Del libro: “Costumbres y creencias del campo tarijeño” de 1993
La aparición en piedra de los santos
Recogiendo las tradiciones quechuas de los lugares más apartados
Recogiendo las tradiciones quechuas de los lugares más apartados, de donde creemos, no haber sufrido influencias de culturas y costumbres ajenas a la de los quechuas, y al compararlas con la cultura chapaca, creemos ver una relación suficientemente amplia entre ambas culturas.
Cuando los quechuas hablan de piedras santas aparecidas en ciertas festividades y santos aparecidos en piedras de nuestros campesinos tarijeños, no hay mucha diferencia, piedras santas de los unos y santos en piedra de los otros.
Antes que llegaran los españoles a la América, aimaras y quechuas tenían templos y santuarios donde acudían a inmolar sacrificios y holocaustos en honor de las diferentes divinidades de su culto. Lo mismo ofrecían, en estos templos víctimas para calmar la ira de los dioses como para obtener favores de sus manos.
En la categoría de los sacrificadores, habían personas que sin ser sacerdotes, como el yatiri, por ejemplo, que sabe profundizar las cosas o el paqo que es el que sabe hablar con los cerros, ríos, piedras, etc. El paqo y el yatiri fueron muy perseguidos, maltratados y muertos por la inquisición durante la colonia, teniéndolos por brujos, a causa de sus habilidades curanderas, pero ellos se escondieron y mimetizaron en medio del pueblo esclavo y llevaron adelante la cultura y la creencia quechua, estas creencias tomaron formas insospechadas para los españoles, como el muestreo de santos o diablos, ambos, venerados los primeros y reprimidos los segundos por los mismos españoles, eran encontrados en las faldas de las lomas y cerros en ciertos días festivos del año.
Estas creencias, sincretizadas con la fe católica, dieron lugar, en la gente sencilla del campo a creer que los santos pueden presentarse bajo las formas de manchas rupestres, igual que el diablo.
Los chapacos, gente sencilla y sin ser una etnia definida, sino más bien, la continuación de la raza española, al arraigarse en estas tierras.
Tomaron parte de la cultura de los oprimidos y como los quechuas, también creyeron que los santos pueden aparecerse, en cierto momento, en una piedra, porque el santo o la virgen quieren que se les rinda culto. El agraciado debe ofrecerle una misa, so pena de ser castigado con cualquier calamidad.
Cuando un campesino encuentra una piedra en la que dice estar estampada la imagen de un santo o de la virgen, que es lo más común, es necesario tener una gran imaginación para ver lo que no hay. Las piedras que los campesinos reconocen con tanta devoción, son piedras de la serie silúrica, estas piedras dejan ver manchas sedimentarias de óxidos ferroso o férrico u otras oxidaciones, estas manchas pueden formar figuras caprichosas de personas animales u objetos como guitarras, etc., figuras que nada tienen que ver con las apariciones verdaderas de los santos, pero que la gente cree ver en dichas formaciones la imagen de un santo o de la Virgen.
Estas supuesta imágenes aparecidas en piedra las llevan al sacerdote para que las bendiga y luego llevárselas a la casa donde se les rinde culto.
Una vez vi unas algas petrificadas que semejaban la imagen de la Virgen en su urna, la urna era una piedra silúrica, la supuesta imagen era de algas fosilizadas. De haber caído este fósil en manos de un campesino no habría habido modo de convencerlo de que eso era un fósil y no una imagen, pues es tan fuerte su creencia en estas cosas que raya en un verdadero fanatismo.
Algunos casos de piedras en las que se dice haber la imagen de la Virgen o de algún santo. En el santuario de Melga en Cochabamba en el camarín vi una piedra que por mucho que la he mirado no he podido ver imagen alguna en ella pero que mucha gente acude a arrodillarse delante de ella, en Laderas Avilés Tarija otra piedra que para que parezca la imagen de la Virgen ha tenido que ser pintada de lo contrario, ni con una imaginación febril se la habría podido reconocer, en sunchal Arce Tarija una piedra venerada por los trashumantes, como la imagen de San Roque, pero que ni siquiera se puede distinguir una raya para decir que hay una imagen.
