Del Libro:
“La Fundación de San Bernardo de la Frontera” (Primera parte)
Este libro es una invitación a adentrarnos en la coyuntura



Prólogo
Este libro es una invitación a adentrarnos en la coyuntura específica de la fundación de la villa de Tarija, concretada en 1574. Quien tenga en sus manos el libro podría preguntarse genuinamente, ¿qué más podemos saber de la fundación de Tarija que no sepamos hoy?, ¿no está todo dicho ya? Pues no, no está todo dicho. Más aún, la historia guarda algunas sorpresas que el autor devela alejándose de presunciones y basándose en el análisis documental. La originalidad de esta contribución no está dada tanto por la incorporación de fuentes manuscritas novedosas, sino por la interpretación y atenta lectura de aspectos comúnmente no señalados en los documentos conocidos. Gran parte de esos documentos fueron editados en 1997 en el valioso tomo VI de la Historia de Tarija por Catherine Julien, Kristina Angelis y Zulema Bass Werner de Ruíz (ver bibliografía final).
Por eso la presente obra del sociólogo tarijeño Fernando Soto Quiroga tiene un título más que elocuente: La fundación de San Bernardo de la Frontera. Una historia no contada de Tarija. ¿Cuál es esa historia no contada? Podríamos resumirla en la historia que incorpora el análisis del establecimiento de una villa de españoles en el contexto de un proceso de múltiples aristas y también múltiples protagonistas. Ese proceso de fundación se explica por la conjunción de dinámicas que incluían pero trascendían el espacio tarijeño. En las páginas del libro los actores sociales intervinientes en esta historia son analizados en sus propios contextos. Así se muestra cómo fueron interpelados por el accionar de los otros y cómo estuvieron movilizados por sus propios objetivos. Por lo tanto, la fundación de San Bernardo no se interpreta aquí como la gesta de un hombre, Luis de Fuentes y Vargas, sino como la consecuencia de procesos históricos mutuamente influyentes que es preciso tener en cuenta.
Es de destacar, entonces, que en esta investigación comienzan a emerger los protagonistas indígenas, más allá de los españoles. “Los indios” no son aquí un conjunto indiferenciado sino que se distinguen los distintos colectivos indígenas y se hace desde una doble perspectiva. Por un lado, desde el prisma étnico al distinguir en capítulos específicos la situación histórica de chichas, tomatas y chiriguanos. Por otro lado, las diversas situaciones de las poblaciones indígenas a partir de su sujeción colonial. Así la cuestión étnica se cruza con las categorizaciones fiscales y laborales propias del siglo XVI en el virreinato del Perú. En ese sentido, se reconoce a los indígenas como lo que fueron: la mano de obra utilizada a partir de diferentes formatos de sujeción servil para establecer los cimientos de la villa y su organización socioeconómica. Varios pasajes del libro nos llevan a comprender con cabalidad las situaciones por las que atravesaron los indígenas, pero también los mestizos pobres y los llamados negros. Las realidades de las poblaciones dominadas ofrecen un abanico de posibilidades que se vislumbran en estas páginas. Es en esta mirada, que complejiza y no homogeneiza, que reside la riqueza de esta obra.
A lo largo de 9 capítulos de un enfoque eminentemente social y una prosa abordable para el público en general, el autor contextualiza la fundación de Tarija en una serie de procesos entrelazados: la búsqueda de asegurar la frontera suroriental de Charcas ante la presencia de los chiriguanos, el garantizar una ruta segura que uniera Charcas con el Atlántico y la intención de españoles particulares de asentarse en los fértiles valles tarijeños para mejorar su posición socioeconómica, todo esto en disputa con las poblaciones chiriguanos, cuyos proyectos vitales chocaban evidentemente con los de los conquistadores españoles.
Los procesos mencionados tenían un denominador común, lo cual se hace patente en el libro: Potosí. Porque si se buscaba asegurar la frontera, era para neutralizar la amenaza chiriguana que se temía que pudiera poner en peligro a la fuente de riquezas más importante del Perú. Además, se buscaba la salida al Atlántico de la producción potosina y, por último, se pretendía que los valles tarijeños se convirtieran en proveedores de la enorme cantidad constante de bienes que requería la villa asentada en torno del Cerro Rico.
