Algunos universitarios han tenido que gastar hasta Bs 10 por día, para poder pasar clases
Pasar un semestre, la travesía en la "Saracho" de Tarija
Entre comprarse crédito para estudiar y algo para comer, esa fue la situación de muchos universitarios durante la pandemia, que obligó a abandonar el semestre hasta al 30% de los estudiantes



Las promesas, un jugoso porcentaje del Impuesto Directo a los Hidrocarburos (IDH) y tener un campus con WiFi, no impidieron que muchos estudiantes de la Universidad Autónoma Juan Misael Saracho (UAJMS) optaran por abandonar el semestre y en muchos casos hasta sus carreras. Es el caso de una estudiante de quinto año de Derecho, que al verse sin trabajo en la pandemia y con lo justo para comer, llegó a pensar que invertir cinco pesos en internet era un gasto que no podía tener, cuando las necesidades definitivamente eran otras.
Un 12 de marzo, en Bolivia no solo se suspendieron los vuelos y se cerraron fronteras, en la misma jornada se conoció que las puertas de colegios y universidades del país se cerraban, hasta hoy las mismas no se abren. Esto ha dejado en evidencia la fragilidad del sistema educativo y su acceso fácil para unos y desigual para otros.
Recorrer las calles anchas y polvorientas de Villa Montes en una bicicleta alquilada, simulando una especie de servicio delivery de tucumanas, nunca había estado en la mente de María. Sin embargo, eso le dio de comer a ella, a su madre y sus cuatro hermanos en los primeros meses de cuarentena rígida.
Quién pensaría en compra una tarjeta, que además dure un día, cuando hay tantas bocas por alimentar. “Gasto”; es la única palabra que se le venía a la cabeza a aquella estudiante, que, a un paso de ser abogada, prefería usar los 40 bolivianos ganados en comida para su familia.
La situación parecía ponerla entre la espada y la pared, dejar el semestre aparecía como una opción necesaria. Sin embargo, vendiendo hasta barbijos, logró conectarse al menos una vez por semana a cada clase, de esta forma impidió que su sueño de litigar no se esfumase.
Vivir en el campo también fue una desventaja. Rodrigo llegaba antes de las siete de la mañana a la “U”, y no era porque vivía precisamente cerca, al contrario, el transporte desde su comunidad, más allá de San Andrés, lo obligaba a levantarse temprano, pues si lo perdía, no habría posibilidad de que llegara a sus clases.
La situación en la pandemia se complicó cuando además de dinero, le faltó una computadora y un celular que al menos le dejara descargar más de tres aplicaciones, Zoom, Moodle y WhatsApp. Parece irreal que, en su quinto año de estudio, no cuente con una laptop.
¿Cómo le haces? Fue la pregunta que siempre le hicieron sus compañeros.
Él afirma que vivir en el campo no es lo mismo que estar en la ciudad, la señal siempre falla, sus tareas nunca llegaban, y aunque parezca “gracioso”, con su celular en mano tuvo que empezar a subir los cerros que rodean su casa para lograr alguna conexión.
La amistad fue fundamental, sus amigos lo ayudaron a avanzar, a imprimir y hasta llevar las tareas a la casa de sus docentes, que, en plena pandemia rígida, exigían trabajos en físico.
“No hablo sólo por mí, si no por muchos más que viven en el campo, no contamos con wifi y para comprarse megas hay que tener plata, pero uno tiene la mente positiva y se las tiene que arreglar de cualquier forma para salir adelante”, sostiene.
A 15 minutos de Padcaya, se encuentra la casa de Dennis, allí ella cuida a un bebé de casi un año, mientras su mamá sale a trabajar todos los días y su papá, desempleado desde que comenzó la pandemia, intenta realizar arreglos pequeños.
Decisión Entre comprarse crédito para estudiar y algo para comer, la situación de muchos estudiantes en la pandemia
Solo en sus clases de Zoom cada día gastaba en promedio 10 bolivianos al día. “Son como 200 bolivianos al mes, solo en mí, para mis hermanos es otro presupuesto”, dice, mientras recuerda que si bien nunca le faltó de comer, muchas veces el dinero que iba para comprar algo de carne, se destinó al internet.
Hace dos meses llegó la fibra óptica a la comunidad Colonia Linares de Bermejo, allí vive Ramón, otro estudiante de la UAJMS. En medio de la pandemia y con pocos recursos económicos, sus padres que se dedican a la agricultura, además de él y su hermano tuvieron que depender por un tiempo del sueldo de su hermana mayor que es doctora en la ciudad.
Incluso cuenta que por muchos días se internaba en el “monte” para buscar miel, pues por el Covid ésta se vendía a buen precio. Esto hizo que por casi un mes no pudiera entrar a las clases virtuales, pues su principal objetivo en aquellos días era encontrar un sustento para él y su familia.
Usar el celular como computadora, otro problema
La falta de internet, equipos y docentes actualizados en el uso de las TICs hizo que pasar un semestre en la Universidad Autónoma Juan Misael Saracho se convierta en toda una travesía para algunos estudiantes en medio de la pandemia.
El vicepresidente de la Confederación Universitaria Boliviana (CUB), Roberto León, afirma que no solo el acceso al ciberespacio es el problema, pues tener un equipo apto para navegar en las plataformas que propone la universidad es otro impedimento para los estudiantes.
Él sostiene que existe una gran diferencia entre quienes tienen una laptop y otros alumnos que deben usar su celular también como computadora. Leer documentos, editarlos, hasta trabajarlos toma más tiempo desde un teléfono móvil, lo que pone en desventaja a cierto sector de la base estudiantil.
En base a datos de la DTIC de la UAJMS, León afirma que el 30% de estudiantes abandonaron el semestre durante de la pandemia, pero una cifra más alarmante, es que hasta el 40% dejó la mitad de sus materias programadas por falta de condiciones para acceder a la educación virtual.
El dirigente califica como “pésima” la gestión de las autoridades y también reconoce que la Federación Universitaria Local (FUL) ha abandonado a los estudiantes.
Las denuncias de abusos, malos tratos, calificaciones de notas “subjetivas”, son las quejas expresadas en redes sociales, lo cierto es que a la fecha ya arrancó otro semestre en esta Universidad. Los cupos, las programaciones extemporáneas y los trámites burocráticos por los cuales los estudiantes también deben pagar, ahora son el nuevo problema.