Vida en pandemia
Los niños trabajadores en Tarija y la inalcanzable educación virtual
La situación se ha puesto aún más complicada para ellos, pues si bien algunos lograban ir a la escuela con el sueño firme de ser profesionales, hoy en día el Covid-19 les ha dado un golpe bajo, pues de medios digitales para continuar con las clases a distancia ni hablar



El trabajo infantil es una cruda realidad en Tarija que ha existido desde siempre, pero que en los últimos tiempos se ha intensificado con la crisis. Cuando muchos niños podían estar en sus casas escondiéndose del virus, decenas de menores luchaban por ganarse el pan diario, apenas armados de un barbijo improvisado. Hoy continúan en las calles tratando de ayudarse a sí mismos y a sus familias.
Pero la situación se ha puesto aún más complicada para ellos, pues si bien algunos lograban ir a la escuela con el sueño firme de ser profesionales, hoy en día el Covid-19 les ha dado un golpe bajo, pues de medios digitales para continuar con las clases a distancia ni hablar. Muchos se han resignado a no estudiar este año.
Un aspecto que ya anteriormente afectaba negativamente la realidad de los niños trabajadores era el hecho de que en la escuela encontraban poca comprensión de parte de los profesores. Generalmente los niños trabajadores priorizan el estudio y se esfuerzan “pero son esos niños los que llegan tarde a clases, cansados, sucios, o con los cuadernos manchados”, explica el sociólogo Daniel Vacaflores, en su investigación “Situación y perspectivas laborales de niño/as y adolescentes trabajadores (NATs) en la ciudad de Tarija”
Los niños trabajadores son solidarios y se cuidan entre ellos, es una experiencia que los vuelve muy sensibles ante la realidad de aquellos que están en su misma situación
Agrega que el sistema educativo no está diseñado para ellos, peor aún ahora que no tienen posibilidades de conectarse al estudio online. Pero sumado a la incomprensión de los educadores siempre estuvo presente la discriminación de otros niños.
“Mis mejores amigos fueron aquellos que tenían la misma realidad que mí. No me iba donde los compañeros que tenían todo. Con mis amigos no me sentía excluida porque teníamos una realidad común. Siempre he tratado de poder relacionarme bien con todos, pero siempre había un rechazo de los demás hacia mí”. Esta fue la vivencia de Sonia de doce años.
“Yo tenía mi amiga con la que trabajábamos juntas, ella dejó el colegio y por eso mi mami ya no quiso que trabaje yo porque decía que igual iba a dejar los estudios-cuenta otra menor llamada Claudia -pero yo quiero estudiar”, afirma. El último trabajo de Claudia fue en una carpintería y confiesa que lo dejó porque ya estaba muy cansada y le costaba levantarse para ir a trabajar. Más aún, ahora no tiene los medios para continuar estudiando.

Respecto a la nueva realidad Verónica dice que la “educación por celu” no está a su alcance, pues son cuatro hermanos y solo su madre tiene un celular, pero sin cámara. Por lo que ha decidido dejar sus estudios en este año. “Mi mamá me ha dicho que al año nomas, que ya va ser normal”, cuenta.
Como estos niños hay muchos, Marfa tiene tres hijos y hasta ahora no ha conseguido los medios para lograr que se conecten a sus clases. Muy preocupada afirma que ya han dado examen y llora al no saber qué hacer. Cuenta también que ha llamado a las maestras en repetidas ocasiones para explicarle su situación, pero no ha recibido respuesta. Su esperanza ahora está cifrada en las computadoras Kuaa que el Gobierno anunció entregaría a los estudiantes.
No existe un número exacto de niños trabajadores identificado, pero se sabe que son muchos más de los que se visibilizan.
Rubros en los que trabajan los niños
En Tarija los niños se dedican fundamentalmente a la revenda de productos como los vendedores de bolsitas, cuando son muy pequeños, entre los 8 y 10 años; hacen labores de “changueritos” (cargadores), además de ayudantes en diferentes oficios y rubros.
El denominador común en la experiencia de vida de los niños que trabajan es la necesidad económica que repentinamente enfrenta al niño o niña con la realidad de que hay que trabajar para obtener dinero, por lo que se produce un momento en el que asume consigo mismo la responsabilidad de trabajar para apoyar a la familia.
Ese momento inicial que puede ser traumático cede ante la increíble capacidad de adaptación de los niños y adolescentes a esa nueva realidad. “A mí me gustaba mucho trabajar, me acostumbré rápido, pero sé que no siempre es así, hay niños que sufren mucho porque en la escuela se burlan de ellos, les dicen: te he visto vendiendo bolsitas en el mercado y se ríen, ellos se sienten mal y a veces lloran”, dice Manuela de trece años.
Este tipo de situaciones motiva a que los niños que trabajan se busquen amigos en su misma situación en el colegio y se agrupen espontáneamente. De acuerdo a los expertos, mientras más jóvenes es más difícil que puedan analizar y comprender su propia realidad, lo cual mejora a medida que pasa el tiempo y crecen, y comienzan a valorar sus experiencias desde una perspectiva más madura y muchas veces incluso positiva.
Los niños trabajadores son solidarios y se cuidan entre ellos, es una experiencia que los vuelve muy sensibles ante la realidad de aquellos que están en su misma situación.
La declaración de Claudia Choque para la investigación “Situación y perspectivas laborales de niño/as y adolescentes trabajadores (NATs) en la ciudad de Tarija” engloba la incidencia positiva del inicio temprano en el mundo laboral de los niños y adolescentes.
“He aprendido a valorar más lo que tengo, a administrar mis recursos, a valorar mi trabajo, todo lo que tengo, valorar mi estudio porque me costaba. ¿Para qué voy a ir al colegio si no lo voy a aprovechar? Valorar lo poco que tengo, hay personas que no tienen. Valorar la vida, y mi familia (mis hermanos). A diferenciar lo malo de lo bueno. Hemos crecido en las calles y sabemos lo peligroso y no peligroso. La calle nos ha hecho fuertes a nosotros para enfrentarse a todo lo que nos venga en la vida. Ya lo hemos vivido todo, como observadores o protagonistas”, señala un testimonio.
Uno de los aspectos negativos es la falta de tiempo para el juego, sin embargo los niños encuentran los espacios en su apretado horario entre la escuela y el trabajo
De acuerdo a la investigación de Vacaflores tienen “una variedad de gustos tan amplios como también tan comunes, siguiendo la moda y aferrados a los símbolos de estatus que su grupo y su generación identifican como tales”.