Los capítulos van reconstruyendo esta historia partiendo de las entradas que fueron antecedentes de la fundación, pasando por los proyectos del Virrey Francisco de Toledo, su capitulación con Luis de Fuentes y Vargas, la posterior campaña de ingreso al valle central, la fundación propiamente dicha, su organización urbana y la configuración establecida para garantizar el abastecimiento y la mano de obra necesaria. Esa configuración colonial del valle central de Tarija discurre también por la distribución de la tierra, lo cual llevó a una estructura de la propiedad cuyas consecuencias perdurarían por siglos. También se reconstruye el perfil productivo de la Tarija recién fundada así como los diversos sectores sociales surgidos al calor de esa organización primigenia tanto en la villa como en sus ámbitos rurales. En este sentido, es de destacar la información recogida en cuanto a la producción de la vid, vinos, cecinas y quesos que, a más de abastecer la plaza local, fueron comercializados en Potosí, todo lo cual cobra vida en estas páginas acercándonos de alguna manera a ciertos elementos concretos de la vida de entonces. Así accedemos a aspectos de la organización del trabajo y la comercialización, los consumos y los precios. El análisis documental permite precisar, por ejemplo, que la afirmación acerca de que el comienzo de la producción de vinos en Tarija se relaciona directamente con la presencia de los jesuitas, es falsa.
Pero quizás la mayor sorpresa se relaciona con la fecha de la fundación de la villa, lo cual recibe especial atención. Motiva este capítulo la inexistencia del acta fundacional que certifique que efectivamente ocurrió el 4 de julio de 1574. Se propone una interpretación alternativa a partir de la información obtenida de la documentación relativa a los pasos previos de Luis de Fuentes a la fundación y de la documentación más antigua conocida que se produjo en la villa.
A 448 años de la fundación de la villa, espero que esta obra estimule nuevas preguntas y el deseo de seguir conociendo la historia de la villa y de la región, de sus ocupantes, sus actividades, disputas y circunstancias. Y no me refiero solo a los hombres españoles sino también a las mujeres e infancias de toda pertenencia social. Aunque los hechos y procesos que narra este libro ocurrieron hace muchos años, son el origen, las raíces de estructuras sociales cuyas consecuencias en el largo plazo constituyen la realidad de hoy. No quiero decir que nada haya cambiado, al contrario. Sino que todo lo que ocurrió desde fines del siglo XVI en adelante se entretejió con la estructura colonial desigual que este libro contribuye a conocer.
Dra. Lía Guillermina Oliveto
Investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET)- Instituto de Historia Argentina y Americana "Dr. E. Ravignani". Facultad de Filosofía y Letras. Universidad de Buenos Aires (UBA)
Ciudad de Buenos Aires. 4 de julio de 2022
Palabras previas - separata 2009
La Fundación de la Villa de San Bernardo de la Frontera de Tarija constituye una investigación metódicamente bien realizada; es un trabajo que ha ido más allá de las superficies; Fernando Soto Quiroga ha encontrado e hilvanado hechos nuevos y profundos en procesos ya mirados, con cierta frecuencia, por otros investigadores del pasado y más aún ha saldado cuentas con algunos mitos que en cierta forma obstaculizaban conocernos e identificarnos con mayor profundidad a nosotros mismos; de lo mítico-anecdótico aceptado como cierto ha puesto en evidencia lo real objetivo.
Es un trabajo breve, pero bien logrado, puntual, fundamentado en una apreciable documentación histórica del siglo XVI y algunas referencias del siglo XVII. Material que se encuentra al alcance de todos los que se interesen en la historia de Tarija, ordenadamente compilados en el Tomo VI del Corpus Documental Historia de Tarija. El Tomo contiene 128 documentos, desde el 717 al 845, de alrededor de 500 páginas. Material cuya compilación, transcripción y análisis constituye un trabajo monumental de las paleógrafás e investigadoras Catherine Julien y Cristina Angelis y la huella imperecedera de Zulema Bass Werner de Ruiz, sin cuyo impulso y gestión firme y decidido quizás aun hoy no estaría realizado. Nuestro agradecimiento y reconocimiento a tan extraordinario emprendimiento científico histórico. Además, en las fuentes usadas por el autor están presentes consultas a las investigaciones de los historiadores tarijeños de la temática en cuestión.
