Historia y resiliencia: Tarija y su identidad fronteriza en sus 450 años (Saludo en la sesión de honor de la Sociedad Geográfica y de Historia “Tarija”, en ocasión de los 450 años
Estimadas autoridades, investigadores invitados, colegas de la Sociedad de Geografía e Historia de Tarija y amigos que nos acompañan en este homenaje.
Este 2024 conmemoramos los 450 años de la fundación de la Villa de San Bernardo de la Frontera de Tarixa. Este aniversario no solo nos invita a recordar el momento fundacional, sino también a entender el sentido de una historia construida colectivamente.
Con este texto se pretende compartir algunas reflexiones sobre episodios relevantes que evidencian el desarrollo de Tarija en su complejo contexto de fronteriza, destacando su profunda identidad cultural religiosa. Estos elementos son fundamentales para comprender su pasado y su capacidad resiliente, es decir, su adaptación ante situaciones complejas.
Como es de conocimiento de todos, el llamado “valle de Tarixa” fue explorado por primera vez entre 1539 y 1540 por un grupo de expedicionarios liderados por Diego de Rojas, Pedro de Candia y Pedro de Anzures. Conocemos este hecho, gracias a los expedientes de la época del escribano Juan de Grajeda.
Luego, esta región denominada “Tarixa” estuvo bajo el régimen del sistema de encomiendas de indios. Se sabe que Francisco Pizarro, en 1540, concedió encomiendas a Francisco Retamoso y Alonso Camargo; posteriormente, en 1548, Pedro de la Gasca también recibió una encomienda. Esta fue una forma de presencia indirecta en la región, pero no de poblamientos hispanos.
Se debe indicar que en los valles de “Tarixa” hubo presencia de diversos pueblos indígenas como chichas, los carangas, tomatas, churumatas, apatamas, juríes, moyos-moyos e incas orejones, además de la intermitente presencia de los chiriguanos. Conocer más sobre ellos es una tarea pendiente.
En la segunda mitad del siglo XVI, el poblamiento del “valle de Tarixa” era parte del plan del oidor Juan de Matienzo, quien había proyectado la fundación de una red de ciudades con un doble fin: primero, marcar límites en la región sudeste de Charcas, y segundo, proyectar la jurisdicción hacia las tierras del Tucumán, con la ambición de conectar con el Atlántico. En ello contemplaba la fundación de una red de ciudades, con el objetivo de crear una barrera fronteriza ante los aguerridos indios chiriguanos, pues ellos manifestaban su rebeldía contra los españoles que incursionaban en sus tierras.
El Virrey Francisco de Toledo, consciente de la necesidad de concretar el proyecto de expansión, tomo la decisión de intervenir directamente en las tierras de los indios chiriguanos. Primero, buscó hacer un pacto, pero fracasó. Luego, en 1573 inició una guerra contra los chiriguanos. A pesar de sus incursiones, esfuerzos y capacidad militar, no logró derrotarlos. Finamente, el Virrey, para lograr su cometido de tener control de la región, buscó otra vía, que fue la de encargar a militares la fundación de ciudades de frontera. De este modo, para el “valle de Tarixa” delegó al Capitán Luis de Fuentes y Vargas, quien había sido capitán y, luego, Corregidor de Justicia Mayor en la provincia de Chichas, y que entonces desarrollaba la actividad minera en Potosí. Es así que el Virrey Toledo le dio a Fuentes una Provisión Real, firmada el 22 de enero de 1574, en la cual le encomendaba expresamente la fundación de una villa en el valle de Tarija que se debía denominar “Villa de San Bernardo de la Frontera de Tarixa”, pues esta ciudad sería la llave para llegar a las tierras de los indios chiriguanos.