De lo expuesto vemos que los campesinos y algunos citadinos están obsesionados con la idea de que los santos pueden aparecerse en piedras o en cualquier otro material y quedarse allí a vivir como cualquier mortal, y no pueden entender que las imágenes son hechura de manos humanas para que el cristiano medite en la vida que llevó este santo y lo imite en lo posible, o si es la imagen de la madre de Dios procuremos ser como ella.
Un caso histórico de lo que acabamos de decir es el hecho de una señora paceña que consultaba si la Virgen de Copacabana no se pondría celosa siendo la señora su devota, por haber venido a Chaguaya y de alguna manera la castigaría al haberla cambiado con la de Chaguaya. Casos como este son frecuentes entre la gente que se dice católica.
La famosa entrada de la fiesta de la Virgen de Urcupiña que no es más que un folklorismo que da motivo a grandes orgías bacanales y comentarios de los hermanos separados. Lo que más llama la atención son las piedritas milagrosas que se arrancan del cerrito y se vende como monedas benditas son una muestra más de la credulidad popular en supuestos milagros, tarijeños y no tarijeños acuden a Urcupiña para recibir su fortuna milagrosa, como camiones, casas, dinero en efectivo, etc., según el gusto de cada persona que acude con prontitud a las famosas fiestas.
La Virgen madre de Jesús, que vivió la pobreza y que ama a los pobres no puede favorecer la riqueza, que en muchos casos es producto del engaño y la explotación, que las personas que adquieren se vuelven prepotentes y avasalladores pisoteando al humilde, despreciando al menesteroso.
Al hablar de las apariciones en piedra, se nos pone en la mente preguntarnos qué evangelio se enseñó para que se crea en la milagrería de las imágenes. Cuando se dice habérsele aparecido un santo en una piedra a alguien, en esa piedra no se ven más que líneas borrosas, que como ya decíamos, rayas de óxidos de piedras devónicas areginianas u ordovicenses con rebordes caprichosos o, a lo mejor, fósiles del silúrico o pérmico en la era primaria de nuestro globo terráqueo.
USO DE OBJETOS BENDITOS
Ananías Barreto
Con frecuencia el campesinado de estas tierras chapacas se acerca al sacerdote para hacer bendecir un chicotillo trenzado de cuero sin curtir, según el decir de ellos "para compañerito".
Pero no sólo hacen bendecir el chicotillo, sino también, un lazo, cuchillo de monte no muy grande, aunque lo más usado es el mencionado chicotillo.
La creencia común de nuestra gente campesina es que el maligno anda por los caminos y campos buscando a quien hacer daño de cualquier modo que fuere, muy especialmente enajenando la mente del que encuentre a su paso. Esta enajenación puede ser la pérdida total de la razón o cualquier otra enfermedad incurable, como la esquizofrenia.
Para enfrentarse con un tal enemigo que tiene poderes extraordinarios para la maldad, los campesinos llevan, los mencionados objetos benditos, de una manera más especial, el chicotillo y lazo bendito llevados en bandolera; el espíritu del mal al ver a estas personas portando estos utensilios ya no se atreve a acercárseles, sino que más bien huye aterrorizado a parajes más desérticos.
Las enfermedades que la bestia infernal puede inferir al infeliz transeúnte, que no está munido de estas armas son: Como ya se indicó más arriba, la locura o enajenación propiamente dicha, la epilepsia, denominado por ellos, ataque", el espanto o susto, como llaman los campesinos a la neurastenia o enfermedades psíquicas.