El presente estudio muestra entre otros aportes, que la fundación de San Bernardo respondió a algunas razones hasta ahora no abordadas, como el de proveer a Potosí de bienes tanto para la población como para la producción minera. Un segundo aporte radica en que deja establecido que la guerra contra los chiriguanaes, declarada por la Corona Española, se debió a que éstos le disputaban el tributo indigenal chicha y el peligro que ellos representaban al amenazar militarmente al Potosí minero y a La Plata de la Audiencia; además de que la relación de enfrentamiento y de dominio de chiriguanaes sobre chichas, les restaba “brazos” para los establecimientos agrícolas y mineros y además porque constituían un evidente obstáculo para la apertura de una nueva ruta a los territorios del Río de La Plata. Un tercer aporte y cuestionamiento a la “historia anecdótica y tradicional” lo encontramos respecto a la cuestión referida a el acta de fundación y consecuentemente a la “carta informe” enviada por un “concejo municipal” a la Audiencia de Charcas.
Se podrían enumerar otros muchos aspectos relevantes más, pero considero que es mejor que el propio lector los vaya descubriendo. Estoy convencida de que con este trabajo, proseguirá una importante como enriquecedora polémica, cuyos resultados permitirán conocernos con mayor objetividad, es decir entender y saber lo que somos y lo que podemos llegar a ser.
Sonia Lema Ruiz
Tarija, julio de 2009 aezens
Introducción
Mucho se ha dicho respecto de la fundación de la villa de San Bernardo de la Frontera de Tarija. Este libro no trata únicamente la historia de los “fundadores” de la villa de Tarija. El lector podrá encontrar en sus nueve capítulos concatenados e hilados en el trascurrir el tiempo la importancia de Tarija como protector de la frontera, como abrir camino hacia el Rio de la Plata y Paraguay, o como abastecedor de productos como carne, animales de carga, cecinas, vinos, velas y queso para Potosí, generando así un enriquecimiento regional. La demanda de recursos para la población de Potosí significó el desarrollo económico de Tarija.
El interés por revisar esta etapa inicial de la historia de Tarija va más allá de entender el porqué de la fundación la villa. Es reconocer al primer contingente de españoles que llegaron a Tarija, además de entender y relacionarse con la presencia de pueblos originarios como tomatas y chiriguanos.
El Virrey Toledo en Potosí recibió una Cédula Real para que declarase guerra a los “indios rebeldes”, es decir los chiriguanos. Los españoles consideraban a los chiriguanos enemigos extremadamente peligrosos que obstaculizaban el proceso de conquista, colonización y explotación de riquezas.
Un elemento a destacar desarrollado en este texto es que las autoridades españolas cobraban tributo en forma de dinero, trabajo o productos. El cobro de tributo a los chichas por parte de los chiriguanos les generaba a los españoles un espacio más de confrontación. Los chiriguanos en esos años intentaron debilitar la base de trabajadores que apoyaban a los españoles en el proceso de conquista y colonización, para combatirlos y disputar su fuente económica.
Los capítulos que componen este libro fueron escritos en versiones diversas y varias veces reelaborados a partir de 2002. Una vez más revisados, todos ellos contienen entre sus páginas el análisis del hecho de la capitulación realizada por Luis de Fuentes y Vargas una vez fundada la villa de Tarija.
El primer capítulo describe el encuentro entre españoles y chiriguanos y la disputa del tributo chicha, además de la importancia del abastecimiento de Potosí. El segundo capítulo relata la ampliación de la frontera hacia territorios chiriguanos, la implementación de la mita y de la amalgamación en frió. El tercer capítulo habla específicamente de la capitulación de Luis de Fuentes, la reconstrucción histórica de lo que tal vez contenía los asientos capitulares o cláusulas contractuales. Ellas son importantes para que el lector comprenda quién pagó el viaje hacia Tarija, la fecha cuando salieron, la jurisdicción que debía seguirse, o quienes eran sus autoridades.
Luis de Fuentes ya como Capitán y Justicia Mayor de la villa fundada recibe el poder de dotar de tierras a los que llegaron con él a fundar la villa, contenido que puede ser revisado en el capítulo cuatro. A propósito de la fecha de la fundación, el capítulo cinco da cuentas de la carta- informe y del tiempo de viaje para llegar a Tarija.
El capítulo seis construye a través de los estamentos la estructura ocupacional y social de la villa; españoles, mitayos y yanaconas, esclavos y chiriguanos o pueblo libre. Y por último en este capítulo se presenta una explicación sobre el pueblo de españoles y el pueblo de indios.
