Crónicas de encierro: Cuando la cuarentena te deja paranoia
El viernes me tocó salir a hacer compras, pues mi Cédula de Identidad termina en 9. Vi esa salida como una oportunidad para tomar aire, como un respiro de este encierro que ya suma más de siete días. No pensé que se volvería algo estresante y agotador. De camino al mercado Central todo...



El viernes me tocó salir a hacer compras, pues mi Cédula de Identidad termina en 9. Vi esa salida como una oportunidad para tomar aire, como un respiro de este encierro que ya suma más de siete días. No pensé que se volvería algo estresante y agotador.
De camino al mercado Central todo bien, calles vacías, poca gente, lo que permitía mantener la distancia recomendada de metro y medio. Todo cambió al entrar al centro de abasto.
La gente compraba lo necesario, carne, pan, verduras, queso, leche y hasta mote. En algunos puestos las personas mantenían distancia, en otros no, se amontaban para preguntar, comprar y luego pagar.
Mi prioridad en ese momento era el queso, todo puede faltar menos el queso en el desayuno, esencial para acompañar el café caliente. El vendedor se tomó su tiempo para pesar, dar cambio y seguir atendiendo, por eso hubo aglomeración. Me sentí incómoda al ver que se apegaban cada vez más.
Al menos una señora, que cada que yo me apartaba un poco, pues ella se acercaba más y más. Me daban ganas de decirle: “oiga señora, respete mi espacio”. Pero era una mujer mayor, no tuve valor de decirle nada, pensé que tal vez la haría sentir mal.
Realizada mi compra salí de mercado y me sentí un poco aliviada, pues adentro empecé a sentir que me faltaba el aire. Afuera encontré un amigo muy querido y lo natural fue darnos un abrazo, pequeño, pero creo que lo necesitábamos los dos, hace mucho no nos veíamos.
Luego de conversar un rato, sigo mi camino y pienso: qué tonta, no debí abrazarlo, evitar el contacto es la primera recomendación. Sigo caminando y en silencio me pregunto: ¿esto nos dejará este virus? ¿nos quitará hasta la tranquilidad de abrazar o dar la mano a quienes apreciamos? No lo sé.
Entro a una farmacia pues debo comprar algunas cosas que mi hijo necesita. Delante mío había un señor haciendo una consulta, y yo que mantengo la distancia lo escucho respirar, se nota que tenía un poco de dificultad. Lo admito, me incomodó, pero traté de no demostrarlo.
Termino de hacer todas mis compras y vuelvo a casa, con varias bolsas y el estrés a tope. Un montón de ideas pasan por mi cabeza, no puedo dejar de sentir culpa por mi paranoia.
¿Será así de ahora en adelante? No lo sé. Esto lo tengo que escribir, tal vez me ayude, pienso antes de entrar a casa.
¿Quieres contarnos como lo estás viviendo? Mándanos tu texto o tus fotos a [email protected]
De camino al mercado Central todo bien, calles vacías, poca gente, lo que permitía mantener la distancia recomendada de metro y medio. Todo cambió al entrar al centro de abasto.
La gente compraba lo necesario, carne, pan, verduras, queso, leche y hasta mote. En algunos puestos las personas mantenían distancia, en otros no, se amontaban para preguntar, comprar y luego pagar.
Mi prioridad en ese momento era el queso, todo puede faltar menos el queso en el desayuno, esencial para acompañar el café caliente. El vendedor se tomó su tiempo para pesar, dar cambio y seguir atendiendo, por eso hubo aglomeración. Me sentí incómoda al ver que se apegaban cada vez más.
Al menos una señora, que cada que yo me apartaba un poco, pues ella se acercaba más y más. Me daban ganas de decirle: “oiga señora, respete mi espacio”. Pero era una mujer mayor, no tuve valor de decirle nada, pensé que tal vez la haría sentir mal.
Realizada mi compra salí de mercado y me sentí un poco aliviada, pues adentro empecé a sentir que me faltaba el aire. Afuera encontré un amigo muy querido y lo natural fue darnos un abrazo, pequeño, pero creo que lo necesitábamos los dos, hace mucho no nos veíamos.
Luego de conversar un rato, sigo mi camino y pienso: qué tonta, no debí abrazarlo, evitar el contacto es la primera recomendación. Sigo caminando y en silencio me pregunto: ¿esto nos dejará este virus? ¿nos quitará hasta la tranquilidad de abrazar o dar la mano a quienes apreciamos? No lo sé.
Entro a una farmacia pues debo comprar algunas cosas que mi hijo necesita. Delante mío había un señor haciendo una consulta, y yo que mantengo la distancia lo escucho respirar, se nota que tenía un poco de dificultad. Lo admito, me incomodó, pero traté de no demostrarlo.
Termino de hacer todas mis compras y vuelvo a casa, con varias bolsas y el estrés a tope. Un montón de ideas pasan por mi cabeza, no puedo dejar de sentir culpa por mi paranoia.
¿Será así de ahora en adelante? No lo sé. Esto lo tengo que escribir, tal vez me ayude, pienso antes de entrar a casa.
¿Quieres contarnos como lo estás viviendo? Mándanos tu texto o tus fotos a [email protected]