Cuando los familiares de tales enfermos buscan remedio para curar sus enfermos no buscan medicina, sino exorcismos o como ellos lo llaman "santiguadas u otras cosas, dicen: "parece que cosa mala loa tentao" o simple mente dicen "está tentao".
El campesino materializa al espíritu del mal dándole forma humana o imaginándolo como la figura de un hombre de aspecto horripilante o representándolo, muchas veces, vestido de sotana o hábito franciscano o figurándolo como una mujer vestida de negro, y entonces tienen el decir. "Se le apareció un cura, un fraile o le salió la viuda" y es por eso que está enfermo, llevándolo al curandero para que lo santigüe.
El encuentro del hombre con el maligno siempre se efectúa en la oscuridad de la noche, y como dije antes, en esta concepción materialística del demonio o como ellos lo llaman "mandingas", cualquier ruido o movimiento extraño, aun la caída de una piedra o piedrecillas por acción del viento o por cualquier otra causa el campesino miedoso de encontrarse con el ser maligno o mandingas, hace sacar inmediatamente su chicotillo o lazo bendito vociferando palabras soeces y dando de chicotazos al aire con el fin de ahuyentar al enemigo malo.
El campesino chapaco, además de los objetos ya mencionados, porta, una funda de suela, un chuchillo de monte de regular tamaño que es utilizado en cualquier eventualidad ocasional, pero en caso de escuchar los susodichos ruidos, saca este cuchillo que siempre debe estar bendito, se lo blande dando cuchilladas al aire y profiriendo palabras de largo calibre. Con estos ademanes el chapaco cree haber ahuyentado al espíritu del mal librándose de sus acciones diabólicas.
LA LAGUNA DE COPACABANA
Ananías Barreto
En el altiplano tarijeño después de la altipampa Iscayachi pasando las dos chorcoyas, yendo camino a Villazón, hállase la famosa pampa de Taxara es una altiplanicie a una altura media 3.900 metros sobre el nivel del mar.
En esta planicie hay varias lagunas y lagunetas conocidas con nombres epónimos, entre las más conocidas y las que se encuentran a la vera del camino, Tarija-Villazón a la izquierda vemos la laguna de Phujsara, siguiendo la carretera la segunda laguna visible, desde la carretera, es la laguna de Copacabana; continuando por la antigua carretera que va a Quebrada Honda nos encontramos con la población del mismo nombre de Copacabana. Esta población está asentada sobre los vestigios de una antigua población precolombina, cuya cultura se ignora, a su vez, tanto al norte como al suroeste de dicha población encuéntranse puntas de jabalina, tipo ayan-pitin con fino retoque a presión de una antigüedad más o menos de 8 a 10 mil años antes de nuestra era.
De esta laguna se teje una leyenda parecida a la leyenda de la laguna del Limón en Santa Cruz. Esta y otras leyendas semejantes tienen cierta semejanza con los relatos Bíblicos (gen. 19,14-26) de la destrucción de Sodoma y Gomorra en el medio oriente.
He dicho que voy a reproducir esta leyenda, porque haré lo posible en narrar lo más veraz que se pueda, lo que la gente cuenta con respecto a la laguna como cosa cierta y verdadera.
Cuéntase que la laguna de Copacabana, en tiempos remotos no precisados, era una población próspera y de abundancia de bienes donde venían todas las poblaciones circunvecinas con asuntos comerciales o de intercambio, pero, dicen, también que sus habitantes eran poco hospitalarios, ambiciosos y hasta corrompidos moralmente, por sus calles deambulaba el exceso alcohólico y sexual, sin llegar al homsexualismo, las mujeres se daban a la prostitución provocando a cuanto varón llegaba al poblado, de todos modos, sus moradores eran depravados, en cuyos labios no había verdad, ni en su acción justicia, sólo se hablaba con el sexo y para el sexo, por este razón, nadie, ni jamás se podría confiar en ellos. Aunque los visitantes llegaban por cientos a ella, nunca pernoctaban en dicho pueblo; siempre acampaban en las afueras, muy especialmente, en las ondonadas de las lomas y en los arenales vecinos, de donde cautelosos, bajaban por la mañana a hacer sus negocios y volver antes del anochecer a sus resguardos o a sus casas.