Las tomatas forman el eje central del capítulo siete, con una explicación de su historia y de sus nombres como articulador. En el capítulo ocho se tiene una explicación exhaustiva referida a los chiriguanos, colonizadores, colonizados, pueblo libre y la cultura de la guerra. Finalmente, se tiene un último capítulo exclusivo sobre la producción de vid, vinos, queso y cecinas en la villa de San Bernardo, elementos de enriquecimiento para los “fundadores”.
Este es un libro corto, ágil y fácil de leer; desentrañando el proceso de capitulación, que significó para los españoles enriquecimientos importantes.
Tarija, julio 2022
Capítulo 1: Antecedentes
Desde la llegada del primer contingente de españoles al valle de Tarija en 1539-1540 bajo el mando de Pedro de Candía, hasta el 4 de julio de 1574, fecha señalada como la de fundación de la villa de San Bernardo de la Frontera, transcurren 35 años. Tiempo considerable en el que Tarija es ignorada por las autoridades coloniales. Quienes no le prestan mayor atención, probablemente porque constataron que se trataba simplemente de una región apta para la agricultura, la ganadería y la explotación forestal en los confines de su jurisdicción. Sin un mercado próximo demandante y, peor aún, sin minerales, particularmente de plata y de oro, que era lo que buscaban y les interesaba a los conquistadores. Aun así, se organizaron y establecieron en la región encomiendas y encomenderos que se distribuyeron varios centenares de aborígenes “Para que dellos os serváis conforme a los mandamientos e ordenanzas rreales...” (Cédula de encomienda del marqués Francisco Pizarro a Francisco de Retamoso, Doc.[1] 717:3. Ver también Oliveto 2012: 4).
Hacia 1545 los españoles toman conocimiento de las riquezas del Cerro Rico de Potosí. Casi inmediatamente empiezan los preparativos para su explotación, la que comienza a tener significación en la década de 1550. Así, hasta llegar de manera ascendente a 1565, año de máxima producción de este primer ciclo, con 2 millones 152 mil onzas troy[2] finas de plata. Eran años de bonaza. Los minerales de plata denominados “tacaños” se encontraban, por así decirlo, a flor de tierra. Tenían un alto contenido de metal, de fácil separación y beneficiado.[3]
A partir del año 1566 la producción del metal blanco empieza a declinar paulatinamente. Los minerales de plata pierden riqueza y disminuyen su ley de cabeza. Este fenómeno es acompañado por la aparición de cloruros simples de plata, a los que denominaban “pacos”. Los pacos eran muy difíciles, casi imposibles de beneficiar con el sistema de fundición hasta entonces utilizado: los pequeños hornos portátiles de arcilla denominados huayrachinas. Los huayrachinas utilizaban yareta (paja brava) y taquia (estiércol) como combustible de la región.
A la vez y a medida que transcurrían los años, aumentaba la profundidad de los cuadros, socavones y galerías, dificultando la extracción de los mencionados cloruros. En estas nuevas condiciones la explotación minera necesitaba, con urgencia, incorporar más brazos, más “fuerza de trabajo” y a su vez nuevas técnicas para la obtención de plata metálica.
El déficit de mano de obra para el laboreo minero obligaba a los propietarios a exigir a la Corona, de manera cada vez más vehemente, la solución a tan urgente dificultad. La ausencia de técnica adecuada e insuficiencia de mano de obra, determinaron que la producción de plata disminuyera a su nivel más bajo, hecho que preocupaba de sobre manera tanto a los propietarios mineros como a la Corona. Durante los años 1572 y 1573 la producción del metal blanco decreció en más del 50% respecto al año 1565, alcanzando apenas a 896.000 onzas troy finas (Arduz Eguía 1985: 43. Ver también Abecia 1988:169 sig.).
La creciente carencia de mano de obra se ve entonces agudizada por la lucha de resistencia al conquistador, emprendida con extraordinario vigor por el pueblo chiriguano. Sus contingentes de kerembas[4] (guerreros) atacaban pueblos, haciendas de españoles y a las parcialidades que colaboraban con ellos, unas veces matando y tomando cautivos, y otras veces sometiéndolas a relaciones de dependencia tributaria.
Españoles y chiriguanaes: la disputa por el tributo chicha
Una de las formas de explotación de la población nativa por parte de los conquistadores y colonizadores ibéricos, se sustentaba en la fijación de impuestos indigenales obligatorios, denominados comúnmente tributos.
