La gestión llega a su fin
Oliva y cómo gobernar contra las siete plagas en Tarija
El Gobernador se despide seis años después dejando obras concluidas y programas en marcha y habiendo rebajado sustancialmente la deuda heredada en una gestión donde sobrevivir ya era una tarea titánica



Antes de entrar, dejen salir. Este lunes se despide de la Gobernación de Tarija Adrián Oliva, un político precoz y audaz, mejor en la distancia corta que en la representación popular y que a los cuarenta y poco se aleja de la política después de una trayectoria meteórica que se estrelló contra la pandemia.
La crisis política de 2019 permitió un año extra de gestión, haciendo de Oliva el Gobernador que más tiempo ha permanecido en el cargo y que será difícil de superar salvo que alguien repita en el cargo. En cualquier caso, la irrupción del Covid acabó por desfigurar todas las percepciones.
Tanto Oliva como sus colaboradores sacan pecho por lo ejecutado en un contexto altamente complicado tanto a nivel económico como político.
Unos gustan en contar en kilómetros de carretera, los que suman algunos caminos más o menos vecinales, como el de Erquiz o Yesera y otros más vertebrales y estratégicos, como el de Matadero, la vía Puerta del Chaco – Canaletas, la Palos Blancos – Choere o la Bermejo – San Antonio.
Otros gustan en contar infraestructuras físicas, unas más útiles, como el hospital Materno Infantil, el del Quemado, el Fray Quebracho o la planta de aguas de San Blas y otras menos, pero obligatorias por el avance que tenían, como el Velódromo o la Piscina Olímpica.
Otros prefieren contar programas que han venido a cambiar el concepto de institución de servicio público, como el Fondo Oportunidad, que da crédito a gremiales y pequeños emprendedores o como las Becas que promocionan la educación de alto rendimiento con compromiso de retorno, además de otras iniciativas que han servido para conocernos mejor, como los trabajos con los indicadores de Bienestar o de Pobreza Multidimensional.
Sin embargo, la mayor tarea llevada a fin por Adrián Oliva y su reducido grupo de colaboradores ha sido, precisamente, sobrevivir hasta el final, pues las dificultades han sido numerosas y eso ha condicionado la gestión en todo momento.
Un mundo de dificultades
Analistas y colaboradores coinciden en señalar al menos siete factores con los que Oliva ha tenido que lidiar durante los seis años de gestión, y es de ese conflicto del que emana el resultado final, que aún con todo lo vivido, se califica como exitoso: la herencia recibida, el Gobierno nacional, la alianza UDA, la Asamblea, los municipios, Jeanine Áñez y el covid.
El principal problema que Oliva y su equipo debieron enfrentar fue la crisis económica original. En 2014 el barril de petróleo ya experimentaba una caída en picado desde precios superiores a los 120 dólares a los 30 que acabaría tocando en enero de 2016, lo que tuvo un impacto sustancial en la reducción de ingresos por la vía de regalías.
Esto no hubiera sido nada si no se estimase que había cerca de 8.000 millones de bolivianos en compromisos adquiridos por el Gobernador interino saliente, Lino Condori, y que comprendía desde contrapartes a proyectos del Gobierno Nacional hasta licitaciones respaldadas con tristes certificaciones de disponibilidad presupuestaria.
La existencia de muchos proyectos con buen avance impidió la posibilidad de hacer una purga completa y más bien se optó por un trabajo quirúrgico proyecto por proyecto para eliminar o bien buscarle financiación aparte. El Gobierno nacional dispuso algunos fideicomisos que permitieron aliviar la carga mientras que demoró meses en aprobar el endeudamiento privado – que después hubo que negociar también con los municipios y ejecutivos seccionales proyecto por proyecto para lograr la aprobación en la Asamblea.
Oliva ha estimado que deja unos 900 millones de bolivianos en deuda, frente a los 8.000 que recibió, luego de haber logrado entregar algunos proyectos, rescindido otros, contratado los créditos y fideicomisos y haber logrado reformar operaciones con los constructores asumiendo la deuda y un compromiso de pagos. Sin embargo, el posicionamiento del concepto de crisis acabó jugándole en contra.