Cierta tarde de invierno, cuando el frío calaba los huesos y las mandíbulas no se tenían quietas, llegó un hombre desconocido y pobre a juzgar por las apariencias de sus vestidos rasgados y llenos de remiendos.
Este pobre forastero anduvo de puerta en puerta tocando y pidiendo, por amor de Dios, alojamiento, pero nadie le abrió y cuando, despreciativamente lo miraban, jamás le dirigieron la palabra, ni de esperanza, ni de aliento, todo al contrario, lo echaron con brusquedad y palabras rispidas al mirar su rostro desaliñado y sucio. Ya casi de noche, al ver que todas las puertas se le cerraban y tiritando de frío, llegó casi a las afueras del poblado, entristecido, lleno de pesar con ademán de pasar y dejar el pueblo sacudiendo sus ojotas, pensando en esto llega a una casucha derruida, vuelta una tapera donde habitaba una pobre mujer cargando su hijito a la espalda, la mujer lo vio a través de las aparentes paredes de thola llena de compasión salióle al encuentro e invitándole a pasar dentro.
"Señor, díjole, hace mucho frío pase usted".
El hombre pasó sin decir palabra. Después de pasarle una cobija raída por el tiempo, sirvióle con diligencia y cariño su frugal comida; el casual visitante la comió con visible apetito. Después de esto charlaron un buen rato, charlaron de todo, pero él nunca dijo quién era o de donde venía. Apagada la mecha que les servía de lámpara se durmieron, la señora soñó cosas extrañas, al día siguiente al despertar la señora encontró un amarro de thola para encender fuego, el visitante quiso despedirse siendo detenido por la mujer rogándole que se quedara para desayunar. El desayuno consistió en un plato de sankjo (1), muy agradecido y al tiempo de despedirse, todavía con la amargura en la boca, le dijo:
"Señora, salga de este pueblo, porque a causa de la perversidad de sus moradores, se inundará y no se salvará nadie, salga señora insinuó con voz imperativa pero dulce, salga lo más pronto posible, ojalá fuera esta misma tarde, porque Dios está esperando su salida para ejecutar su sentencia. Cuando salga no vuelva la mirada hacia atrás a ver lo que está sucediendo, no vuelva a mirar, oiga lo que oyere, si usted, por alguna causa, vuelca la mirada a ver lo que está pasando en el pueblo por su curiosidad, usted se convertirá en piedra en el mismo acto y llorará año a año por la misma fecha en que se convirtió en piedra".
La mujer, obediente al aviso del visitante desconocido, hacia media tarde, preocupada por lo anunciado, preparó sus pocos enseres o quizá, tan sólo alzó a su hijito, porque de enseres apenas su plato de palo y con su cuchara, pues nada más tenía y marchó. Cuando estaba subiendo la montaña del Sama, oye como truenos y rayos, como si fuera un torrencial aguacero, le parecía que los relámpagos la deslumbraban, los truenos se hacen cada vez más fuertes y extraños, parecía que los truenos no se producían en la atmósfera, se le hacía como si los cerros se derrumbaran, escuchaba como si alguien la llamara por su nombre o como lamentos y ayes, finalmente le pareció escuchar el galopar de un caballo que venía en pos de ella gritándola desesperadamente.
Nadie sabe, si la mujer por curiosidad o por miedo volvió la mirada para cerciorarse de la verdad, a ver si de veras la perseguían o para ver lo que estaba sucediendo en el pueblo, lo cierto es que, en el mismo acto, la mujer se convirtió en piedra.