Este mecanismo de exacción aplicado a los indios libres y vasallos del Rey fue detenidamente observado y estudiado por los chiriguanos y luego aplicado a pueblos y etnias identificados como enemigos, con especial dureza a las parcialidades chichas que colaboraban, incluso militarmente, con los españoles.
Los colonizadores eran conscientes de ser minoría y el peligro que ello significaba; por lo mismo se preocuparon en tejer alianzas y acuerdos con determinadas etnias y, en particular, con sus niveles de mando. Los españoles fueron muy cuidadosos en no violentar los privilegios de los que gozaban las jerarquías nativas.
Esta política se puede distinguir con claridad en el caso de Tarija. Ya en 1540 Francisco de Retamoso recibió una encomienda de repartimiento del Marqués Francisco Pizarro, Gobernador y Capitán General de Perú, consistente en tierras y 480 indios sujetos al cacique Ysquilla de Tarija, más 13 pueblos (caseríos) en los cuales habitaban y trabajaban (Doc. 717:1, 3).
En la Cédula de Repartimiento a Retamoso se deja expresa constancia de cuál debe ser el trato que se dispense al cacique Ysquilla y su entorno:
Para que dellos os serváis conforme a los mandamientos e ordenancas rreales, y so la pena dellas, dexando a los caziques prinzipales, sus mugeres y hijos y los otros yndios de su servicio, doctrinándolos y enseñándolos en las cosas de nuestra fee católica, trayendo a los hijos de los caziques para que sean yndustriados en las cosas de nuestra rreligion cristiana [...] que en su rreal nombre [de su Majestad] os los deposito; e mando a cualesquier justipias [autoridad] de la villa de Plata que os pongan en posesión de los dichos yndios (Cédula de encomienda del marqués Francisco Pizarro a Francisco de Retamoso, Doc. 717: 3).
En el acto de posesión le entregaron a Retamoso dos indios en señal de que ya pertenecían a la encomienda.
El cobro de tributo a los chichas por parte de los chiriguanos planteaba a los españoles un espacio más de confrontación. Con tal estrategia los chiriguanos buscaban debilitar de alguna manera las bases sociales en las que se apoyaban los españoles, para combatirlos y, a su vez, disputarles una fuente económica de sustentación. Los chiriguanos veían en el accionar de los españoles una peligrosa amenaza para su libertad y un constante peligro para la integridad de su territorio, en el cual los extranjeros ya se adentraban. Como contrapartida, los españoles consideraban a los chiriguanos un enemigo en extremo peligroso que obstaculizaba el proceso de conquista, colonización y explotación de riquezas; un adversario que le disputaba tributos y le dificultaba el acceso fácil a la mano de obra aborigen (Peticiones de Gutierre Velásquez al virrey Francisco de Toledo, Doc. 732: 50). Peor aún, un contrincante que avanzaba sobre la Plata y Potosí poniendo en peligro territorios ya conquistados, controlados y en explotación. La disputa por el tributo chicha [5] se sumaba a los sistemáticos ataques que realizaban los chiriguanos contra las haciendas y las caravanas de comerciantes españoles (Doc. 834 y 835:19 sig., 352 sig., 386).
Los españoles cobraban el tributo en forma de productos, dinero o en trabajo; constituyendo la base de la encomienda. En cambio, los chiriguanos solo en forma de productos: “rropa decunbe, pillos de plata, manillas de plata, hachas y azuelas de hierro y otras cosas” (testimonio de Diego de Espeloca, Doc. 835: 377).
La disputa por el tributo y la pérdida para los españoles de “indios comarcanos” o “indios amigos” por muerte, cautiverio o por huida al Tucumán, afectaba en diversas formas y grados la economía de los peninsulares, tanto a particulares como a la Corona.
Si bien el accionar chiriguano incidía notoriamente en el déficit creciente de mano de obra para las minas y chacaras (haciendas), no era esta la única causa, había otras. Unas que estaban asociadas a actitudes de vandalismo de los propios soldados españoles quienes entraban y salían del Tucumán saqueando sus rancheríos y poblados (Doc. 796: 205-206). Todo esto ocasionaba que los caciques no pudieran cumplir con la entrega de tributos que les asignaban como cuotas (ídem).
Sobre estos aspectos don Diego Espeloca, cacique principal de la provincia de los Chichas, argumentaba que los chiriguanos los sometían a relaciones de tributo y les obligaban a pagarles con pillus[6] de plata, azuelas de hierro, ropa de cumbe, ganado y productos de algodón (Doc. 835:377). Espeloca también señalaba que tenía gran trabajo
...en enterar [las cuotas de tributo que les asignaba] la caxa rreal, que cada dia se be preso y en carceles por el tributo e tasa de los yndios muertos y huidos (Relación de servicios de Luis de Fuentes, Doc. 835: 378).
