Arani, la hermosa tierra del pan y el viento
La tierra legendaria del pan y el viento, se hace llamar Arani, municipio del valle alto de Cochabamba en la provincia del mismo nombre. Allí, los españoles sentaron presencia desde el siglo XVI, en un territorio que recibía entonces la denominación de Saqsayjarani, que luego fue habitado por...



La tierra legendaria del pan y el viento, se hace llamar Arani, municipio del valle alto de Cochabamba en la provincia del mismo nombre. Allí, los españoles sentaron presencia desde el siglo XVI, en un territorio que recibía entonces la denominación de Saqsayjarani, que luego fue habitado por los padres agustinos y donde actualmente radica una de las imágenes más deslumbrantes de la Virgen María.
El 24 de noviembre de 1914, durante la presidencia de Ismael Montes, se decretó que la provincia de Punata fuese dividida en dos, creando de esta forma la provincia de Arani, cuyo territorio comprendía la segunda y tercera sección municipal de la antigua provincia. Se ordenó que la provincia de Arani se dividiese en dos municipios, estableciendo también que la capital provincial fuese la población de Arani en el municipio homónimo.
El paisaje de los alrededores de Arani está marcado por algunas serranías, cuya forma evoca sin equívoco la de un elefante dormido. Y es así como llaman los lugareños a este cerro.
Arani, la tierra del pan y del viento cristalino, posee un clima templado y agradable en el valle, y frío en la parte alta, En este paraíso terrenal, se sirven los más deliciosos platos típicos del lugar, como arveja uchú y pescado, acompañado del rico néctar del valle en sus dos colores, la chicha kulli y amarilla.
Arani es un pueblo con aires coloniales, que conserva sus casas de barro con techos de tejas. Su vocación productiva es agropecuaria: plantación de papa, maíz, trigo y cebada. Por sus tierras, antes de los españoles, caminaban los grupos étnicos chuis y cotas. Actualmente, en este municipio de 191 kilómetros cuadrados con 64 comunidades, conviven más de 11 mil personas.
Luego de los españoles que asentaron su presencia desde el siglo XVI, fue habitado por los padres agustinos y donde actualmente radica una de las imágenes más deslumbrantes de la Virgen María, denominada la Virgen Bella o La Bella.
El origen de la devoción se halla en el sur de España, donde fue venerada desde el siglo XV en la ciudad pesquera de Lepe, provincia de Huelva. Su adoración emigró al Nuevo Mundo junto con los conquistadores. Y llegó a Arani.
Hoy, el Templo San Bartolomé es el Santuario de Nuestra Señora La Bella, efigie que lleva una corona de plata con piedras preciosas y sujeta un niño Jesús de larga cabellera. Espacio religioso edificado en 1610, por su arquitectura, platería y retablos fue declarado Monumento Nacional y Patrimonio Colonial de Cochabamba, en 1945.
Los confines araneños atesoran más atractivos. El Elefante Dormido es un cerro cuya forma hace pensar en la figura de un paquidermo de bruces. A la par, están las haciendas de las familias Tardío y Mariscal; la primera parece un castillo medieval, y la otra, es una hacienda que perteneció a uno de los patricios que fundó Arani: Nemesio Antonio Mariscal, que posee un patio con columnas y arquerío de medio punto.
Pero, si por algo es conocido Arani es por su pan, por sus famosas, redondas y gigantes mama qonqachis, sus chamillos, tortillas, bizcochos, “frutasecas” y sus deliciosas empanadas picantes y de queso.
El pan de Arani tiene alta demanda en Cochabamba y otras partes del país, adonde se va la mayoría de la producción diaria. Las autoridades afirman que la fama de este alimento ha rebasado las fronteras, porque hay “panaderos” que lo exportan a mercados de Estados Unidos y de Europa y que “están en la tarea de patentar la receta en el extranjero”.
La casa encantada
De acuerdo a un escrito de Stella Tejerina, “Arani esconde tesoros a la vista de todos, sin embargo, pocos son capaces de maravillarse con el encanto de un lugar que enamora a los espíritus receptivos, éste es el caso de Hugo, que administra un restaurant en su casa, a dos cuadras de la plaza, donde ofrece deliciosos platos criollos a buen precio”.
Según Tejerina, este quillacolleño perdió el corazón en los ojos de una araneña que lo enamoró y el embrujo de un caserón más que centenario marcó su destino. “Me enamoré del lugar, de esta casa, y luché mucho por conservarla y mantenerla. Yo estaba construyendo mi casa en Quillacollo, pero al ver esta construcción histórica, abandoné la de Quillacollo y decidí vivir en Arani. Estaba en venta desde hace muchos años y nadie quería comprarla”, dice.
