EL BOSQUE MUDO Y EL SAUCE REDIVIVO
Lo llamaban el bosque mudo porque no se escuchaba en todo su territorio, ni la estridente voz de las cigarras trasnochadoras, ni el violín de los grillos serenateros, ni el ulular de las palomas lloronas, todo en él era silencio, oscuridad y frío. Un vaho pestilente se expandía por doquier,...



Lo llamaban el bosque mudo porque no se escuchaba en todo su territorio, ni la estridente voz de las cigarras trasnochadoras, ni el violín de los grillos serenateros, ni el ulular de las palomas lloronas, todo en él era silencio, oscuridad y frío. Un vaho pestilente se expandía por doquier, nadie se atrevía a cruzarlo por temor a las alimañas que se multiplicaban en las sombras producidas por los pinos y eucaliptos gigantes que hiciéronse dueños y señores del lugar.
Crecían unidos como tomados del brazo, levantábanse majestuosos, muy estirados y tiesos. Orillaba este bosque un caudaloso río y muy cerca de él crecieron y envejecieron como intrusos dos sauces que eran objeto de las burlas del bosque orgulloso. El viento barrendero apenas se detenía en sus viajes otoñales; pues aquellos gigantes no le permitían cumplir con su oficio y pasaba por sobre sus cabezas como bruja montada en su escoba.
La Pajarita “Pico de Oro”
Desde hacía varios días una pajarita revoloteaba alrededor del bosque mudo y les pedía con voz quejumbrosa:
- Señor pino soy la pajarita “ pico de oro” permítame hacer mi nido en sus ramas - el pino ni se dignó contestarle - Por favor señor eucalipto, soy la pajarita “pico de oro”, ábrame sus ramas, bordaré en ellas un nidito con hilo de oro y de plata. - Pequeña intrusa ¿Cómo te atreves a interrumpir nuestro silencio? ¡Vete pronto! o sufrirás un castigo ejemplar.
- Señor pino responda ¿Me permitirá quedarme en sus ramas?- insistía la pobrecilla
¡Pequeña avesucha! ¡Vete de aquí! No interrumpas nuestras meditaciones - le contestó el pino con voz de trueno.
El Sauce Anciano
Asustada la pajarita “pico de oro” se posó en la copa del sauce anciano que apenas se sostenía en pie; pues sus raíces salían de la tierra, como dedos sarmentosos, buscando desesperados agarrarse de ese suelo, convertido cuasi en pantano, por la proximidad del rió que lamía sus retorcidas raíces y su amarillenta y desgreñada cabellera caída sobre su cauce.
- Buen árbol - déjame hacer mi nidito en tus ramas - suplicaba.
- Mírame estoy triste muy débil y con escaso follaje - responde el sauce abuelo - Yo me acomodaré y sentirás mi canto todo el día, soy muy alegre y te ayudare a trocar tu tristeza en felicidad.
- Pues bien pequeña amiga - carraspea el árbol generoso - abro mi manto raído para recibir tu nido y tus trinos.
Así es como desde ese momento se vio a la avecita en sus idas y venidas con pajitas “oro trino” en su piquito.
- Ya está -dijo un día- primorosamente tejida una bolsita dorada caía de una rama.
- Ahora pondré los huevitos -trinó - y puso siete blancos y pequeños huevitos.
- ¡Que blancos y pequeños son! - dijo la pajarita “pico de oro” llena de orgullo- parecen copitos de algodón. ¡Oh¡ Tiemblo de frío a ellos los calentaré bajo mis alas. Era tanta su ternura que apenas salía a beber por lo que, silenciaron sus trinos, entonces... el descolorido sauce reclamaba y le decía:
- Amiga mía, ya no te siento revolotear a mi alrededor y ni siquiera me regalas tus canciones que curan mis achaques.
- Buen árbol estoy muy ocupada -le contestó misteriosa- hasta que un buen día se escuchó una reventason de trinos y volvió la alegría al corazón del viejo árbol.
Hermano Río
- Me siento renacer- decía en un susurro. Mas... una noche se escuchó el retumbar de los truenos y las zigzagueantes puntadas de los relámpagos que caían como saetas sobre el sauce que estremecido le habló al río que raudo seguía su camino bañándole los pies.
- Hermano río - le imploraba - siento aumentar tu caudal y no podré resistir tus embates, cargo en mis espaldas un nido con pichones recién nacidos, por favor no los maltrates.