Tras recibir el encargo, el Capitán Luis de Fuentes salió de La Plata acompañado de militares, un capellán y un grupo de indios. Llegó al valle de Tarija, estableciéndose primero en lo que hoy es Calama. Luego, tras explorar río abajo, llegaron a una zona óptima, la cual tenía una loma alta, útil para la observación y en sus faldas una planicie apta para tener un poblado, lo que otrora se denominó la primera “Plaza Mayor” y hoy es la Plaza Uriondo. En este lugar, el 4 de julio de 1574, Luis de Fuentes tomó posesión del lugar, cumpliendo el encargo dado por el Virrey de fundar “la Villa de San Bernardo de la Frontera de Tarixa” de carácter civil y religioso, como era propio de la época.
Este hecho fundacional es el que ha marcado el inicio de nuestra historia local y regional, con una marca identitaria de nacimiento ser “frontera”, forjada por encuentros y desencuentros como una cultura viva. Algunos hitos por considerar:
La profunda cultura y religiosidad católica que ha marcado la vida de los pobladores en cada época. Por ello no es casual que la “Villa de Tarixa” se haya puesto bajo la protección de San Bernardo de Claraval. San Bernardo fue un eximio monje francés del siglo XII de la Orden del Císter, quien se destacó en la vida eclesial y pública por ser un gran predicador y defensor de la fe. Podemos decir que, desde los inicios, los pobladores de Tarija desarrollaron una cultura cristiana. En ello destaca, primero, el rol de las órdenes religiosas, como dominicos, agustinos, Hermanos de San Juan de Dios; y en especial los Franciscanos y Jesuitas.
Los Franciscanos, presentes en Tarija desde 1606, tras el pedido expreso de la población, expresado en un Cabildo, que solicitaba a las autoridades un convento franciscano. Se debe indicar que las autoridades aceptaron el pedido, pero no estaban en condiciones de financiar una residencia religiosa en una región tan alejada. Ante esta situación, la población manifestó su apoyo y patrocinio, expresado en jornales de trabajo y materiales de construcción, además de productos como maíz, trigo, vino y otros. Se debe indicar que cada uno compartió lo poco que tenía, pues para inicios del siglo XVI esta era una región sin grandes riquezas. El resultado fue un pequeño y austero convento, donde se dedicaron a la vida espiritual y a la predicación en los valles del sur.
En 1755 el pobre convento fue elevado al rango de Colegio de Propaganda Fide, es decir, en centro de formación de misioneros. Allí los franciscanos estudiaban los profundos saberes filosóficos y teológicos de la época, y, además, los saberes de la época y las lenguas indígenas. Su labor de evangelización la realizaron en las tierras de los indios, formando una red de misiones de frontera, de norte a sur, en la amplia región del Chaco. También, hicieron misiones populares con música, teatro religioso y predicaciones en una extensa región, desde el sur del Perú hasta las tierras de Tucumán. La labor misional la llevaron adelante hasta 1918, año en que se cerró el ciclo misional para dar paso al Vicariato del Chaco, erigido en 1919. La natural relación entre el chaco y Tarija se debe a la larga presencia de los franciscanos y sus misiones en el Chaco.
Los Jesuitas también estuvieron presentes en Tarija. En 1690 el P. José de Arce SJ llegó a Tarija, encabezando un pequeño grupo de jesuitas e indios músicos, para fundar en esta villa un Colegio. El P. Arce, tras recorrer la región, siguió hacia el norte del Chaco hasta llegar a otra zona de indios, allí, a fines de ese año, fundó la misión de San Xavier, que fue la icónica primera misión de Chiquitos. Desde entonces, el Colegio Jesuita de Tarija jugó un rol destacado en la conexión entre las misiones de Chiquitos y el Colegio de Córdoba, sede la Provincia del Paraguay. Esta conexión duró hasta 1767, año de la supresión de la Compañía de Jesús.
Por lo expuesto, es evidente que las misiones de los dos colegios, jesuitas en Chiquitos y franciscanos en el Chaco, fueron esenciales no solo en la geopolítica colonial y republicana, sino también en la construcción de la identidad cultural local y regional. A la fecha, la historia está en deuda con el aporte de las misiones católicas desde Tarija.
