Exposición de libros
El viernes 18 de febrero del año en curso



El viernes 18 de febrero del año en curso, en dependencias de la Biblioteca Municipal “Tomás O’connor d’arlach” y bajo el auspicio de la Unidad de Turismo y Cultura del Gobierno Autónomo Municipal de Tarija se llevó a efecto el muestrario de las obras literarias de mi autoría, cuyo número asciende a una docena de títulos. Expreso un cálido reconocimiento al señor Pablo Pizarro y señora María Cristina Acosta, Jefe de dicha Unidad y funcionaria del repositorio, respectivamente, por tan significativo emprendimiento en favor de la difusión de las letras.
Algo diré de mi trayectoria. De madre tarijeña y padre sucrense, estudié primaria y secundaria hasta el tercer curso en el Colegio Antoniano. Mi familia tuvo que trasladar su residencia a la ciudad de Sucre, donde después de salir bachiller postulé a la carrera de Derecho en San Francisco Xavier de Chuquisaca, me titulé y migré, rompiendo el cascarón familiar, a la ciudad de La Paz en búsqueda de un mejor destino.
En el tiempo de estudiante, a la edad de veinte años, empecé a publicar mis artículos en Presencia Literaria, a cargo de monseñor Juan Quirós, afamado crítico literario; a quien me atreví a enviarle mi primer artículo titulado Perfil desdibujado de Unamuno, dudando acerca de si sería o no admitido. Mi alegría explotó a más no poder al leer después de un mes el texto de la colaboración y, a pesar del trabajo en una oficina de asesoría legal en un Ministerio de la Administración Central, al que ingresé a los 23 años de edad en calidad de profesional abogado, me di modos para seguir enviando mis trabajos literarios, que los hice extensivos a los principales suplementos culturales del país, Presencia, El Diario, Hoy, Correo del sur, La Patria. En el caso concreto de Cántaro, a partir de junio de 1994 inicié la remisión de artículos agrupados en dos columnas: Libros bolivianos y Papeles íntimos, sucesivamente; jubilado de la actividad laboral, desde 2012 cada quince días publico un trabajo de manera constante hasta la fecha.
A inicios del año 1978 los Talleres-Escuela de Artes Gráficas don Bosco editaron mi primer libro Hombres y Letras, con comentarios críticos a autores nacionales y extranjeros. No cesé en mis labores de colaborador de los suplementos literarios del país y en revistas como SIGNO, de hondo prestigio y difusión académica en el exterior, columnista de El Diario y corresponsal en Bolivia de la revista digital Letras de Parnaso que se edita de forma bimensual en el reino de España.
Mi segundo libro publicado fue Mis personajes de fin de siglo (2013), en cuyas páginas recogí once entrevistas aparecidas en Presencia Literaria y realizadas a notables autores: Carlos Castañón Barrientos, Arturo Costa de la Torre, Roberto Echazú Navajas, Guillermo Francovich, Oscar Hassenteufel Salazar (jurisconsulto), Hugo Molina Viaña, Antonio Paredes Candia, Alfonso Prudencio Claure, Juan Quirós, Numa Romero del Carpio, Raúl Teixidó y Enrique Vargas Sivila; además de haber incluido una semblanza de Oscar Hassenteufel Salazar, jurisconsulto, que se publicó en Cántaro. El prólogo estuvo a cargo del escritor y periodista Raúl Rivadeneira Prada, lastimosamente desaparecido cuando aún se esperaba mucho de él.
Esa brecha temporal de más de treinta años entre el primero y segundo libro, obedeció a la carencia de tiempo debido al desempeño de la función pública y, una vez que dejé esta labor, me dediqué a leer y escribir, editando mis libros en la ciudad de La Paz.
En mi obra De la vigilia al sueño (2017, segunda edición), novela autobiográfica, describo vivencias personales de la Tarija de antaño, Sucre la capital universitaria y cultural de Bolivia, así como de La Paz, insomne sede de gobierno vigilada por el sin par Illimani; todo bajo los dictados de la memoria e impulso del nostálgico corazón.
De tanto leer y escribir la visión de mis ojos está disminuyendo, agotándose en la impaciencia del existir. Las letras semejan borrones, apenas escondrijos del pensamiento que emerge a raíz de la lectura; tal vez por ello he bautizado a mi próximo libro Prosa Fugitiva, que en breve pasaré a mis editores.
Encerrado en mi departamento más que acariciar el lomo de un libro, según solía hacerlo antes, actualmente busco en la pantalla de mi laptop algún título o autor que me convoquen a la grata lectura; pues resulta que un buen amigo, Oscar Zamora Dorado, novelista chuquisaqueño, antes de la pandemia me trajo un flash el día de mi cumpleaños y en menos de dos minutos inyectó la valiosa carga de 20.000 libros. ¡Vaya hazaña del progreso y la modernidad, obsequio del olimpo editorial…! Al cabo de cierto tiempo, el mismo amigo me facilitó un programa para formatear letras en la computadora de acuerdo al tamaño que mi vista requiera, complemento indispensable. Superviviente de la aún inconclusa pandemia, que ojalá se esfume por siempre, en mi vivienda disfruto de la lectura frente a la pantalla del computador.
He sentido preferencia por el ensayo, la estimación y crítica literaria, las biografías, autobiografías y --cuando no— la poesía, indiscutible reina de las letras. Engendré varios hijos del alma, ¡ah, la vida, la vida fuente de creación intelectual, divertimento y pertinaz obsesión mental que nos acompaña hasta en los sueños!
En mi reciente y rápida visita de nueve días a la ciudad de Tarija, quise ver a numerosos amigos, pero no soy persona que llame a quien se esconde por el covid 19 a sabiendas de la desescalada. En mis paseos cotidianos ubiqué a varios y me confundí en un abrazo, tomé café y vino, además de haber disfrutado del saice, arvejada, pescado y buena mesa de la región, evocando épocas pasadas.
La suma de estos libros que fueron expuestos en la biblioteca tarijeña, testimonian la pasión que siento hacia el mundo de las letras, encontrándose a disposición de seres curiosos a objeto de incentivar el hábito de la lectura. Esa fue la finalidad del muestrario de las obras donadas.