“Las mujeres son las hormigas obreras en el cine boliviano”
El Conversatorio “Las mujeres en el audiovisual boliviano, retos y desafíos”, impartido por la cineasta Raquel Romero, realizado en Tarija el 20 de abril, trajo aires nuevos a los realizadores. Una de las tareas prioritarias fue gestionar recursos en las alcaldías para motivar la...
El Conversatorio “Las mujeres en el audiovisual boliviano, retos y desafíos”, impartido por la cineasta Raquel Romero, realizado en Tarija el 20 de abril, trajo aires nuevos a los realizadores.
Una de las tareas prioritarias fue gestionar recursos en las alcaldías para motivar la producción de historias regionales y lograr que las mujeres asuman papeles principales en la producción audiovisual y abandonen los roles preestablecidos de actrices y asistentes en todas sus formas.
Tras viajar 17 horas de La Paz a Tarija y constatar las grandes deficiencias del transporte por tierra, la experimentada cineasta Raquel Romero con cifras en mano, estableció que las mujeres son las “hormigas obreras” en las producciones audiovisuales en Bolivia, para ello se valió de un recuento en la estructura de los equipos de producción y los resultados no son alentadores.
Los nombres de directores, realizadores, productores salen de la boca de manera espontánea ante cualquier recuento, cosa que no sucede cuando se trata de reconocer la participación femenina en esas mismas producciones. Estos datos dejan al descubierto una estructura vertical y patriarcal en el cine, a pesar del gran aporte de las mujeres.
Los roles preestablecidos de actrices, asistentes y extras se repiten como si fuera un karma que se cumple inexorablemente, pero manejar cámaras, dirigir o manejar cables no era posible, hecho que para Romero más que una limitación es una forma de discriminación.
“Las mujeres siempre decíamos no podemos, yo de técnicas no sé, yo no puedo manejar cables. El Movimiento del nuevo cine y video boliviano fue justamente una ruptura y logramos superar ese aspecto”, recuerda.
Datos recogidos por la Fundación Colectivo Cabildeo (FCC) durante la gestión 2016 establecen que la Dirección y Jefaturas de dirección en el cine son esencialmente masculinas. En Dirección y guión el porcentaje es de: 20% mujeres y 80% hombres, en Dirección de fotografía: 99% son hombres.
De diez guionistas: Dos son mujeres y ocho hombres, en Dirección de arte: 40% son mujeres y 60% hombres, en Edición y postproducción: 25% mujeres y 75% hombres, en Casting y producción de campo: 95% mujeres y 5% hombres. Asistencias de dirección, arte, producción, vestuario, utilería, maquillaje y catering: 80% mujeres y 20% hombres.
Sobre la base de esta información es posible afirmar que las mujeres en el audiovisual boliviano ocupan cargos subalternos en espacios organizativos, administrativos y de logística, pero que irónicamente conforman la columna vertebral de cualquier producción.
El Estado ausente
El cine boliviano y en general el audiovisual desde sus inicios fue considerado una actividad privada, donde el Estado participó muy poco, por ello no es raro que no exista en Bolivia una política cultural que apoye las producciones nacionales ni una Ley de Cine que sostenga esas producciones culturales que contribuyeron a mostrar el país más allá de las fronteras, nos representaron en festivales internacionales y ganaron premios.
Los créditos otorgados a los cineastas bolivianos por parte del Consejo Nacional del Cine de Bolivia (CONACINE) - entidad descentralizada que funciona bajo la tuición del Ministerio de Culturas y Turismo - fracasaron debido a que los cineastas no lograron recuperar la inversión realizada y posteriormente no pudieron cubrir las deudas asumidas cuyos intereses, según denuncias, eran los mismos que ofertaba el sistema bancario nacional, razón por la que el Fondo no logró sostenibilidad.
El proyecto de la Ley de Cine y Audiovisuales, promovido por los cineastas, lleva seis años archivado en las dependencias del Ministerio de Culturas, por ello los realizadores confían que tras esta larga espera y su reciente reactivación finalmente el 2018 se concrete la aprobación y promulgación de esta Ley, que según las autoridades ya está en las Cámaras.
Con la promulgación de esta norma se espera la aprobación de un fondo de fomento para las producciones nacionales. Algunos cineastas estiman que con un fondo de arranque de tres millones de dólares la industria del cine boliviano podría empezar a escribir una nueva historia.
Con la aplicación de esta Ley se pretende respetar los porcentajes de ganancias de los cineastas, tanto en exhibiciones en salas como las tasas de impuestos para fondos concursables.
El marketing de la tortura
Raquel Romero se agarra la cabeza cuando recuerda la odisea que deben atravesar las películas nacionales al momento de ser comercializadas en las salas cinematográficas, donde compiten con grandes gigantografías y una publicidad desmedida de grandes producciones y películas taquilleras del exterior con las cuáles resulta imposible competir.
Esas películas, asegura con desencanto, permanecen en cartelera por tres o cuatro semanas; mientras las películas bolivianas no aguantan dos días en cartelera y luego las sacan del circuito de exhibición. La queja de Romero apunta a que “No se destinan recursos que deberían cubrir y acompañar el proceso productivo de principio a fin”.
Nuevas miradas, nuevas narrativas
Romero está convencida que el cine nacional no debe ofrecer una mirada monopólica de Bolivia y que la riqueza de las historias radica en dar cabida a nuevos relatos provenientes de los nueve departamentos del país, con narrativas e identidad propia.