Desde aquel tiempo que pasó al presente, esta piedra, que está, según dicen los campesinos, en la misma cumbre del cordón Sama trastornando hacia Pinos camino a Tarija, llora sangre, dicen, también, que este llorar, se efectúa todos los años, por año nuevo y navidad.
Además, cuentan los campesinos de la zona, que a media noche del día de navidad oyen sonar las campanas, de la misma manera, se oyen cantar los gallos cerca del amanecer, de las indicadas fechas, y año tras año; pero en lo profundo de las aguas límpidas.
Dicen También, que el hombre extraño que visitó aquel pueblo inmisericorde habría de haber sido nada más ni nada menos, que Nuestro Señor Jesucristo, que se presentó en esa traza ya indicada, para llamarlos al arrepentimiento, pero ellos, no sólo no lo reconocieron sino que lo rechazaron de la manera en que lo hicieron, la actitud de los pobladores hizo que fueran castigados convirtiendo su pueblo en una laguna cuyo fondo nadie osa pisar.
También, dicen los campesinos, que esta laguna está encantada, que mandingas habita allí y por eso se oye lo que se oye, tampoco, nadie se atreve a entrar a ella so pena de hundirse y ser tragado por las aguas.
Toda la gente del lugar mira con temor, recelo y respeto a esta laguna misteriosa, a cuya orilla sur se encuentran unas dunas de extraordinaria belleza.
(1) una especie de miga española hecha de maíz
LA EMIGRACIÓN
Ananías Barreto
Las migraciones son cosa de la historia, pero lo que no sé es que, si hoy, estas migraciones se efectúan en todo el globo terráqueo, o es sólo en América Latina, que a causa de la pobreza, muy especialmente el sector campesino, migra a los pueblos, ciudades, particularmente a los ingenios azucareros, algodoneros, etc., en busca de trabajo o buscando una mejor forma de vida, hay quienes migran a países vecinos por tener mayor fuente de trabajo y mejor cotización de su jornal.
Pero el emigrado, lo primero que encuentra, no es un trabajo apropiado, sino una manera diferente de vivir que contrasta con la vida de su comunidad; la vida del pueblo o de la ciudad es más refinada, un comportarse más fino, el vocabulario del pueblo o de la ciudad es, también diferente, el sentido de las palabras no es el mismo que el de la comunidad de origen, es más sofisticado y peor todavía, si la migración es a un país vecino que hasta la fonética es diferente, como el caso de la Argentina el "yeyeo" o palabras con diferente significado, un ejemplo; "cajetilla", esta palabra en la república Argentina, quiere decir el aparato reproductor de la mujer, por lo tanto, el emigrado, creyéndolo como lo cree ser un lenguaje de mejor calidad, diríamos, más castizo, o quizá, un lenguaje de una cultura superior lo adopta sin más ni más.
El emigrado, tanto en la ciudad como en el extranjero, se acompleja y trata, de alguna forma de disimular su origen inculturándose y tomando las nuevas maneras de vivir para mimetizarse entre las demás personas de la ciudad.
Hay cosas, que al emigrado le parece totalmente razonables, y esto es porque se ve envuelto en un torbellino de cosas que lo aturden y lo desorientan y no sabe qué hacer y esto mismo lo obliga a cambiar, no sólo de costumbre sino hasta de nombre, porque le parece que el nombre que tenía antes es un estigma para él que se cree ya un citadino perfecto. El campesino que adopta este nuevo nombre cree que pertenece a una cultura totalmente superior, el nombre de pila, es para él un nombre de una cultura atrasada y casi selvática por lo tanto no digno de llevarse; pues si esto pasa con el nombre imaginemos lo que pasa con el vestir o el hablar, será echar en el olvido todo aquello que tenía como herencia paterna y cultural.
