Del libro: RECUERDOS DE MI TIERRA de Tomás O’Connor d’Arlach
Recordándote a Tarija
¡Tarija! ¡mi Tarija! ¡Como recuerda el alma
tus luminosos días de encanto, amor y paz!
La calle de Bolívar, la calle de la Palma,
el alto de San Roque, la ermita de San Juan,
la plaza Luis de Fuentes, el campo de carreras,
la imprenta de La Estrella y al frente el hospital
y de tu claro río las plácidas riberas
y el templo en donde niños solíamos rezar.
Tomatas, La Victoria, del monte verde falda,
Santa Ana, Tolomoza y cien lugares más
de tu feraz campiña, que es manto de esmeralda,
con todos los productos del suelo tropical.
Tus cálidas mañanas del ardoroso Estío,
y tus floridos días de luz primaveral,
tus agrestes aromas, las ondas de tu río
y las serenas tardes de alegre Navidad;
Las tardes melancólicas de Otoño, cuando el viento
las flores de tus huertos empieza a deshojar,
y cuando de la caña se escucha el triste acento
en medio de nocturno silencio sepulcral.
Tus campos de rosadas y azules siemprevivas
y blancas margaritas de aroma singular,
y los grandes viñedos y huertos que cultivas,
tus bosques de algarrobo, de cedro, de arrayán;
los potros que recorren tus fértiles llanuras;
los bueyes que, rendidos, la tierra arando van
y las cabras que triscan en medio a las verduras,
el cóndor de tus montes y el águila real
y tus noches de luna serenas y tranquilas,
cuando las serenatas se dejan escuchar,
perfumes de azucenas, de juncos y de lilas,
la atmósfera serena que embalsamando están.
Ah! como todo es grato en esta tierra amada,
desde la brisa tenue al hórrido huracán,
la sombra de la tarde, la luz de la alborada,
de sus sencillas gentes la ingénita bondad.