La desesperación de una hija que luchó contra un sistema ineficaz e indiferente
13 años sin rastro: La tarijeña Alejandra Iriarte y el misterio de su viaje inconcluso
Abigail, hija de Alejandra Iriarte, ha vivido 13 años de angustia. A pesar de enfrentar innumerables obstáculos, como la burocracia en Tarija, la falta de coordinación entre autoridades y la constante rotación de investigadores, Abigail no se rindió.
La desaparición de Alejandra Iriarte Guerrero, una tarijeña que se perdió en 2011 mientras viajaba de Cochabamba a Villamontes, continúa siendo uno de los misterios más angustiosos y sin resolver en Bolivia. Han pasado casi 13 años desde que partió en su camión cargado de mercancía, conducido por un chofer contratado, sin que haya una pista clara sobre su paradero. El sistema judicial, que archivó su caso sin ofrecer respuestas coherentes, ha dejado a sus hijos, Abigail y su hermano, con un profundo sentimiento de desconfianza. Ambos creen que su madre fue asesinada y enterrada en algún lugar desconocido, y su único anhelo es encontrarla para poder darle el último adiós.
Abigail se enfrentó a numerosos obstáculos y amenazas en su búsqueda. Reportar la desaparición resultó ser un trámite complicado en Tarija, una ciudad con escaso personal en ese momento. Además, tuvo que esperar a que los funcionarios de la Policía y la Fiscalía coordinaran con sus colegas en Cochabamba, desde donde Alejandra se había comunicado por última vez. No pudo presentar la denuncia en Cochabamba porque, según le comunicaron, no podían recibir denuncias de casos que no correspondieran a su área, dado que la víctima residía en Tarija, según informa Opinión.
Alejandra desapareció a los 42 años. Transportaba cemento en un camión desde una empresa en Villamontes, Tarija, hasta Santa Cruz y Cochabamba. Para regresar a su ciudad, solía asegurar contratos que le permitieran volver con carga, de manera que pudiera cubrir los gastos de combustible.
LA ÚLTIMA LLAMADA
De acuerdo al mismo medio, la última comunicación entre Alejandra y Abigail fue el 30 de septiembre de 2011. Unas tres semanas antes, Alejandra había comenzado su viaje, que incluía transportar carga de Villamontes a Santa Cruz y luego a Cochabamba. En su última conversación, Alejandra le informó a su hija que la habían contactado para llevar viguetas y una motocicleta de Cochabamba a Villamontes. Para ella, esta carga representaba una oportunidad para recuperar parte de los gastos del recorrido. El camión ya había sido cargado en una fábrica de la avenida Blanco Galindo y estaban listos para partir, pero después de eso, no se supo más de ella.
Se perdió la comunicación. El celular de Alejandra estaba apagado, y la desesperación crecía con el paso de las horas y luego de los días. Nadie sabía nada de ella ni del camión. No podía contactar al chofer, ya que no lo conocía; era nuevo, pues el anterior había dejado el trabajo. Abigail no había visto al nuevo conductor, ya que cuando llegó a su casa, él no bajó del vehículo. Durmió en el camión y, horas después, emprendieron el viaje.
EN BUSCA DE SU MADRE
Abigail no podía quedarse de brazos cruzados esperando noticias. Los trámites la habían retenido un mes en Tarija, pero luego viajó a Cochabamba. Allí recorrió varios garajes para hablar con choferes, con la esperanza de que hubieran visto a su madre o al camión, pero sin éxito. También visitó trancas y surtidores en busca de cámaras de vigilancia que pudieran haber captado al chofer y a su madre. Sin embargo, la respuesta fue desalentadora: el almacenamiento de las grabaciones era de 15 a 20 días, y ya había pasado más tiempo.
Solo consiguió una grabación de la empresa donde cargaron las viguetas, en la que aparece su madre, aunque la imagen del chofer no era muy legible. Con las órdenes de captura del camión, concedidas según Abigail por la Fiscalía, fue a varias trancas para que retuvieran el vehículo si pasaba por allí. Le informaron que el motorizado había salido de Cochabamba con destino a Santa Cruz. En la tranca, registraron el nombre de un hombre como el conductor del camión, ya que presentó su licencia. Se solicitó información al Servicio General de Identificación Personal (SEGIP), lo que permitió obtener la dirección del supuesto conductor. Abigail, entonces, viajó a El Alto, La Paz, para buscarlo. La familia del hombre le aseguró que él no era un chofer y que tenía problemas con el alcohol. Además, notó que la foto del carnet era bastante diferente a la que se veía, aunque poco legible, en la cámara de vigilancia de la empresa donde cargaron las viguetas. Esto hizo suponer que el conductor que estaba con su madre pudo haber usado un documento que no era suyo.
PRIMER CIERRE DEL CASO
Nadie supo darle respuestas sobre el paradero de su madre ni del camión. Cinco años después, el caso se cerró. Le comunicaron que había sido “archivado”. “Durante todo ese tiempo, nosotros seguíamos presentando memoriales, preguntando qué pasaba, por qué no se solicitaba ayuda a Cochabamba para continuar con la investigación. Finalmente, nos informaron que el caso había sido cerrado, lo que acabó con las esperanzas que teníamos. Nos dijeron que ya no podíamos presentar memoriales y que todo había sido transferido a una oficina donde se archivan los casos que nunca llegan a ser resueltos”.