El emigrado, después de haberse asentado, definitiva o temporalmente en tierras alejadas de su comunidad, quieras o no quieras, está constreñido a adaptarse parcial o totalmente a la nueva forma de vida encontradas en esas tierras de adopción, incluso a nacionalizarse, si migra a repúblicas circunvecinas. Está obligado a renunciar a su comunidad vendiendo los pocos enseres que posee. Si emigra a la ciudad, con la esperanza de volver, porque su salida de la comunidad fue para mejorar sus condiciones de vida, y al no encontrar el trabajo que él deseaba, trabaja como cargador, pues para vivir una vida mejorada en la ciudad hay que tener algún oficio.
El que migra al extranjero, por primera vez va a las quintas para aprender la técnica de la cosecha o de la siembra, los que van temporalmente son explotados al máximo y en algunos casos, son esclavizados sin misericordia, sin poder volver al lugar de origen.
La desculturización y despersonalización en el emigrado, es sumamente marcado, ya no es el campesino sencillo, ahora es un hombre petulante y autosuficiente, vestido a la moda lavada la cara y peinado con fijador. Y si por algún motivo vuelve a su comunidad, critica el modo de vivir, vestir, el modo cómo se habla, está atento a lo que la paisanada dice de él, y en muchos casos sabe disimular lo incómodo que se encuentra en las reuniones festivas, dice que ya se ha olvidado esto o aquello y por eso no lo hace.
Esta actitud muestra la pérdida de su identidad campesina, es ya un desclasado, ya no es un labrador de la tierra sino un obrero más. El emigrado que regresa a su comunidad para reestablecerse se convierte en un verdugo o un explotador más de sus propios hermanos de sangre y de sus coterráneos.
El emigrado ya despersonalizado, adopta, aunque de mala manera, el modo de ser de la cultura o subcultura donde se asentó temporaria o definitivamente, ve las cosas de su comunidad como baladí, ha perdido la capacidad de apreciar y valorar lo que en su comunidad hay de precioso y grande y no sólo lo es de su comunidad sino, también lo que hay en su patria. Tiene los ojos vendados para no ver y apreciar los valores relevantes que tiene en las manos, pensando que sus cosas, las de su patria, las de su comunidad son nulatorias o de poquísimo valor con relación a la de otras culturas. Admira los objetos fabricados en otros países y trae cosas sin valor para ostentar que viene de otra civilización, de otra cultura.
Algunos ejemplos de despersonalización y desculturización: los varones vuelven, como ya decíamos antes, con baratijas mostrándolas como si fueran una gran cosa, visten a la extranjera les venga bien o no la ropa que se ponen, eso no importa, lo que importa es que sepan que yo he venido de un país, o ciudad donde hay civilización. Las mujeres, de la misma manera, pintadas a la usanza citadina o extranjera, las pinturas fuertes que parecen enmascaradas, el vestir tan inadecuado que parecen payasos de circo; pero su arrogancia es tal que choca con la sencillez de las personas con quienes trata. ¡Es digno de lástima! Con frecuencia es burlesco, pifiático, usa palabras de doble sentido y a veces desconoce el significado del vocablo emitido, lo usa porque lo ha oído y nada más.
Los hombres que vuelven a la comunidad, por algún motivo, ya sea comercial o por añoranza del lugar donde nació, son el hasmerreir de los comunarios, por sus formas de comportarse, tan amaneradas y displicente, pero ellos no se percatan de ello, sino que piensan que toda esta pulla es causa de la ignorancia y por eso se comportan tan salvajemente, o si no es una envidia no disimulada, y no por lo ridículo que se muestran ante los demás.
Los que migran al extranjero, a la Argentina, por ejemplo, les parece un lujo el yeyeo, los que van al Brasil, el chapurrear el portugués, etc. A los jóvenes les parece haber decubierto la América, haciéndose cortar el cabello y dejándose un mechón en la nuca que les da el aspecto de un potro mal tusado.
