la frente,
las cejas negras,
ojos brillantes
cual dos estrellas,
labios de rosa,
dientes de perlas,
flexible, airosa
como palmera;
pié de andaluza,
mano pequeña
mano que es lirio
o es azucena,
la que bendice
la que consuela
y da limosnas
y Heridas venda;
mejillas rojas,
cutis de seda,
dulces miradas
que al alma llegan,
larga y sedosa
la cabellera,
como la noche,
negra, muy negra,
corazón de ángel,
que ama, que sueña
y que consuelos
vierte do quiera;
de las mujeres
es la más bella:
esa es, señores,
la tarijeña.
PRIMER AMOR
Ya repican las campanas
de la Matriz; bello sol
ilumina el grato día
de mi más bella ilusión.
Es ardiente la mañana
de ese día encantador;
ninguna nube en el cielo
ni pena en el corazón.
En tropel bajan las gentes
a oír la misa mayor;
de la voz de las campanas
sigue escuchándose el son.
Ah, campanas de mi tierra
que alegran el corazón
con su acento tan sonoro!
Parece que hablan de amor,
de esperanzas y de ensueños
y de la bondad de Dios.
Grupos de hombres y mujeres
llegan con todo fervor
a oír la misa; en el atrio
del templo me quedo
yo un instante—cuando pasa
por junto a mí una visión
bella cual sueño de infancia
como el primer amor.
Es una joven hermosa,
que negros sus ojos son!
Adormecen sus miradas
como el opio el corazón.
Parece que la circunda
un celeste resplandor.
Son sus ojos dos estrellas
en el cielo de mi amor
y sus mejillas dos rosas
del jardín de mi ilusión.
En un cielo de turquesa
cuan radiante brilla el sol
para el que siente en el alma
nacer el primer amor.
Es el ocho de diciembre;
no olvidará el corazón
esa fecha memorable
ni aquella misa mayor,
ni aquellos ojos rasgados,
grandes como mi pasión,
negros como mi destino,
hermosos como el amor!
NOCHES DE LUNA
¡Ah, las noches de luna de mi tierra!
La atmósfera de aromas impregnada;
bogando en mar inmenso de zafiro
es la luna una góndola de plata.
En los canales de las anchas calles
como una melopea canta el agua
y perfume de flores de naranjo
se aspira por las calles y las plazas;
y grupos de señoras y de niñas
se sientan en las puertas de las casas,
(argentina costumbre que en Tarija
es a través del tiempo conservada).
A lo lejos se escucha la armonía
de una dulce y doliente serenata,
y en alas de la brisa, de la noche
llega el grato rumor de una guitarra.
Bajo la luz de plata de la luna,
en el silencio, al pié de una ventana,
se oye la voz de amor y de ternura
de un joven que conversa con su amada.
Música, amor, perfumes, armonías,
encantos, ilusiones, esperanzas,
todo flota en la atmósfera serena
a la luz de la luna triste y pálida.
El ladrido de un perro en extramuros,
el croar de las ranas en la playa,
el canto de algún gallo en la alquería
y el funeral acento de la caña;
las voces sin palabras de la noche,
la voz de los recuerdos en el alma,
los múltiples rumores que se sienten
cruzar bajo la bóveda estrellada;
todo es hermoso en esas claras noches
llenas de amor, de encanto y de esperanza;
esas noches de luna del terruño,
que ama y que nunca olvidará mi alma.
A su recuerdo, unidas hoy contemplo
las blancas horas de mi dulce infancia
y de mi juventud aquellas noches
¡ay! tan queridas cuanto más lejanas.
LA HERRERÍA
Tarde fría, densa niebla
está asentada en los cerros,
bajo un cielo gris y triste
sopla con furor el cierzo,
y en esta tarde se siente
el rigor del invierno.
Tan solo se oye el ruido
del martillo del herrero
que en la fragua trabajando
se encuentra con todo empeño
de la mañana a la noche,
en verano y en invierno.
Da el martillo contra el yunque,
brotan estrellas de fuego;
todo es calor en la fragua
y afuera es un frío intenso
La plazuela de San Juan
está en solemne silencio,
y solo se oyen los golpes
que en la fragua dan al hierro;
y solo se ven las chispas
del fogón en el incendio,
y la figura cubierta
de hollín, del activo herrero.
En la acequia que desciende
del molino como en terso
espejo, se ven los sauces
que bordean el sendero;
con el pico bajo el ala
están los patos durmiendo,
de hojas secas el camino
completamente cubierto.
En medio de tanta calma
y tan solemne silencio
se oye la voz del trabajo,
el martillo del herrero.
Yo atravieso la plazuela
acompañando a mi abuelo
que da siempre, por la tarde
a caballo este paseo.
Gozo al ver que le saludan
los transeúntes con respeto,
y que se cuadra en la fragua
y hace una venia el herrero
y, mi general—murmura
—Dios guarde al viejo guerrero,
Tin, tin, tin, sigue el ruido
del martillo contra el hierro.
Y en mi memoria de niño
guardo grabado el recuerdo
de esa tarde y la Terrería
y la plazuela y mi abuelo.
Días bellos de mi infancia,
¡ay! ¿por qué tan pronto huyeron?
Por siempre los ha llevado
en su vorágine el tiempo!
En medio de mi tristeza,
que de ellos me queda, siento,
lo único que de la vida
nos queda al fin: ¡un recuerdo!
EN LA CASA DE CAMPO
Estaba el día nebuloso y frío
y la nieve cubría la llanura,
se deslizaba rumoroso el río
en la ancha playa llena de verdura.
En el triste jaral cantaba un gallo,
en el rastrojo sesteaba un toro,
relinchaba en las lomas un caballo,
se adormilaba en la cocina un loro,
y allá cerca al fogón un negro gato
entreabría sus ojos amarillos,
y nadaba en la acequia un blanco pato,
volaba un picaflor en los tomillos;
en su rueca una anciana campesina
blanco vellón de lana estaba hilando,
sentada en el umbral de la cocina,
medio durmiendo cuando no rezando.
Melancólicos sauces inclinaban
sus oscuros ramajes sobre el río,
bajo un cielo impreciso suspiraban
las frescas brisas en el valle umbrío;
y mi madre, la reina de la casa,
en el jardín hiendo una novela.
¡Qué pronto el tiempo de la infancia pasa
como el encanto de esos días vuela!
LAS CAMPANAS DE MI PUEBLO
Campanas de la Matriz:
vuestros repiques parecen
un acento de victoria.
Campanas de San Francisco,
¿parece tocáis a gloria?
Campanitas de San Roque,
de tanta, tanta armonía,
vuestros repiques parece
que gritan, vida! alegría!
Y los vuestros campanitas
deliciosas de San Juan,
hablan de las ilusiones
juveniles que se van.
Y las de San Juan de Dios,
de acentos tan plañideros,
semejan la voz humilde
de enfermos y de enfermeros.
Y la otra campana, aquella,
la del triste cementerio,
esa es la voz de ultra-tumba,
de la Muerte, del misterio...
Esa no repica; dobla,
nunca ríe, nunca canta,
llora, y su triste tañido
es voz ignota que espanta.
De la Matriz las campanas
son lentas, solemnes, graves,
y son la de San Francisco
un vuelo de blancas aves.
Las de San Juan y San Roque
armoniosas cual laúd,
evocan gratos recuerdos
de amor y de juventud.
Y aquellas del Cementerio
con su fúnebre tañido,
nos recuerdan a los seres
que para siempre se han ido.
Campanitas de San Roque,
campanitas de San Juan,
vuestros alegres repiques
cuando volveré a escuchar?