Crónicas de cuarentena: Ahora puedo decir “presente”
La noticia se iba propagando incluso más rápido que el propio virus, por supuesto esto preocupó a las autoridades del país, y también a las de la universidad, lo que llevó a su cierre temporal. El día “D” muchos se fueron preocupados, otros aliviados porque descansarían un poco de...



La noticia se iba propagando incluso más rápido que el propio virus, por supuesto esto preocupó a las autoridades del país, y también a las de la universidad, lo que llevó a su cierre temporal.
El día “D” muchos se fueron preocupados, otros aliviados porque descansarían un poco de la intensidad sospechosa (ya que no suele ser así a inicios de año) de las nuevas materias.
En cambio yo, y seguro otros chicos más, preocupados sí; pero siendo sincero, no por el virus.
Mi teléfono no estaba en condiciones ni para mandar un mensaje, su pantalla era semejante a un mapa de varios ríos o similar a un dibujo de la raíz de alguna flor, la pantalla del teléfono era irreconocible, se asemejaba también a un espejo, de esos que conceden siete años de mala suerte, destrozado.
En fin, no pude estar conectado desde que dejamos de ir a la universidad hasta hace cuatro días, pues arreglé con la ayuda de un vecino técnico un antiguo celular. Y empezó todo.
Las clases virtuales no habrían significado problema, si no fuera por algo casi imposible donde vivo; el wi fi. Qué importante se volvieron esas cuatro letras, joder.
Donde vivo no es posible este acceso, en cambio debemos recargar una tarjeta dependiendo la empresa a la que pertenece tu número como era antes, y no hubo problema hasta que vi mi billetera vacía. Había gastado 5.000 megas en tan solo tres días de videoconferencias, ¿valió la pena decir “presente”?, ojalá que sí.
No tengo idea de lo avanzado en dos materias, y en una estoy muy retrasado, solo estoy inscrito al curso y ya. Tengo varios exámenes sin dar, y trabajos que no sé cómo hacer y debo presentar.
No sé por dónde empezar, y no sé por qué no entiendo tantas cosas que antes sí. Ahora que tengo contacto con todos mis compañeros y con los docentes, exceptuando los deberes retrasados, no siento que algo haya cambiado. Esperaba un impacto de mensajes a los que me sentiría obligado a responder, pero no fue así, solo avisos de que ya habían pasado clases, y saludos cordiales a los docentes en todos los grupos de la universidad.
Acostumbrado en realidad a vivir así, no siempre estaba conectado, y aunque no me sienta ansioso por saber qué pasa, siento mucho más ruido en el silencio al que acostumbraba, y eso me genera cierto nivel de ansiedad. Mi familia está en casa, al igual que todas las familias vecinas. Hay ruido. Demasiado Ruido.
Aún hablo con el árbol que está detrás de mi casa, pero me siento observado, y no por el césped o por las hormigas, ahora siento presencia en mi casa, y aunque sea mi familia la siento extraña.
Hablamos todo el tiempo, y cuando lo pienso recuerdo que la paso bien, ¿la paso bien?
Creo que ya me infecté, ¿será este algún síntoma del virus? Yo creo que sí, éste y muchos otros comportamientos serán síntomas del virus, o bueno, eso creo.
En fin, ahora que tengo teléfono puedo saber cuándo decir presente, y por ahora eso es lo importante.
¿Quieres contarnos como lo estás viviendo? Mándanos tu texto o tus fotos a [email protected]
El día “D” muchos se fueron preocupados, otros aliviados porque descansarían un poco de la intensidad sospechosa (ya que no suele ser así a inicios de año) de las nuevas materias.
En cambio yo, y seguro otros chicos más, preocupados sí; pero siendo sincero, no por el virus.
Mi teléfono no estaba en condiciones ni para mandar un mensaje, su pantalla era semejante a un mapa de varios ríos o similar a un dibujo de la raíz de alguna flor, la pantalla del teléfono era irreconocible, se asemejaba también a un espejo, de esos que conceden siete años de mala suerte, destrozado.
En fin, no pude estar conectado desde que dejamos de ir a la universidad hasta hace cuatro días, pues arreglé con la ayuda de un vecino técnico un antiguo celular. Y empezó todo.
Las clases virtuales no habrían significado problema, si no fuera por algo casi imposible donde vivo; el wi fi. Qué importante se volvieron esas cuatro letras, joder.
Donde vivo no es posible este acceso, en cambio debemos recargar una tarjeta dependiendo la empresa a la que pertenece tu número como era antes, y no hubo problema hasta que vi mi billetera vacía. Había gastado 5.000 megas en tan solo tres días de videoconferencias, ¿valió la pena decir “presente”?, ojalá que sí.
No tengo idea de lo avanzado en dos materias, y en una estoy muy retrasado, solo estoy inscrito al curso y ya. Tengo varios exámenes sin dar, y trabajos que no sé cómo hacer y debo presentar.
No sé por dónde empezar, y no sé por qué no entiendo tantas cosas que antes sí. Ahora que tengo contacto con todos mis compañeros y con los docentes, exceptuando los deberes retrasados, no siento que algo haya cambiado. Esperaba un impacto de mensajes a los que me sentiría obligado a responder, pero no fue así, solo avisos de que ya habían pasado clases, y saludos cordiales a los docentes en todos los grupos de la universidad.
Acostumbrado en realidad a vivir así, no siempre estaba conectado, y aunque no me sienta ansioso por saber qué pasa, siento mucho más ruido en el silencio al que acostumbraba, y eso me genera cierto nivel de ansiedad. Mi familia está en casa, al igual que todas las familias vecinas. Hay ruido. Demasiado Ruido.
Aún hablo con el árbol que está detrás de mi casa, pero me siento observado, y no por el césped o por las hormigas, ahora siento presencia en mi casa, y aunque sea mi familia la siento extraña.
Hablamos todo el tiempo, y cuando lo pienso recuerdo que la paso bien, ¿la paso bien?
Creo que ya me infecté, ¿será este algún síntoma del virus? Yo creo que sí, éste y muchos otros comportamientos serán síntomas del virus, o bueno, eso creo.
En fin, ahora que tengo teléfono puedo saber cuándo decir presente, y por ahora eso es lo importante.
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