El español Juan Fernández de Castro afirmaba:
…Antes de que se poblara [San Bernardo], e tenían aquella salida abierta y sin defensa, salían los dichos enemigos a hazer muchos rrobos e muertes; e cautibavan a los que podía coger [...] e despoblaron algunos pueblos de los Chichas, los quales este testigo [h]a visto, y cobraba[n] tributo dellos, como heran hachas, acüelas, escoplos de hierro, rropa e otras cosas... (Doc. 835: 382).
El doble tributo a españoles y a chiriguanos, el reclutamiento forzado y el saqueo de sus paupérrimas pertenencias por parte de la soldadesca española en campaña al Tucumán impedía que los chichas pudiesen cumplir con sus obligaciones tributarias. Los chichas, ante el temor a permanentes castigos, cobros y saqueos por parte de los españoles por un lado y el acoso chiriguano por otro, preferían huir hacia algunas zonas del Tucumán, donde se habían organizado en palenques de cimarrones; refugios donde iban a albergarse “la gente perdida”, huida y otros. Los españoles conocían bien de la existencia de tales refugios y les preocupaba lo que podrían realizar tales grupos de irregulares.
Años más tarde, Luis de Fuentes da cuenta de la persistencia de tal situación al referirse al levantamiento de un grupo de frailes y laicos que, al parecer, reaccionaron contra el sistema tributario y las brutalidades de la mita
[h]aviendose alcado con algunos honbres alterados y sacerdotes el padre [Diego] Zanbrano, honbre belicoso e ynquieto, fue a los Chichas para proseguir su mal yntento e yr a provincias de Tucuman y juntar gente perdida para alterar toda esta tierra y hazer en ella daños conforme a su mala ynclinación... (Testimonio del fraile Tomas del Castillo, en la Relación de servicios de Luis de Fuentes, Doc. 835: 360).
El cura Zambrano, históricamente, fue el primer religioso en levantarse en armas y enfrentar las injusticias de los colonizadores en Charcas.
Aun considerando los aspectos señalados, el déficit de mano de obra nativa para las minas radicaba en mayor grado en la persistente negativa de la gente de marcas y ayllus de ir a trabajar a las minas del Cerro Rico, temidas ya por la extrema dureza de las condiciones del laboreo existente (Abecia 1988: 60).
Lo cierto es que el conjunto de factores señalados dificultaban en alto grado los planes españoles de una explotación masiva e intensiva del fabuloso cerro de plata. Estas las razones por las cuales desde 1568 a 1572 hubo la exigencia a la Corona por parte de los propietarios mineros para que resolviera el problema de aprovisionamiento de mano de obra de indios. Tal exigencia había crecido de manera inusitada, presión que tanto las autoridades peninsulares como coloniales estaban deseosas de satisfacer. Los intereses de los propietarios mineros coincidían plenamente con los de la Corona, ya que a mayor producción de plata, mayores ingresos para el Tesoro Real vía impuestos. Los propietarios de minas sufragaban a la Corona el quinto, esto es el 20% de la plata obtenida una vez deducidos los "derechos del ensayador, fundidor y marcador”. Años después el quinto fue reducido al diezmo (10%) (Arduz Eguía 11)85:14, 99. Otero 1980: 240).
El abastecimiento de Potosí y las minas
Además del desconocimiento de una técnica adecuada para el tratamiento de cloruros y de la importancia determinante que tenía la insuficiencia de mano de obra en la crisis minera de Potosí, también el aprovisionamiento asumía dimensiones crecientes y de primer orden. En 1545 la población de Potosí apenas pasaba de los 3.000 habitantes, lodos originarios y muchos de ellos dedicados a la explotación de plata para la confección de adornos para la casta gobernante. Diez años después del “descubrimiento”[7] del Cerro Rico por parte de los españoles (1555) la población Bordeaba ya los 45.000 habitantes, para aumentar a 120.000 hacia 1572 o 1573; un conglomerado poblacional de primer orden para la época (Varela 2010:135. Abecia 1988: 15 sig. Arzáns 2000[ca.1705]: 26-27).
