Un fenómeno nunca antes visto desde el año 1954
Amores a 3 grados bajo cero de un día nevado en Tarija
Del 24 de julio del 2019 hay muchas historias que contar. Raúl, quien pensó que encerrado en un bar podría evitar la magia de ese día, finalmente dejó los cartones donde dormía para volver a su hogar



Bien dicen por ahí que lo que más recordamos son los detalles, no precisamente el qué, sino el cómo. Don Raúl, por ejemplo, no recuerda con claridad el 24 de julio de 2019, es más, si se le pregunta qué día era o dónde estaba, de forma tímida solo mira hacia el costado derecho de su cocina vieja, donde se encuentra Laura, su hija menor, al parecer ella tendría la respuesta a todo.
Los olvidados
Era miércoles, dentro del cuarto violeta sonó el celular y si, efectivamente era él. El mensaje era “seco” pero eso no le restaba importancia, “ya saqué ficha en la clínica, tienes que estar a las tres”. Magalí, quien por decisión propia había preferido quedarse en cama 24 horas más, se levantó y se dirigió directamente al baño, donde comprobó una vez más que las gotas rojas de sangre aún seguían manchando su ropa interior.
Desanimada, con algo de dolor en el vientre y haciendo ruido con los pies, decidió internarse nuevamente en su cama, “su santuario protector”, el que la escuchó llorar, reír, renegar y golpear cientos de veces por distintos motivos, esta vez, por miedo y desamor.
Mientras tanto el viejo Raúl, el mismo día, después de sufrir una tembladera mañanera por el exceso de alcohol en su sangre, se dispuso a guardar cartones viejos detrás de un basurero con esmero, pues horas más tarde, ellos quizás volverían a ser su colchón y su frazada al mismo tiempo.
Él nunca tuvo los pies fríos, pese a su edad avanzada, pero peculiarmente ese día sentía una brisa helada que recorría todo su cuerpo, desde la punta de sus pies morenos, de uñas sucias y gruesas, hasta la punta de su cabeza con cicatrices y algunos cabellos.
Solo ese día, Raúl habría preferido cambiar sus ojotas por los zapatos que un día le regalaron y nunca usó, simplemente "porque no eran lo suyo".
Qué mejor que un alcohol de tapita verde y un cigarrillo para olvidar ese día de miércoles. Llegó a un bar, de los tantos que abrían por la exterminal a tempranas horas, sin duda encontraría con un poco de suerte amigos, alcohol y cuatro paredes para superar el cielo nublado y las tormentas de su vida.
¡Maga salí, está cayendo nieve! fueron las palabras que la sacaron de su ensimismamiento. Su hermana reía, su mamá también, pero ella no podía, no entendía esos contrastes de la vida. Alzó su celular y salió al patio, era real y hasta palpable, nevaba en Tarija.
Nevada El 24 de julio de 2019, Tarija registró una temperatura de 3 grados bajo cero y sus calles se vistieron de blanco
15.09, tras una indicación de la enfermera, la joven subió las gradas hasta el segundo piso, a sus 22 años parecía que enfrentarse solo a la idea de estar embarazada le aterraba.
“Tomé dos veces seguidas la pastilla del día después, pero los síntomas estaban y yo necesitaba una confirmación. Con las mangas estiradas de la chompa y con el cierre de la campera de arriba abajo me enfrenté por primera vez a una ginecóloga. No sabía qué decir, qué preguntar o responder”, cuenta Magalí, quien parece recordar con nostalgia aquel día.
“Paciencia”, fueron las únicas palabras de la doctora, “en una semana quizá una prueba de sangre pueda arrojar algún resultado”.
Bajó las gradas de nuevo y él estaba ahí, “perdón por llegar tarde, no encontraba taxi”, fueron sus palabras. Juntos salieron de la clínica y en silencio caminaron por la calle Bolívar.
Él intentaba hacerla sonreir, no la entendía aparentemente, pero entre sus intensiones tampoco estuvo dejarla.

La nevada era más tupida en la tarde, pero la mente de Maga empezó a disiparse y a recordar uno de sus sueños, “ver nieve”.
Y no, no tuvo que viajar, ni tampoco pagar por ello, la vida de alguna forma le regaló la oportunidad de verla, pero sobre todo de sentir sobre su piel copos fríos y blancos de nieve, que, aunque pasaron desapercibidos durante la mañana, en la tarde de alguna forma ayudaron a disipar sus pesares.
Ya eran casi las siete de la noche de ese día blanco y mágico en Tarija, Laura, quien había llevado a sus hijos a una plazuelita cerca a su casa, no podía ser del todo feliz, pensando en que su progenitor estaría pasando el frío más crudo de su vida.
La nieve no paraba y a la mayoría parecía encantarles, Laura cortó una cebolla y unos tomates, de repente se puso un buso, dos pares de medias y un poncho, tomó un bolsón y caminó hacia la exterminal con algo de rabia, aunque no era un día para reproches.
Sola recorrió la construcción, hasta que finalmente encontró a Raúl, aferrado a un cartón y tiritando de frío, con voz firme y casi gritando le dijo “vamos a la casa papá”.
El viejo no lo dudó ni un instante, se puso la campera que encontró en el bolsón y apoyado en el hombro de su hija, caminó un largo trecho, mientras algo le caía en el rostro ennegrecido, él creía tener la vista borrosa, finalmente atribuyó todos los efectos al alcohol.
Hoy, a un año y algunos días de ese fenómeno natural, Laura ríe tras una media hora de contar su historia, da un sorbo a su mate de manzanilla y finalmente dice “mi papá nunca se dio cuenta que cayó nieve, el solo se acuerda que el 24 de julio a fuerzas se bañó, comió guiso de fideo, durmió en su cama y regresó a su hogar”.
A un año de la nevada más intensa de Tarija
No era una postal, ni tampoco un paisaje de esos que se acostumbran a ver en los países europeos. El 24 de julio del año 2019 Tarija se vistió completamente de blanco por la intensa nevada registrada desde tempranas horas.
Un fenómeno nunca antes visto desde el año 1954, cuando todavía se respiraba aires de revolución en Bolivia. Así lo muestran datos históricos del Servicio Nacional de Meteorología e Hidrología (Senamhi), que desde ese entonces comenzó a realizar monitoreos del clima.
65 años tuvieron que pasar para que esta institución registre por primera vez un fenómeno de esta naturaleza en el sur del país.