Semblanza del pueblo de Entre Ríos
De la enhiesta cumbre del Castellón se contempla la majestuosidad del paisaje, allá al fondo de la sublime pradera, en un altozano se levanta la ciudadela Es Entre Ríos, pueblo de encanto, custodiado por boscosas colinas, rodeado de verdes praderas, con sus ríos de aguas...



De la enhiesta cumbre del Castellón
se contempla la majestuosidad del paisaje,
allá al fondo de la sublime pradera,
en un altozano se levanta la ciudadela
Es Entre Ríos, pueblo de encanto,
custodiado por boscosas colinas,
rodeado de verdes praderas,
con sus ríos de aguas cristalinas.
Con simétrica disposición,
se alinean sus blancas casas,
su legendario campanario,
forman el conjunto de la población.
Enmarcado en un bello paisaje,
es como un poema de la naturaleza,
donde en sus pozas cantan las sirenas,
en sus arrobadoras noches serenas.
Centinela de avanzada,
tiene una legendaria tradición,
gentes de indomable valor,
en el coloniaje, fundaron su población.
Los conquistadores españoles,
dejaron aquí su heredad,
quedan recuerdos en la campiña,
rasgos de sangre y beldad.
Mi escuela adorada,
donde pase mi feliz niñez,
hoy te encuentro como antes,
sin techo, pero con altivez.
Como este pueblo no hay otro igual,
que se compara por su belleza,
con sus vegas y praderas,
es un pedazo del paraíso terrenal.
se contempla la majestuosidad del paisaje,
allá al fondo de la sublime pradera,
en un altozano se levanta la ciudadela
Es Entre Ríos, pueblo de encanto,
custodiado por boscosas colinas,
rodeado de verdes praderas,
con sus ríos de aguas cristalinas.
Con simétrica disposición,
se alinean sus blancas casas,
su legendario campanario,
forman el conjunto de la población.
Enmarcado en un bello paisaje,
es como un poema de la naturaleza,
donde en sus pozas cantan las sirenas,
en sus arrobadoras noches serenas.
Centinela de avanzada,
tiene una legendaria tradición,
gentes de indomable valor,
en el coloniaje, fundaron su población.
Los conquistadores españoles,
dejaron aquí su heredad,
quedan recuerdos en la campiña,
rasgos de sangre y beldad.
Mi escuela adorada,
donde pase mi feliz niñez,
hoy te encuentro como antes,
sin techo, pero con altivez.
Como este pueblo no hay otro igual,
que se compara por su belleza,
con sus vegas y praderas,
es un pedazo del paraíso terrenal.