La demanda de recursos para la población y de medios de producción para la explotación minera aumentaba con rapidez. En torno a la explotación minera se generaron múltiples circuitos productivos y comerciales, tanto internos como externos (119-24). Desde ultramar[8] se embarcaba hacia el nuevo mundo ropa fina de Castilla y productos de uso suntuario tales como perfumes, sedas, alfombras, vinos finos, piedras preciosas y menajes de cocina entre otros; todo ello para satisfacer los requerimientos de la población española acomodada (Otero 1980: 256). La población de bajos ingresos usaba ropa proveniente del territorio de Charcas, Perú y Ecuador :258). Recién para 1600 se trajeron de Tucumán y Córdoba animales de carga y monta, principalmente mulas; luego bayetas, lienzos, cordobanes (zapatos) y alpargatas (:257). Sin embargo, el aprovisionamiento de bienes que preocupaba a autoridades, mineros y otros sectores de la población estaba referido a múltiples productos que escaseaban y que de ninguna manera podían ser sustituidos de fuentes que no fueran las internas, sencillamente por lo oneroso que resultaría hacerlo de fuentes externas a Charcas y aún peor si los mismos eran de ultramar (Arzáns 2ooo[ca.1705]: 20 sig. Abecia 1988:192-193).
El proceso de extracción de minerales de plata en interior mina y de producción de plata metálica en ingenio demandaba volúmenes crecientes de madera, carbón, leña y cebo.
El consumo de la madera con finalidades industriales que tuvo gran aplicación, fue en la fabricación de molinos, obrajes, chorrillos, igualmente que en las maquinarias del acuñado de la plata en la Casa de Moneda y en otras máquinas de la industria minera, en las carretas y en moldes de montura, igual que en la talla de los santos (Otero 1980: 230-231).
Entraba este artículo [la madera] en los ingenios bajo la forma de ejes, morteros, mazos y otros elementos de la maquinaria, mientras que la Villa lo usaba para la construcción y la fabricación de muebles (Arduz Eguía 1985: 91).
Como se puede ver la madera se utilizaba para la fabricación de maquinaria, especialmente en los ingenios mineros, mientras que en la villa se la usaba para la fabricación de muebles y otros usos suntuarios. Además, se empleaba callapos o troncos (soportes) en interior mina.
De las provincias del Tucumán, fronteras y otros fértilísimos valles le traen hermosos cedros, fuertes sotos de desmesurada grandeza para ejes de las ruedas [de ingenios] de su Ribera (que se compraban por 2,000 pesos y hoy por menos), con otra variedad de maderas que sirven para varios adornos de su grandeza (Arzáns 2000[ca. 1705]: 22).
El otro rubro de gran importancia que demandaba Potosí para su abastecimiento esencial era el carbón. En metalurgia se usaban 16.000 quintales para la fabricación de barras de plata, los artesanos usaban 2.365 quintales; la Casa de la Moneda y los huayradores 12.530 quintales y el común del pueblo 54.750, lo que hace un total de 85.655 quintales anuales (Arduz Eguía 1985: 93. Doc. 825: 278).
Finalmente, la leña tenía también una significativa demanda. En beneficio de metales se empleaba 30.000 cargas; panaderos y pasteleros 139.900 cargas; para uso de particulares 10.000 cargas, totalizando 179.900 cargas anuales de leña (Arduz Eguía 1985: 93).
Madera, leña y carbón provenían en parte sustantiva de Paspaya en el valle del Pilaya (Doc. 834: 352).
En cuanto a cebo, Potosí exigía significativas y crecientes cantidades: se ocupaban 200 trabajadores solo para la hacer candelas (velas) que se usaban para alumbrar el trabajo de 5.000 obreros en el cerro y para igual fin en 70 ingenios. Luego para el uso de las rancherías y para el pueblo (Arduz Eguía 1985: 93).
Chalamarca y la presencia española en Tarija
Los españoles que llegaron entre 1539 y 1540 al valle de Tarija ocuparon diferentes espacios de esta región (Barragán 2001). Por la acción guerrera de los Chiriguanos:
Muchos de estos lugares fueron abandonados en los años inmediatamente posteriores, y parece que, a excepción de Chaguaya, no volvieron a ser poblados (Doc. 717: 1).