Y es que todo lo que tiene historia tiene fuerza: el olor de lo antiguo cautiva junto con el trabajo de manos invisibles cuya huella permanece como esculpida en los muros, los techos y los balcones de antaño. Todo el lugar se encuentra magnetizado por la fuerza de la tierra y de unas presencias indefinibles.
Indefinibles, pero “que hacían erizar nuestros cabellos en la nuca siempre que entrábamos aquí”, dice la esposa de Hugo, mostrando el oratorio de la casa. Una de las paredes tiene dos metros y medio de espesor. Encima de un macizo bloque de piedra, descansa una imagen de María. Es lo único que no estaba ahí cuando los actuales dueños tomaron posesión de la casa.
Entonces, ese lugar no era un oratorio y fue allí donde Hugo hizo un círculo de flores en el suelo, como parte del rito instruido por el antiguo –primer– dueño de la casi derruida casa, que lo visitó en su sueño revelador. Cumplido el encargo, los pelos dejaron de pararse de espanto cuando se entraba allí.
Y Hugo también cumplió la misión que se había dado como resultado de aquel sueño: “mantener el espíritu y la belleza histórica” del caserón que ahora es el hogar de su familia. Para lograrlo tuvo que superar la incredulidad de los lugareños que veían en el inmueble sólo escombros y basura. Si las casas tienen ajayu, espíritu, ésta, que parece haber escogido a sus dueños, lo demuestra bien.
El caserón conserva una mitad original, la que da a la calle. La otra es de construcción reciente, ahí está la sala del restaurante. La cocina es la misma que siempre fue cocina, desde que construyeron el caserón. Al ingresar al inmueble parecería que la casa observa, respira e invita silenciosamente a recorrerla.
Tres datos del poblado
El pueblo
Uno de sus atractivos más importantes, es el Santuario de la Virgen La Bella, la cual fue declarada Monumento Nacional en 1939, por la extraordinaria arquitectura de estilo Barroco Mestizo.
El pan
El pan de Arani tiene alta demanda en Cochabamba y otras partes del país, adonde se va la mayoría de la producción diaria. La receta es guardada celosamente por los pobladores.
Economía
La actividad económica principal es la agrícola, con cultivos de papa, trigo y cebada. La producción pecuaria no es extensiva, teniendo como principal ganado al vacuno, ovino y caprino. En el campo de las manufacturas, existe la central artesanal “La Imilla”, que produce prendas de alpaca de gran calidad.
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El 24 de noviembre de 1914, durante la presidencia de Ismael Montes, se decretó que la provincia de Punata fuese dividida en dos, creando de esta forma la provincia de Arani, cuyo territorio comprendía la segunda y tercera sección municipal de la antigua provincia. Se ordenó que la provincia de Arani se dividiese en dos municipios, estableciendo también que la capital provincial fuese la población de Arani en el municipio homónimo.
El paisaje de los alrededores de Arani está marcado por algunas serranías, cuya forma evoca sin equívoco la de un elefante dormido. Y es así como llaman los lugareños a este cerro.
Arani, la tierra del pan y del viento cristalino, posee un clima templado y agradable en el valle, y frío en la parte alta, En este paraíso terrenal, se sirven los más deliciosos platos típicos del lugar, como arveja uchú y pescado, acompañado del rico néctar del valle en sus dos colores, la chicha kulli y amarilla.
Arani es un pueblo con aires coloniales, que conserva sus casas de barro con techos de tejas. Su vocación productiva es agropecuaria: plantación de papa, maíz, trigo y cebada. Por sus tierras, antes de los españoles, caminaban los grupos étnicos chuis y cotas. Actualmente, en este municipio de 191 kilómetros cuadrados con 64 comunidades, conviven más de 11 mil personas.
Luego de los españoles que asentaron su presencia desde el siglo XVI, fue habitado por los padres agustinos y donde actualmente radica una de las imágenes más deslumbrantes de la Virgen María, denominada la Virgen Bella o La Bella.
El origen de la devoción se halla en el sur de España, donde fue venerada desde el siglo XV en la ciudad pesquera de Lepe, provincia de Huelva. Su adoración emigró al Nuevo Mundo junto con los conquistadores. Y llegó a Arani.