UD-A
La relación con los aliados de UD-A también marcó la dinámica de la legislatura, sobre todo los primeros años. Oliva ganó la Gobernación en la segunda vuelta luego de lograr una alianza con Luis Alfaro, el candidato que acabó en tercer lugar con un 13 por ciento de la votación y que esencialmente le había restado ese porcentaje al MAS, ya que Alfaro fue uno de los pilares sobre los que se edificó el MAS en Tarija. A cambio, Alfaro encontró un asiento en el gabinete, concretamente en la cartera de Gobernabilidad, además de tener otra para Fernando Barrientos en Desarrollo Productivo.
Esto provocó un cisma acelerado en la alianza UD-A, que esencialmente formaba el partido de Mario Cossío, Camino al Cambio, y que ya había tragado con la presencia de Wilman Cardozo en lugares privilegiados. Camino al Cambio consideraba tanto a Cardozo como a Alfaro responsables de la caída de Mario Cossío.
Apenas unas semanas después de la posesión, Luis Pedraza ventiló críticas a Oliva tras haberle negado la cartera de Coordinación Gubernamental y a fin de ese año se escenificó la ruptura con Camino al Cambio en pleno. Oliva siempre defendió que no admitía tutelas en su gestión, Camino al Cambio lo tildó de “traidor”, en cualquier caso, se abortó la posibilidad de consolidar un solo frente político en el departamento.
Gobierno electoralizado
Oliva llegó al poder hablando de una relación de respeto cooperativa con el Gobierno nacional mientras que el MAS le hacía campaña señalando que era un “agente de la CIA”. Evo Morales nunca escondió su antipatía por Oliva, que lo situaba lo más a la derecha del arco político boliviano, y la escasa cordialidad llegó hasta la campaña del referéndum de febrero de 2016, cuando Oliva acabó por posicionarse en contra de la reelección del Presidente a pesar de las presiones y los condicionamientos.
Aquello acabó de arruinar cualquier negociación sobre el denominado Plan de Rescate que la Gobernación había ideado para salvar la gestión, las reuniones se redujeron al mínimo y la interlocución con el ministro de Economía, Luis Arce Catacora, se volvieron tormentosas. Cualquier pequeña acción se volvió un conflicto. Oliva y Morales apenas volvieron a coincidir en un acto público, ni siquiera en el 15 de abril, donde se armaron agendas paralelas, y a duras penas se lograron arrancar los fideicomisos, siempre dando su parte de protagonismo al Gobierno.
La Asamblea
El resultado de la baja votación en primera vuelta produjo una gran desventaja en el hemiciclo, donde el Mas sumó 16 de los 30 curules de forma directa, además de tener mucha ascendencia sobre los tres indígenas y los dos de ISA, por lo que cualquier negociación estuvo de entrada perdida y más a partir de la ruptura de la propia bancada de ISA.
Desde las carteras de Gestión Institucional y Coordinación lograron desactivar en buena medida la deriva polarizante y se logró coordinar algunos asuntos al inicio de la gestión, como la Ley del Órgano Ejecutivo, y también capear algunos intentos de torpedear la imagen de Oliva, como cuando la polémica interna del MAS por la reformulación de la Ley del 45 por ciento de las regalías que van al Chaco y que demandaban las provincias de O´Connor y Arce, siendo un tema nacional, se trató de endilgar al nivel departamental.
La relación posterior ha sido fría y basada en la transacción, la Asamblea apenas ha revoloteado cuando se trataba de aprobar presupuestos o algún crédito vinculado a los recursos, mientras se escondió para asuntos clave como la Ley Electoral.
