Crónicas de cuarentena: Sonreír siempre debajo del barbijo
Hay gente que sonríe detrás del barbijo. Se le nota en los ojos. Como a doña María, que además se da el trabajo de perfilar las pestañas y ponerse dos tonos en cada párpado. Es algo así como una vocación de servicio. Su vocación de servicio. Doña María hace dos semanas que no...



Hay gente que sonríe detrás del barbijo. Se le nota en los ojos. Como a doña María, que además se da el trabajo de perfilar las pestañas y ponerse dos tonos en cada párpado. Es algo así como una vocación de servicio. Su vocación de servicio.
Doña María hace dos semanas que no duerme con su esposo, porque es adulto mayor y esto del coronavirus los tiene a todos en alerta. Doña María es auxiliar de enfermería, aunque podría ser perfectamente la jefa del centro de salud de una de esas comunidades del sur de Tarija que hace dos semanas convulsionaban
Doña María estuvo en contacto con una de las personas que fue a Tolomosita a la misa del cura que acabó siendo el primer paciente de coronavirus de Tarija. Doña María sabía perfectamente lo que tenía que hacer, y lo hizo como siempre, seguro con esa sonrisa puesta que se le intuye detrás del barbijo.
Por entonces, las comunidades eran un hervidero. Todos querían mantener la calma, pero los que asistieron a las eucaristías cargaban algo así como una extraña culpa por la surrealista criminalización que se ha generalizado en el país. Hubo quien se levantó del banco, hubo quien se cruzó de acera. Doña María solo hacía su trabajo, pues de eso se trata ser funcionario de salud.
Lo que no esperaba era la reacción de sus hijos, dice, que seguramente en la preocupación reaccionaron con tono altivo. Hoy ya bromea sobre ello. Las cosas volverán tarde o temprano a su lugar y entonces nos conoceremos todos un poco más. ¿Es justo reaccionar con temor? ¿Es justo dudar? ¿Cuánto vale nuestro personal de salud, día a día al pie del cañón? Sonreír sigue siendo un buen antídoto contra cualquier desesperación.
Doña María hace dos semanas que no duerme con su esposo, porque es adulto mayor y esto del coronavirus los tiene a todos en alerta. Doña María es auxiliar de enfermería, aunque podría ser perfectamente la jefa del centro de salud de una de esas comunidades del sur de Tarija que hace dos semanas convulsionaban
Doña María estuvo en contacto con una de las personas que fue a Tolomosita a la misa del cura que acabó siendo el primer paciente de coronavirus de Tarija. Doña María sabía perfectamente lo que tenía que hacer, y lo hizo como siempre, seguro con esa sonrisa puesta que se le intuye detrás del barbijo.
Por entonces, las comunidades eran un hervidero. Todos querían mantener la calma, pero los que asistieron a las eucaristías cargaban algo así como una extraña culpa por la surrealista criminalización que se ha generalizado en el país. Hubo quien se levantó del banco, hubo quien se cruzó de acera. Doña María solo hacía su trabajo, pues de eso se trata ser funcionario de salud.
Lo que no esperaba era la reacción de sus hijos, dice, que seguramente en la preocupación reaccionaron con tono altivo. Hoy ya bromea sobre ello. Las cosas volverán tarde o temprano a su lugar y entonces nos conoceremos todos un poco más. ¿Es justo reaccionar con temor? ¿Es justo dudar? ¿Cuánto vale nuestro personal de salud, día a día al pie del cañón? Sonreír sigue siendo un buen antídoto contra cualquier desesperación.