El folklore, de la zona donde se nació y los valores culturales, especialmente la música, al emigrado le parece, cosas de gente incivilizada y retrógrada, cosas que deben dejarse para la historia, pues hoy ya no se debe usar, son cosas de museo, del pasado, los instrumentos musicales, erke, caña, flautillas, hay que llevarlas al museo lo mismo que los vestidos de lana de oveja hilados y tejidos en la comunidad como cultura propia campesina. En cuanto a bailes y música, el emigrado quiere imponer lo que él trae de donde estuvo radicando por algún tiempo, piensa que esa música y ese baile es lo mejor del mundo; los instrumentos que deben cultivarse es sólo la guitarra, porque este instrumento es de gente civilizada, el violín para ser instrumento válido dentro de la sociedad civilizada tiene que ser de fabricación extranjera, para ser digno de tañerse, el manufacturado en la comunidad es demasiado rústico para considerarlo como un verdadero instrumento.
Cuando el emigrado regresa a su comunidad por asuntos familiares y es invitado a participar en una fiesta de familia o de la comunidad, se halla incómodo, no sabe cómo comenzar una conversación, espera que alguien le pregunte para desatarse, no sabe bailar o mejor no sale a bailar porque cree que los bailes tradicionales de su tierra son poca cosa para él y al efectuarlos se rebaja, para evitar ser invitado a bailar cuenta chistes de mal gusto aprendidos en el extranjero o en la ciudad donde estuvo, si viene del extranjero cuenta pasajes de su vida disoluta llevada en el lugar de su última residencia. Los paisanos sedentarios lo rodean, no tanto para escuchar sus aventuras, sino para preguntarle un sin número de cosas, unas veces por curiosidad otras por burla como queriéndole decir que es un fanfarrón de primera clase, después de escucharle le ponen un mote adecuado a su verborrea.
Muchas veces, en las fiestas, es ocasión de que se origine algunos desacuerdos y terminen en pendencias, dividiéndose la concurrencia en dos bandos y todo por la fanfarronería del visitante, en la trifulca, el emigrado, quiere demostrar su hombría pensando o creyendo que en la ciudad o en el extranjero donde reside ha adquirido una fuerza hercúlea o una técnica boxística superior a las usadas por los paisanos y que en todo caso puede zurrar al que se le ponga en frente, pero en casi todas las pendencias sale mal parado y vituperado, da ocasión de que se mofen de él.
En cuanto a religión se refiere, el emigrado temporario, fuera de su comunidad se comporta como un verdadero ateo práctico; tiene vergüenza acercarse a los templos, conversar sobre religión, practicar su fe. Tal vez cree que la fe sólo debe practicarse en el pago, en la comunidad de origen, porque es criticable practicar su religión en otro sitio que no sea el suyo. La religión es propia de campesinos analfabetos no de gente culta como él, los sacramentos sólo son válidos allá, en la tierra donde he nacido, por lo tanto, puedo estar casado aquí en mi comunidad y vivir soltero o casarme allá en el extranjero o viceversa. Los sacramentos, que no son bautismo y matrimonio son desconocidos totalmente. De esta forma se vive como si no existiera Dios. Esto acontece hasta que no se encuentra con un hermano separado que al escucharlo le parece haber descubierto la verdad, halla a Dios, se fanatiza, ciérrase a todo diálogo, negando, categóricamente la fe de su antepasados como una fe inútil y envejecida, por lo tanto impracticable una fe que no tiene razón de ser, tiene la verdad y a Dios agarrado de las barbas se compró el cielo, está salvo.
EL ZORRINO
Ananías Barreto
A veces hay casos curiosos en la vida del campesino, así se encuentra lo que le sucedió a un campesino sencillo y timorato.
Dícese que en cierta noche no muy clara, un campesino volvía del pueblo a pie, había hecho algunas compras necesarias para el consumo del hogar. Yendo muy distraído pensando en los quehaceres cotidianos, cuando, de un derrepente oye jalear como si fuera el jaleo de una persona, levanta la vista y ve un ser como si fuera una sombra o quizá un hombre vestido de blanco y negro, no podía distinguir bien. Fue la sorpresa que le causó aquel estado de ánimo, haciéndole ver lo que no había.