CAMIÓN LOCALIZADO Y PERDIDO DE NUEVO
Desde la desaparición de su madre, Abigail ha visitado garajes en cada viaje que realiza. Se quedaba a conversar con choferes, muchos de los cuales conocían a su mamá, con la esperanza de obtener información sobre ella o el camión, lo que podría ayudarla a esclarecer qué ocurrió con su ser querido. Aunque creía que el camión estaba en Cochabamba, un conductor le informó que lo había visto en Santa Cruz. Al principio pensó que podría haber sido un error, pero otra persona en Tarija le proporcionó la misma información tiempo después. Esto la llevó a viajar a Santa Cruz por primera vez en enero de 2017. Acompañada de su esposo, recorrió varios garajes en Montero, Warnes y en la ciudad misma. En uno de esos días, hicieron una ruta en moto, y como llovió, decidieron alojarse en un hospedaje.
Al amanecer, Abigail pidió a la encargada del lugar que le permitiera secar su ropa en el patio del garaje. Grande fue su sorpresa cuando vio el camión de su mamá estacionado allí. Ella recordaba todas sus características. Alertó a los funcionarios de la Dirección de Prevención e Investigación de Robo de Vehículos (Diprove), quienes procedieron a secuestrar el vehículo. Se realizaron pericias, incluido un análisis químico, que finalmente – según Abigail – confirmó que el camión pertenecía a su madre.
Los tomos del proceso por la desaparición de su madre fueron trasladados a Santa Cruz, y el caso se reabrió. Las personas que tenían el camión, un padre y su hijo, afirmaron haber comprado el vehículo de buena fe, pero no proporcionaron más detalles. Abigail intentaba que, si su versión era cierta, al menos les dieran información sobre el vendedor y averiguar qué había pasado con su madre.
El proceso para recuperar el vehículo resultó ser tedioso. Abigail tuvo que regresar a Tarija y realizar viajes esporádicos para investigar el caso. En 2021, descubrió que el camión ya no estaba en los garajes de Diprove y que no quedaban pruebas de su presencia en ese lugar, ya que toda la documentación se había extraviado. Durante todo ese tiempo, la joven luchó por avanzar en el caso de su madre, intentando que se realizaran pruebas de luminiscencia para detectar posibles rastros de sangre en el camión, pero este había desaparecido. Además, el cambio constante de investigadores y jueces prolongó aún más el proceso.
DECEPCIÓN Y ÚLTIMO CARPETAZO
Abigail quedó profundamente decepcionada con la justicia ordinaria. “Ya me rendí. He visto de todo durante estos años, tanto en Tarija como en Santa Cruz y en Cochabamba. No tengo esperanzas de justicia; incluso si volviera a encontrar el camión, sé qué esperar. Tengo los documentos originales del vehículo, pero ni eso pudo ayudarnos. Hice todo lo que pude para encontrar a mi mamá, pero el caso fue nuevamente archivado. En Santa Cruz, no se realizó ninguna actuación adicional sobre mi mamá. Dijeron que la Fiscalía había hecho todo lo posible para encontrar a la persona desaparecida, más no encontraron los medios para dar con los involucrados, por lo que dieron el caso por cerrado”.
A Abigail y a su hermano solo les queda la esperanza de que en algún momento encuentren a su mamá. Por ello, piden a cualquier persona que haya tenido conocimiento sobre el hallazgo del cuerpo de una mujer en esos años, o que conozca de alguno en el futuro, que reporte la información a las autoridades pertinentes. En caso de que haya elementos que sugieran un posible vínculo, pedirán que se realicen pericias genéticas para confirmar o descartar si se trata de Alejandra.
Abigail recuerda a su madre con mucho cariño. Cuando desapareció, soñaba que su madre le decía: “búscame, búscame”. Sin embargo, después de lo ocurrido con el camión, revivió su luto y todo el dolor de la pérdida. En esos momentos, su madre le dijo en sueños que había hecho todo lo posible por encontrarla y que era hora de descansar. Ahora, Abigail guarda en su memoria los recuerdos de su madre y no pierde la fe ni la esperanza de que pueda ser encontrada para darle el último adiós.
DESAPARECIDOS Y OLVIDADOS POR LA JUSTICIA
Al igual que Abigail, hay familias en Bolivia que sufren la desaparición de sus seres queridos durante años, sin obtener respuestas. Este es el caso de Zarlet Clavijo, quien desapareció a los 17 años el 4 de junio de 2012 en La Paz; la niña Juliana Condori Hilario, que desapareció a los 12 años el 14 de julio de 2016 en La Paz; la bebé Daylin, que tenía tres meses cuando fue raptada el 23 de diciembre de 2021 en La Paz; y Wilmer Alvin Mamani Gabriel, quien desapareció a los 30 años el 31 de enero de 2023 en Cochabamba, cuando salió a trabajar en su trufi. Estos son solo algunos de los casos que reflejan el dolor y la incertidumbre que enfrentan muchas familias.
En este contexto, los datos de la Fiscalía General del Estado revelan que en 2023, se registraron en Bolivia un total de 1.359 hechos relacionados con delitos bajo la Ley No. 263 “Ley Integral Contra la Trata y Tráfico de Personas”, de los cuales el 73% correspondieron a delitos de trata de personas, sumando 989 casos.
Tomado de Opinión