Crónica política de la semana
Del libertarismo masiperonista al rearme ideológico post-Milei
La batalla por la sigla del MAS es también por la lucha contra las ganancias ilícitas y por el legado histórico, que temen se parezca demasiado al que está dejando el peronismo en Argentina
Semana de guerra (política) de posiciones en Bolivia a cuenta del tsunami ideológico llegado desde Argentina y de la lluvia, que ha hecho su trabajo de todos los años justo en el momento en el que se empezaba a entrar al fondo de la cuestión: el modelo agroindustrial instalado a golpe de chaqueo y en nombre de la “ampliación de la frontera agrícola”.
En la política interna, la semana empezó de nuevo con la viabilidad o no del reformulado presupuestario con el que el Gobierno introducía unos cien millones de dólares para gastos diversos, pero donde pretendía colar de contrabando, por enésima vez, una disposición a favor de la lucha contra el enriquecimiento ilícito. Eran los artículos 6 y 7 dando competencias a la Unidad de Investigación Financiera para hurgar en cuentas privadas, algo que los organismos internacionales que guardan la plata llaman “control de capitales” y están exigiendo con saña, cuando no con chantaje sobre los diferentes créditos internacionales.
El asunto no es menor y está en la raíz del problema de la división del Movimiento Al Socialismo (MAS): mientras Arce insiste en alinear al país con el FMI para salir de la consideración de paraíso fiscal, los más cercanos a Morales argumentan cuestiones de soberanía para rechazar la injerencia de esos mismos organismos. Nada es tan simple como “luchar contra el blanqueo”, aunque los argumentarios se pasan de simplones.
Las oposiciones de Carlos Mesa y Luis Fernando Camacho han hecho de necesidad virtud, y tal vez sin entrar al fondo (aunque también) aprovechan para ahondar en un asunto que erosiona al gobierno y al partido azul.
No está claro qué piensan de todo esto los nuevos liberales subidos a la moda de Milei y que tratan de abrir un espacio en Bolivia. El pasado fin de semana se reunieron en Santa Cruz por llamado de Antonio Saravia, al parecer el nuevo delegado del Atlas Network para Bolivia tras el agotamiento de Tuto Quiroga. Las crónicas hablan de mucho entusiasmo, pero escasa afinidad: Milei creció en dos años – más un tiempo considerable de plató en plató de televisión -, sobre un caldo de cultivo preexistente, en Bolivia donde no existe un Estado proveedor y la fiscalización se aplica con discrecionalidad absoluta, va a tener difícil engendrar ideas liberales sobre un páramo de naturaleza conservadora y que suele ahondar en la identidad con fines excluyentes.
Masismo y peronismo
Pese a que todos los foco están puestos sobre la victoria de Javier Milei, en el partido de gobierno los análisis giran, en realidad, sobre lo sucedido con el peronismo kirchnerista.
Trazar paralelismos no es difícil: Néstor Kirchner asumió el poder en 2003 en medio de una gigantesca crisis económica, social y política, mientras que Evo esperó dos años más, aunque el origen de la crisis en ambos países es el mismo: el colapso del neoliberalismo de la escuela de Chicago.
Los Kirchner, en continuidad, construyeron un mandato largo similar al de Morales, que solo cedieron en 2015, a un Mauricio Macri que llevó al país a un colapso mayor por lo que volvieron a ganar sin demasiados apuros en 2019, tal como el MAS perdió el poder en 2019, por otros métodos, y lo recuperó en 2020 ante el calamitoso gobierno de Áñez.
La recuperación del poder en la Argentina, entregado a un funcionario gris como Alberto Fernández, ha acabado en haraquiri, aunque la elección de un candidato político profesional que además era Ministro de Economía no le ha ayudado al peronismo.
Obviamente los evistas argumentan que la suerte de un candidato como Arce, simbiosis perfecta de Fernández y Massa, pone en riesgo la continuidad del proceso y en esas, se erigen como la única alternativa a lo que sea que conforme la oposición boliviana. En el arcismo, mientras tanto, callan.
La oposición formal, más allá de la libertaria en construcción de la que hablábamos, se mantiene prudente. Samuel Doria Medina y su Unidad Nacional está prácticamente ausente, muy enfocado en conectar con los jóvenes en vivo y en redes, pero difícilmente habrá renunciado a lo que considera su misión de vida. Carlos Mesa calcula los tiempos mientras se enfoca en hacer una oposición útil y Luis Fernando Camacho bastante tiene con gestionar Santa Cruz desde Chonchocoro mientras calla con el asunto de la “nueva relación con el Estado”.
Los tiempos en Tarija se ajustan
El ruido que ha hecho el último pulso entre la Gobernación y la Alcaldía, que ha certificado el deceso de la alianza Unidos, ha dado alas a otros políticos que estaban al acecho: en Bolivia los políticos nunca se retiran, y estamos en el plazo perfecto, dos años y medio hasta las elecciones departamentales y municipales de marzo de 2026.
Johnny Torres suena para alguna aventura nacional, pero normalmente buscará reelegirse en la Alcaldía; Óscar Montes difícilmente volverá al ostracismo tras los cuatro años que pasó tras dejar la Alcaldía y en Camino al Cambio, que se mantiene con Montes, se baraja la conversión definitiva en un partido municipalista que ponga todas sus expectativas en la Alcaldía.
De paso, Todos ha levantado la patita, con Adrián Oliva y Wilman Cardozo recordando que no sacaron su personería para dejarla en el olvido a las primeras de cambio.
Y también Rodrigo Paz revisa de reojo por si cabe revancha.
Sin duda, queda largo partido.