Los municipios del débito
La crisis económica y la nueva configuración territorial blindada por el Estatuto desactivó el frente de los subgobernadores, que pese a tener altos perfiles políticos – Walter Ferrufino, Never Vega, Johnny Torres, etc., - perdieron peso estratégico, sin embargo, las alcaldías pasaron a convertirse en el látigo atizador.
Álvaro Ruiz desde la alcaldía de Uriondo y la Asociación de Municipios de Tarija logró articular una estrategia de asfixia económica que ataba de pies y manos a Oliva y lo obligaba a negociar, fue con la Ley del 8 por ciento, el texto legal que desarrollaba supuestamente el punto de los proyectos concurrentes existente en el Estatuto pero que se limitaba a entregar un 1 por ciento del presupuesto a los Municipios casi en condiciones de libre concurrencia, e incluía la cláusula del débito automático ejecutado por el Ministerio de Economía, con quien Ruíz tenía excelentes relaciones. El escaso margen que tenía Oliva para operar de una forma diferente quedó sepultada bajo esta cláusula.
Jeanine Áñez
Oliva tomó partido pronto y se alió con Carlos Mesa para la elección de 2019 y, de igual manera, brindó cobertura a las movilizaciones posteriores de aquella cita electoral que derivaron en la renuncia de Evo Morales el 10 de noviembre de ese año.
Después respaldó el Gobierno de Jeanine Áñez y, en el momento de la política, decidió saltar a su lado en la alianza Juntos dejando atrás a Carlos Mesa. En aquella alianza encontró también a UNIR de Óscar Montes. Oliva se quedó hasta el final y apareció en el mensaje de declinación de la Presidenta. La justificación siempre tuvo que ver con la necesidad de “un Gobierno amigo” para Tarija, sin embargo, no se lograron destrabar ni los principales temas trabados – solo hubo compromisos sobre el SIN, la variante Canaletas o San Jacinto – y peor, en la pandemia no se recibió un mínimo de auxilio esperado.
La pandemia
Como si no hubieran pasado cosas en su gestión, a Oliva también le estalló la pandemia en la recta final, lo cual tuvo sus efectos. La gestión inicial fue buena a pesar de las torpezas del Gobierno, que aplicó una cuarentena excesiva cuando no había ni un solo caso en Tarija. Oliva logró movilizar recursos para incorporar unidades de Terapia Intensiva convirtiendo a Tarija en el departamento mejor dotado del país, además, apostó por las pruebas rápidas para anticiparse y cortar la cadena de contagios e incluso vio la oportunidad de lograr vacunas antes que el Gobierno Nacional. El dato que absuelve a Oliva en este caso es el de haber tenido la letalidad más baja del país, sin embargo, la realidad y la percepción no siempre van por el mismo camino y la fatiga pandémica acabó jugando el mismo papel que en otros lugares del mundo.
Un pequeño y leal grupo de colaboradores
Si por algo se ha caracterizado la gestión de Adrián Oliva ha sido por contar con un pequeño y leal grupo de colaboradores que no ha cambiado prácticamente nunca y que, aunque hayan ido, han acabado volviendo.
La columna vertebral la formaban Waldemar Peralta en Coordinación, Carlos Saavedra en Comunicación, Yamil García en Justicia y José Luis Gandarillas en la asesoría general. A eso se sumaban el fallecido Rubén Ardaya en Coordinación Institucional, Karym Leyton en Planificación y Manuel Figueroa en Economía.
Oliva ha sabido mantener en cargos clave a técnicos solventes, como Ana María Barja en Obras Públicas, mientras que hizo fichajes relevantes, como Óscar Farfán, quien impulsó la Agencia de Desarrollo que debía haber volado si la Asamblea hubiera aprobado la Ley de Alianzas de empresas públicas y privadas.
Tres secretarios fallecieron en el ejercicio del cargo, el propio Ardaya, el propio Farfán, ambos por Covid, y Fernando Barrientos, de Desarrollo Productivo, al principio de la pandemia tras luchar contra un cáncer. Este aspecto ha resultado muy duro a nivel personal y anímico para el ejecutivo de Adrián Oliva en general.