Hoy, el Templo San Bartolomé es el Santuario de Nuestra Señora La Bella, efigie que lleva una corona de plata con piedras preciosas y sujeta un niño Jesús de larga cabellera. Espacio religioso edificado en 1610, por su arquitectura, platería y retablos fue declarado Monumento Nacional y Patrimonio Colonial de Cochabamba, en 1945.
Los confines araneños atesoran más atractivos. El Elefante Dormido es un cerro cuya forma hace pensar en la figura de un paquidermo de bruces. A la par, están las haciendas de las familias Tardío y Mariscal; la primera parece un castillo medieval, y la otra, es una hacienda que perteneció a uno de los patricios que fundó Arani: Nemesio Antonio Mariscal, que posee un patio con columnas y arquerío de medio punto.
Pero, si por algo es conocido Arani es por su pan, por sus famosas, redondas y gigantes mama qonqachis, sus chamillos, tortillas, bizcochos, “frutasecas” y sus deliciosas empanadas picantes y de queso.
El pan de Arani tiene alta demanda en Cochabamba y otras partes del país, adonde se va la mayoría de la producción diaria. Las autoridades afirman que la fama de este alimento ha rebasado las fronteras, porque hay “panaderos” que lo exportan a mercados de Estados Unidos y de Europa y que “están en la tarea de patentar la receta en el extranjero”.
La casa encantada
De acuerdo a un escrito de Stella Tejerina, “Arani esconde tesoros a la vista de todos, sin embargo, pocos son capaces de maravillarse con el encanto de un lugar que enamora a los espíritus receptivos, éste es el caso de Hugo, que administra un restaurant en su casa, a dos cuadras de la plaza, donde ofrece deliciosos platos criollos a buen precio”.
Según Tejerina, este quillacolleño perdió el corazón en los ojos de una araneña que lo enamoró y el embrujo de un caserón más que centenario marcó su destino. “Me enamoré del lugar, de esta casa, y luché mucho por conservarla y mantenerla. Yo estaba construyendo mi casa en Quillacollo, pero al ver esta construcción histórica, abandoné la de Quillacollo y decidí vivir en Arani. Estaba en venta desde hace muchos años y nadie quería comprarla”, dice.
Y es que todo lo que tiene historia tiene fuerza: el olor de lo antiguo cautiva junto con el trabajo de manos invisibles cuya huella permanece como esculpida en los muros, los techos y los balcones de antaño. Todo el lugar se encuentra magnetizado por la fuerza de la tierra y de unas presencias indefinibles.
Indefinibles, pero “que hacían erizar nuestros cabellos en la nuca siempre que entrábamos aquí”, dice la esposa de Hugo, mostrando el oratorio de la casa. Una de las paredes tiene dos metros y medio de espesor. Encima de un macizo bloque de piedra, descansa una imagen de María. Es lo único que no estaba ahí cuando los actuales dueños tomaron posesión de la casa.
Entonces, ese lugar no era un oratorio y fue allí donde Hugo hizo un círculo de flores en el suelo, como parte del rito instruido por el antiguo –primer– dueño de la casi derruida casa, que lo visitó en su sueño revelador. Cumplido el encargo, los pelos dejaron de pararse de espanto cuando se entraba allí.
Y Hugo también cumplió la misión que se había dado como resultado de aquel sueño: “mantener el espíritu y la belleza histórica” del caserón que ahora es el hogar de su familia. Para lograrlo tuvo que superar la incredulidad de los lugareños que veían en el inmueble sólo escombros y basura. Si las casas tienen ajayu, espíritu, ésta, que parece haber escogido a sus dueños, lo demuestra bien.
El caserón conserva una mitad original, la que da a la calle. La otra es de construcción reciente, ahí está la sala del restaurante. La cocina es la misma que siempre fue cocina, desde que construyeron el caserón. Al ingresar al inmueble parecería que la casa observa, respira e invita silenciosamente a recorrerla.
Tres datos del poblado
El pueblo
Uno de sus atractivos más importantes, es el Santuario de la Virgen La Bella, la cual fue declarada Monumento Nacional en 1939, por la extraordinaria arquitectura de estilo Barroco Mestizo.
El pan
El pan de Arani tiene alta demanda en Cochabamba y otras partes del país, adonde se va la mayoría de la producción diaria. La receta es guardada celosamente por los pobladores.
Economía
La actividad económica principal es la agrícola, con cultivos de papa, trigo y cebada. La producción pecuaria no es extensiva, teniendo como principal ganado al vacuno, ovino y caprino. En el campo de las manufacturas, existe la central artesanal “La Imilla”, que produce prendas de alpaca de gran calidad.
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