Fruto de la presencia de las órdenes religiosas, se tiene en Tarija una profunda identidad religiosa católica, que se expresa en las exuberantes devociones, expresada en la religiosidad popular con énfasis cristológicos y marianos. Ante los nuevos tiempos y cambios de inicios del siglo XX, el papa Pío XI, con el fin de reorganizar la cristiandad, en 1924 erigió canónicamente la nueva Diócesis de Tarija, designando a Raymundo María Font y Farrés, como el primer obispo. Así, Tarija dejaba de ser un curato y pasaba al status de Diócesis. Este año celebramos su primer centenario, que invita a tener una mirada panorámica de la Historia de la iglesia en Tarija desde sus orígenes hasta hoy, para comprender la identidad religiosa regional.
En sus 450 años, Tarija ha mantenido su vocación de ciudad de frontera, marcando la línea de conexión entre Charcas y el Tucumán, lo que luego llevó a conectar con Buenos Aires y el Atlántico. De esta manera, se daba seguridad a las diversas rutas entre las zonas mineras y el sur. En el periodo republicano, tras la pérdida de la salida al Océano Pacífico, Tarija, junto a otros poblados del sur, fueron factores importantes en la conexión, articulación y el comercio de la zona minera boliviana con el puerto de Buenos Aires. Tarija se destacó por ser uno de los puntos de partida de las varias expediciones que buscaban una ruta de conexión fluvial por el Pilcomayo hacia el Río Paraguay. En estas expediciones la colaboración de los Padres Franciscanos fue esencial, pues ellos por sus misiones, eran conocedores del idioma de los indios y de las rutas conocidas hasta la época. Se debe decir que sin el apoyo de ellos no hubieran sido posibles estas exploraciones.
Posteriormente, Tarija tuvo un rol esencial en el contexto de la Guerra del Chaco, pues fue su territorio el escenario de la contienda y el principal proveedor de bienes y servicios para las tropas. Por eso, tras la guerra la región quedó devastada, empobrecida y aislada. La reconstrucción fue lenta impidiendo significativamente el desarrollo en el siglo XX.
Como se vio en este breve recorrido, la vocación de frontera de Tarija le ha permitido ser, como región, un actor fundamental no solo en el desarrollo y articulación geopolítica, sino también en la generación de una cultura marcada por el contacto y constante intercambio, en ello la acción de la Iglesia, desde sus entidades, ha sido influyente. De este modo se generaron lazos socioculturales y religiosos propios en el sudeste de Charcas y la actual Bolivia.
Para terminar, desear que toda la experiencia vivida, ya sea documentada históricamente, como la rica memoria oral, sirva para forjar un mejor futuro. En esta construcción de futuro, como sociedad compleja, debemos hacer el discernimiento respectivo para revisar autocríticamente la historia nuestra, para hacernos cargo de los éxitos y los pesares del pasado. Tras ello se podrá asumir responsablemente los desafíos del devenir.
Considero que en estos 450 años de vida de la “Villa de San Bernardo de Tarixa”, hoy Tarija, debemos resaltar el mayor tesoro que se ha forjado, que es el valor de su gente, la cual ha sido capaz de moldear una historia y una identidad propia, nutrida por un profundo humanismo de vertiente cristiana. Debemos decir que esto se debe a la histórica e influyente presencia de los padres franciscanos y su acervo religioso y cultural, que ha conectado la vivencia local con el saber universal de cada época. El P. Lorenzo Calzavarini en su obra ha evidenciado todo esto, queda como testimonio el impresionante complejo conventual de San Francisco y la labor del Centro Eclesial de Documentación CED.
Con estas breves palabras, me sumo al homenaje que realiza la Sociedad de Geografía e Historia de Tarija en el 450 aniversario de la fundación de la “Villa de San Bernardo de la Frontera de Tarixa”. Queda agradecer a la insigne Sociedad de Geografía e Historia de Tarija, y a los socios, por convocarnos para este homenaje. También, agradezco a los expositores invitados a este evento por sus aportes y a la ciudadanía que se congrega para este homenaje.
Concepción, 27 de junio de 2024. Chile