- Amigo árbol -contesta compungido el bravo río- no puedo contener el aumento de mi caudal las nubes se han deshecho en lluvia y una fuerza incontenible me arrastra.... ¡Resiste por favor resiste viejo amigo! - mas... el achacoso abuelo no resistió y pronto estuvo tendido entre la espuma. - Amiga mía - le dijo débilmente el árbol a la avecita asustada - Sálvate y salva a tus pichones, refúgiate en el follaje de mi hermano que está a unos metros más abajo.
La pájara temblorosa voló para localizar al sauce hermano y luego inició la tarea del traslado, logrando salvarse y salvar a sus pichones.
- Gracias, buen abuelo - le decía a cada instante la avecita agradecida - Jamás te olvidaremos.
- Vete tranquila hija mía - la consolaba el árbol moribundo - yo debo cumplir una misión más.
Chispas Trinadoras
Al día siguiente cuando el rió aminoró su caudal la gente pobre del lugar destrozaba las ramas del viejo sauce y se las llevaba como leña para cocinar y calentar su hogar.
- ¡Qué hermoso es ser útil, dar calor a los que tienen frió! - decía el corazón del árbol generoso.
- Viejo tonto - le decían a coro los gigantes del bosque mudo
- te hieren, te queman y agradeces a tus verdugos.
- Servir de calefacción para que dore el pan de los que tienen hambre - contesta el árbol - y sentir que como juegos pirotécnicos saltan alegres chispas trinadoras es más de lo que en mi humildad puedo desear.
- Estas hablando bobadas viejo loco - dicen los eucaliptos - ¿Con que chispas trinadoras? Ja, Ja, Ja...
- ¡Sí! Chispas trinadoras; porque los trinos de los pajarillos que cobijé en mi regazo - dice con dulzura el viejo árbol - entráronse en mi alma vegetal, es por eso que, de mis ramas al ser quemadas saltan trinos que alegran a los niños tristes.
- Ja, Ja Ja, ríe burlón el bosque mudo
El Puente Abuelo
Pasó un año y del viejo sauce solo quedó el tronco desnudo cruzando el rió de orilla a orilla utilizado como puente.
- ¡Qué feliz soy! - decía en un suspiro - siento como los pececillos juegan y me hacen cosquillas al pasar¡ cuánta ternura invade mi ser cuando confiados pasan los niños por sobre mi espalda ¡Todavía soy útil! - y sentía una gran alegría con su sacrificio - ¡Qué ridículo! - decían los árboles del bosque frió - Lo pisotean, lo muerden y dice que es útil ¡Pobre fanfarrón
El Sauce Redivivo
Pasó otro año y el puente carcomido se quebró, ahí estaban sus pedazos, unos dentro del agua, otros en la playa, si se los tocaba se deshacían.
- ¡Qué alegría!¡Qué felicidad! - decía el espíritu del sauce - ¿Alegría... - Le responde el bosque soberbio - Estás hecho polvo y aun nos quieres hacer creer en tu felicidad?.
-Si hermanos soy más feliz que nunca -les dice el abuelo lleno de sabiduría- ya llegó el momento de mi resurrección, me convertiré en abono de la tierra y volveré a ser árbol, seré nido, seré fruto, seré flor, seré trino.
-¡Ja, Ja Ja,... ríe el bosque haciendo temblar el paraje.
El Bosque Enfermo
Pasó algún tiempo y no faltaron los depredadores que viendo un bosque de gigantes pensaron en comercializarlos en la fábrica de fósforos y decidieron arrasar con ellos y así lo hicieron pero... al poco tiempo se dieron cuenta que la madera no servía para los fines que ellos perseguían; justamente por falta de sol y de aire los árboles se enfermaron y tuvieron que abrir profundas zanjas donde los echaron y quemaron para evitar el contagio a la floresta.
Mantos de Esmeralda
EI alcalde de entonces construyó en ese predio una hermosa plaza para solás de los ancianos y un parque infantil para los niños. Plantaron árboles floridos en cuyo follaje se cobijaban miles de pajarillos que alegraban el paraje; muchos de ellos descendientes de la pajarita “pico de oro”
Los gigantes que quedaron con vida, comprendieron el mensaje del viejo sauce y abrieron generosos sus mantos de esmeralda por donde el sol entraba a raudales entibiando el alma de todos los seres que habitan en el bosque en otra hora silencioso y mudo.
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