Los sueños de San Roque
San Roque se lo ha llevado - Despedida a Félix Rivera
En el culto antiguo de San Roque hay un dicho: “San Roque se lo ha llevado”. Se lo aplica cuando uno tenía un niño que estaba al borde de la muerte y se lo llevaba a San Roque para entregárselo a sus pies, para ver si se lo llevaba o lo curaba
Ayer jueves a las 5 de la tarde falleció don Félix Rivera, presidente de los chunchos de Tarija. El sol todavía brillaba sobre la ciudad. Edith, su hija, me llamó para avisarme. Todavía tengo un nudo en la garganta y los ojos húmedos al escribir esto. Don Félix había tenido una complicación con sus pulmones y ya hacía casi un mes que estaba en terapia intensiva. Cuando uno está así el tiempo pasa como si no existiera. Don Félix y su señora habían sobrevivido un ataque de Covid cuando la pandemia estaba en su fase mas fuerte. Este fue, supongo yo, una consecuencia de eso.
Yo sé que cuando volví de La Paz los chunchos sabían que don Félix estaba delicado. Los escuchaba hablar en voz baja en los rincones cuando había reunión. ¿Cómo está don Félix? me preguntaban y se preguntaban entre ellos. Pero nadie sabía realmente. Estaba en terapia intensiva y no se lo podía visitar. Se notaba la preocupación en el aire. Muchas veces se me aproximaron don Mauro y don Ivar a preguntarme a mí si sabía algo; y yo les contaba lo poco que había podido averiguar de Edith, su hija.
Don Mauro y los dos Ivar son los maestros de danza de los chunchos, los últimos chunchos viejos de la tradición de don Aurelio Arce. Don Ivar me dijo incluso que don Félix era su menor, y que él siempre lo molestaba para que se ponga guapito. “Se ha envejecido arto desde que le ha dado el Covid”, me comentó.
Don Maurito casi me hecho llorar este Encierro de San Roque, no sabía si realmente nos íbamos a volver a ver al año. El tiempo pasa y nos vamos volviendo viejos. Llega una edad en la que uno se vuelve dolorosamente consciente de que no somos eternos. Don Mauro me comentó que cuando era niño su mamá le preguntó si podía entregarlo a San Roque. Tenía una enfermedad que no lo dejaba levantar; ya había estado más de un año postrado en cama. “Quiero entregarte”, le había dicho, “para ver si San Roquito te lleva con él o te cura”. Ahora, toda una vida después, don Mauro sigue aquí.
Don Félix también se entregó a San Roque. Me cuenta que cuando era joven había ido a comer pescado y se había atragantado con una espina. Tosió, tragó, chupó limón, comió papa, comió mote, se metió los dedos, se metió alicates, vomitó, fue al médico, lo revisaron, no encontraron nada y don Félix se moría. Su garganta estaba cada vez más inflamada y ya casi no podía tragar ni saliva. Así que se fue solito a San Roque y ahí, en el atrio de la iglesia donde bailan los chunchos se arrodilló y con lágrimas en los ojos le pidió a San Roque que lo salvara. Le rezó en silencio y se paró. El sol del atardecer pintaba de rojo el cielo sobre la iglesia. Se dio la vuelta y no dio ni tres pasos cuando empezó a toser y la espina salió disparada. De eso hace más de medio siglo.
Don Félix nunca fue chuncho. Dice que hizo la prueba pero que no aguantó cómo los trataba don Aurelio, que era un hombre duro y los mantenía reglita a los chunchos que bailaban bajo su comando. “Pero hice la prueba”, me dice recordando esos tiempos. Don Félix era muy devoto y siempre ayudaba a organizar la procesión. Se hizo conocer por el mayor Jijena cuando estaban tratando de poner orden luego de la partida de don Aurelio, primero, y de don Humberto después. Él fue el que llevó los chunchos al Lazareto. Tenía mil y una historias para contar. Los chunchos de San Roque lo escogieron para que reemplace al mayor Jijena como presidente de los chunchos cuando este ya no estaba y nunca los decepcionó.
Don Félix era curandero y médico tradicional. Él estuvo cuando se formó la asociación de médicos tradicionales de Tarija bajo el gobierno de Evo Morales. Él me contó que lo conoció cuando era chango jugando fútbol en un encuentro nacional de médicos tradicionales en Oruro. Y me dijo que entonces él le había dicho “vos vas a ser presidente de Bolivia”, lo había visto. Eso había sido toda una vida antes de que efectivamente Evo Morales se convirtiera en presidente. Cada vez que San Roque me hablaba yo le iba a contar a don Félix para que me diga que no estoy loco.
No puedo decir que fue un padre para mí, porque para eso se necesita mucho. Pero fue lo mas cercano a eso que me pueda imaginar. Fue mi confidente y lo extrañé mucho esta ultima temporada cuando necesitaba consejo en tiempos difíciles. Ahora ya nunca lo podré llevar al Cusco para que conozca otros chunchos. Recuerdo que la ultima vez que lo vi estaba demacrado.
Fue poco antes de que yo vaya a La Paz para la feria del libro con un stand de San Roque, representando a Tarija. Me dijo que lo lleve, que quería ir cuando yo esté allá.
Es un sentimiento raro cuando alguien querido se muere. Ahora a la familia Rivera les toca aguantar el dolor de la partida de su padre y esposo. Les deseo toda la paz del mundo para poder encontrar su recuerdo en su memoria. Si de algo les sirve, les hago recuerdo del dicho viejo aquí en Tarija: “San Roquito se lo llevó”.
Que Dios lo tenga en su gloria.