Le grita, nada sucede, cuanto más grita, peor, parece que aquel ser extraño baila de contento mostrando su indumentaria blanca y negra. El campesino toma otro camino desviando el rumbo, pero, allí delante lo tiene. Trata de volverse, el extraño ser siempre bailando está delante.
Aquella sombra, diablo o lo que fuere le infunde miedo, la constante visión le infunde ya no miedo sino pánico, ya no ve un bulto sino un monstruo o un alma que se lleva el diablo. No sabe que actitud tomar. Perdido ya todo su coraje, su hombría, cae de rodillas implorando misericordia, empieza a balbucear el credo que de niño aprendió y que nunca más recitó sino es en esta tan inesperada ocasión. Reza el credo creyendo que el maligno desaparecerá según cree que debe ser aquello que tiene delante recita el Padrenuestro nada, se encomienda a la Virgen de Chaguaya, reza el ave María, el gloria. Al final cree que le pasa todo esto por sus pecados, repasa su vida pide perdón a Dios, vuelve a implorar misericordia, ruega, pide que se le quite de delante aquel fantasma o demonio o no sé qué es lo que tiene delante. Con el pánico que tiene ve crecer esa cosa que tiene en frente, crece cada vez más y más, por momentos parece confundirse con la arboleda del valle.
Aunque la noche es fresca, de fresca pasa a fría. El campesino no le siente, incluso a perdido la noción del tiempo, sólo ruega, implora y pide poder llegar hasta su casa, ver a su familia que lo espera, se anonada, se le nubla la mente, se lamenta de la mala hora en que salió de su casa o de la tardanza de salir del pueblo para que la noche lo alcance y le suceda semejante cosa.
Al fin, sin darse cuenta y como por un ensalmo empieza a clarear el día, todavía no había salido de su pánico, pero empieza a ver con más claridad lo que le rodea. Cuál sería su sorpresa al ver una mofeta que está escarbando la tierra en busca de comida. El campesino, al salir de su sorpresa, le viene un ataque de ira por el disgusto pasado, busca con que matar al animalito que despaciosamente se entra a su madriguera y el pobre campesino profiriendo maldiciones contra el nauceabundo animal prosigue su camino rumbo a su casa.
Después de este primer momento de ira, al ver perderse al apestoso animal dejando el ambiente infestado con la fetidez de su almizcle y sin poder hacer nada, le viene un acceso de hilaridad, empieza a reir a carcajadas como loco, luego prosigue su camino dejando al animalito en paz y prometiéndose que otra vez no sucederá otra cosa igual.
EL ZORRO
Ananías Barreto
Entre la gente campesina hay muchos cuentos y relatos relacionados con el zorro. Pero lo que aquí voy a relatar no es un cuento, sino un hecho verídico de lo que el zorro hace cuando se ve acosado por los mastines, para poder esquivarlos y librarse de la muerte que se le avecina.
Cuando el zorro es perseguido por los perros, este astuto animal busca la forma de poder evadir su persecución. Por ejemplo, cuando la persecución se hace en una plantación de repollos, en un santiamén, se enrosca en uno de ellos mimetizándose de tal manera que los perros persecutores pasen por encima juntamente con el dueño que los azuza, al perderse la jauría, la raposa sale de su escondrijo y el dueño al volver se da con la sorpresa de que la alimaña está en retaguardia.
A este y otros hechos similares la gente campesina dice. "Es que el zorro tiene arte". Con la palabra arte el chapaco quiere decir que el zorro es mago, que tiene el poder de desaparecer de la vista de quien lo persigue. Esta creencia es heredada de los imperios andinos, basta escuchar los famosos cuentos del "atoj" o zorro en castellano.