Para julio de 1568 existen referencias concretas sobre la presencia de españoles en el norte de Tarija, donde Jerónimo Gonzáles de Alanis hacía trabajar indios chichas en su hacienda de Chalamarca, cerca de Paspaya y el Pilaya. Un año después, en agosto de 1569, la Real Audiencia de Charcas analizaba una solicitud de Gonzáles de Alanis en los términos que siguen: “Lo de Jerónimo Gónzales de Alanis sobre que pide que le rrenueven el depósito de yndios chichas...” (Acuerdos de la Real Audiencia de Charcas, Doc. 726: 25).
El 12 de junio de 1571 la Real Audiencia vuelve a tratar una petición de Diego Jiménez quien en nonbre de los yndios chichas que los tienen pasados en Alanis por lo rresagado de la tasa [incumplimiento de cuotas tributarias], que les manden soltar; y que no se cobre la tasa hasta que se visiten; y que el cacique vaya a sus pueblos a defenderlos [de los chiriguanos] (Acuerdos de la Real Audiencia de Charcas, Doc. 727: 27).
Los oidores de la Audiencia de Charcas, conocedores de la importancia de la hacienda de Chalamarca acuerdan poner en libertad al cacique principal y destinar mil pesos para pagar durante seis meses ocho hombres armados para que vayan a resguardar la seguridad de los chichas (Acuerdos de la Real Audiencia de Charcas, Doc. 727: 28-29).
Cuando Toledo hizo su campaña contra los chiriguanaes, los bosques más cercanos a Potosí se hallaban en Paspaya [al norte de Tarija], Para aprovechar este recurso, se hacían campamentos temporarios, pero así eran más vulnerables a ataque (Doc. 834: 352).
Chalamarca (denominada indistintamente Alanis, parte del Pilaya, Paspaya) y sus áreas de influencia se convirtió para los españoles de Potosí en particular en una región estratégica. Los chiriguanos también lo comprendieron de esa manera. Concentraron en ese espacio sus actividades guerreras, lo cual mostraría su convencimiento de que si cedían ese espacio los karai (blancos) se les vendrían encima inexorablemente; como efectivamente aconteció. En 1584 el Virrey Enríquez estipuló una capitulación con Juan Ladrón de Leyva para la fundación de la Villa de San Pedro de Baldeolmos del Valle del Pilaya; contrato que fue ejecutado y éste nombrado su capitán y corregidor (Doc. 834: W-352, 353).
En consecuencia, la fundación de San Bernardo de la Frontera de Tarija respondió también, en alto grado, a la necesidad de bienes tanto para la minería como para la población potosina. Años después Fray Tomás del Castillo dirá:
Y en el dicho valle de Tarixa, fundó vn pueblo de [e]spañoles [...] e tienen muchas estancias de ganados, viñas e otras cosas, que los más de los años se provee la villa de Potosí, especialmente quando en esta provincia [h]a crecido alguna hanbre... (testimonio de fray Thomas del Castillo, Doc. 835: 364).
1 La mayoría de las citas de este libro provienen del Tomo VI de la serie Historia de Tarija (corpus documental), cuya referencia bibliográfica es Julien et al. 1997. Para facilidad todo registro (Doc. [documento]: [pagina] hace referencia a dicha fuente.
[2] La onza troy fina de plata (Ag) equivale a 31,1035 gramos.
[3] El metal no se encuentra puro en la naturaleza. En los ingenios se hace una separación de la roca de caja del metal. Este proceso de purificación en términos porcentuales se denomina “beneficiado”.
4 En la grafía guaraní estandarizada actual se escribe kereimba, con i Sin embargo, para este trabajo utilizamos la grafía antigua utilizadea por Combes y Saignes (1994) en su libro Chiri-guana.
[5] Los chichas fueron un pueblo indígena perteneciente a la Confederación Charcas en el sur de lo que fue luego conocido como el Alto Perú. Actualmente se identifica con la región sur de Potosí.
[6] Los pillus chichas eran guirnaldas o coronas hechas de plata para bailar al uso del Inca (Manuel Félix Mendoza, comunicación personal).
[7] En realidad, cuando los españoles tomaron conocimiento del Cerro Rico (Sumaj Orko o Cerro Bello) ya estaba en explotación por los nativos (Arduz Eguía 19856:13. Cruz & Absi 2008: 93 sig.).
[8] Principalmente de España, por el monopolio de la Corona sobre el comercio con sus colonias, pero también por medio de contrabando creciente desde Francia, Inglaterra, China, Persia, etc. (Otero 1980: 254-255. Abecia 1988:190. Arzáns 20oo[ca.i705]: 23-24).