Tres tristes críticos: Barbie y la pobreza del debate progresista
Utilizo el término “progresista”, en su acepción política tradicional; la de la búsqueda de la concreción de la idea del “bienestar”, y de manera concreta en la actualidad, como la reafirmación de los postulados democráticos básicos: el respeto a los derechos humanos, la igualdad de géneros, el respeto a la naturaleza, la defensa de las minorías, etc.
Un de las páginas de calificación de películas más prestigiosas, divide sus opiniones en dos segmentos: el resumen de las criticas de cine “profesionales” (adscritas a algún medio de comunicación relevante del mundo), y las críticas de los usuarios registrados a la página (criticos amateurs podríamos decir). En el primer segmento la unanimidad sobre la alta calidad de Barbie, el mega éxito de la realizadora Greta Gerwig, estrenado hace dos o tres semanas, es casi absoluta: de un total de 74 artículos reseñados, 61 dicen que es buena, 9 que es regular y tan solo 4 que es mala. Las criticas en general alaban su construcción narrativa, su humor, su factura visual, virtudes aupadas todas en su discurso reivindicacioncita del feminismo. Sin embargo, en el segmento de los usuarios la situación es completamente distinta: de las 220 criticas registradas, apenas un puñado positivas; y en el grupo mayoritario las opiniones preponderantes están expresadas en calificativos tales como “panfleto”, “estúpida”, “decepcionante”, etc.
Si observamos la realidad con un lente amplio, nos daremos cuenta de la paradoja implícita que trae consigo el estreno de Barbie; su éxito arrollador, económico y crítico (sinónimo de prestigio intelectual) parecieran indicarnos que el feminismo se encuentra en su cenit; que finalmente se ha vuelto preponderante en la ideología mundial…. y sin embargo eso ocurre justamente en un momento en que, en la realidad, el mundo se llena de movimientos políticos que lo repudian y tratan, y en algunos casos logran, la sepultura de sus conquistas (Trump, Meloni, la abrogación del aborto en Estados Unidos, etc.). Incluso el emblema del entretenimiento, Disney, es amenazada por sus convicciones liberales, en su propio terreno, cuando el ultraconservador gobernador de La Florida De Santis, pretende quitarle los privilegios administrativos y comerciales que tiene en la ciudad de Orlando.
Esa diferencia entre el “discurso dominante” y la realidad, también la encontramos en otros ámbitos. En el caso de la lucha por la conservación de la biodiversidad y contra el cambio climático, vital para la supervivencia de la humanidad, por ejemplo, podemos advertir que nunca como antes el mundo parece haber cobrado conciencia acerca de su importancia, y sin embargo también, nunca como antes, en los hechos, los seres humanos hacemos tanto por destruir el planeta. Todos los años los lideres mundiales realizan cumbres, los científicos y activistas hacen foros, las empresas multinacionales sin distinción de rubro y nacionalidad se vuelven ambientalistas y, sin embargo, al mismo tiempo, los millones de hectáreas de deforestación aumentan, las emisiones de gases que incrementan el efecto invernadero se acentúan, etc.
Nunca antes se habló tanto de los problemas que nos aquejan como sociedad, nunca antes se los enfrentó en forma tan poco efectiva. Nunca antes el “progresismo” se asemejó tanto a una carcasa vacía de contenido.
¿En qué consiste el feminismo de Barbie?, ¿en decir que “las mujeres debemos estar unidas”, que “se nos exige ser lindas, pero no amenazadoras al mismo tiempo” ?, ¿en su testimonio de que las mujeres “lindas” también pueden tener crisis existenciales?,¿en la inclusión de una mujer de talla ancha, en el universo de mujeres esbeltas?
Hace más de cien años ser sufragista era un riesgo para cualquier mujer. Hasta hace unos diez, autodefinirse como feminista era incomodo en la mayor parte de los círculos sociales. Hoy en día basta con comprar una entrada, simpatizar con una muñeca tradicional y vestirse de rosado para considerarse como una “feminista” completa.
Evidentemente vivimos en un tiempo en que las elites intelectuales, por lo menos en el mundo occidental, han adoptado el “progresismo” como emblema formal; pero el problema es que al carecer (por su timidez y chatura) de la capacidad para cambiar la realidad en los hechos, generan descontento en la gente de la calle y abren el camino para que las posturas ultraconservadoras se vayan imponiendo poco a poco; de ahí el auge de los movimientos ultraderechistas.
Está claro, que una película que recauda más de mil millones de dólares, y que impulsa arrolladoramente la venta del principal producto de una multinacional, es un éxito económico, y puede que incluso tenga alguna que otra virtud formal. Pero el que además sea proclamada como representativa de un pensamiento de avanzada, evidentemente es una muestra de los bajos estándares de la elite “progresista”. Algo así como la satisfacción del conductor del tractor que coloca una calcomanía de una hojita verde en su parte delantera, para luego montarse detrás del volante y dirigirse satisfecho a arrasar algunos cientos de hectáreas de bosque tropical.