Para lograr este objetivo las Alcaldías y Gobernaciones deberían comprometerse con la cultura y asignar recursos en sus Planes Operativos Anuales (POA) destinados a fomentar la producción audiovisual como sucede con el Gobierno Autónomo Municipal de La Paz, que emitió en diciembre de 2017 la Ley Municipal Autonómica Nº 265 de fomento, salvaguarda, desarrollo y promoción de las culturas y las artes que asigna el 3,5% de su presupuesto, proveniente de recursos propios para apoyar la cultura y fomentarla. Este aporte permite a los realizadores paceños trabajar con mayor libertad sus proyectos.
Romero propone replicar esta iniciativa en todas las Alcaldías y Gobernaciones del país como una contribución efectiva a la cultura.
Los realizadores tarijeños están empeñados en lograr que esta iniciativa paceña pueda ser replicada en Tarija y que una parte de los recursos provenientes de las regalías petroleras sirvan para contar historias con sello tarijeño.
La sacrificada pasión por el cine
Hasta perder la camisa
El cine es pasión por ello los realizadores bolivianos arriesgan hasta la camisa y se endeudan a fin de dar vida a sus historias. La mayoría de las veces la venta de taquilla no cubre los costos y menos permite la recuperación de la inversión, pero eso no detiene el frenesí de crear y producir.
Competencia sin límites
Con la vigencia de las nuevas tecnologías, la fiebre por la plataforma de televisión Netflix y la piratería los espectadores prefieren ver cine en casa, pero ir al cine y ver una película en celuloide es una experiencia imperdible que permite al espectador compartir una creación cultural.
Cine de vecinos
En Tarija, con el apoyo de la Casa de la Cultura y la Federación Departamental de Juntas Vecinales (Fedjuve), se lleva adelante la cuarta versión del Concurso anual de Cine de Vecinos, que permite narrar historias de los barrios tarijeños. Como por ejemplo el documental: “Los patapilas de la Pampa”
Fátima López Burgos/para el país
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Una de las tareas prioritarias fue gestionar recursos en las alcaldías para motivar la producción de historias regionales y lograr que las mujeres asuman papeles principales en la producción audiovisual y abandonen los roles preestablecidos de actrices y asistentes en todas sus formas.
Tras viajar 17 horas de La Paz a Tarija y constatar las grandes deficiencias del transporte por tierra, la experimentada cineasta Raquel Romero con cifras en mano, estableció que las mujeres son las “hormigas obreras” en las producciones audiovisuales en Bolivia, para ello se valió de un recuento en la estructura de los equipos de producción y los resultados no son alentadores.
Los nombres de directores, realizadores, productores salen de la boca de manera espontánea ante cualquier recuento, cosa que no sucede cuando se trata de reconocer la participación femenina en esas mismas producciones. Estos datos dejan al descubierto una estructura vertical y patriarcal en el cine, a pesar del gran aporte de las mujeres.
Los roles preestablecidos de actrices, asistentes y extras se repiten como si fuera un karma que se cumple inexorablemente, pero manejar cámaras, dirigir o manejar cables no era posible, hecho que para Romero más que una limitación es una forma de discriminación.
“Las mujeres siempre decíamos no podemos, yo de técnicas no sé, yo no puedo manejar cables. El Movimiento del nuevo cine y video boliviano fue justamente una ruptura y logramos superar ese aspecto”, recuerda.
Datos recogidos por la Fundación Colectivo Cabildeo (FCC) durante la gestión 2016 establecen que la Dirección y Jefaturas de dirección en el cine son esencialmente masculinas. En Dirección y guión el porcentaje es de: 20% mujeres y 80% hombres, en Dirección de fotografía: 99% son hombres.
De diez guionistas: Dos son mujeres y ocho hombres, en Dirección de arte: 40% son mujeres y 60% hombres, en Edición y postproducción: 25% mujeres y 75% hombres, en Casting y producción de campo: 95% mujeres y 5% hombres. Asistencias de dirección, arte, producción, vestuario, utilería, maquillaje y catering: 80% mujeres y 20% hombres.
Sobre la base de esta información es posible afirmar que las mujeres en el audiovisual boliviano ocupan cargos subalternos en espacios organizativos, administrativos y de logística, pero que irónicamente conforman la columna vertebral de cualquier producción.
El Estado ausente
El cine boliviano y en general el audiovisual desde sus inicios fue considerado una actividad privada, donde el Estado participó muy poco, por ello no es raro que no exista en Bolivia una política cultural que apoye las producciones nacionales ni una Ley de Cine que sostenga esas producciones culturales que contribuyeron a mostrar el país más allá de las fronteras, nos representaron en festivales internacionales y ganaron premios.
Los créditos otorgados a los cineastas bolivianos por parte del Consejo Nacional del Cine de Bolivia (CONACINE) - entidad descentralizada que funciona bajo la tuición del Ministerio de Culturas y Turismo - fracasaron debido a que los cineastas no lograron recuperar la inversión realizada y posteriormente no pudieron cubrir las deudas asumidas cuyos intereses, según denuncias, eran los mismos que ofertaba el sistema bancario nacional, razón por la que el Fondo no logró sostenibilidad.
El proyecto de la Ley de Cine y Audiovisuales, promovido por los cineastas, lleva seis años archivado en las dependencias del Ministerio de Culturas, por ello los realizadores confían que tras esta larga espera y su reciente reactivación finalmente el 2018 se concrete la aprobación y promulgación de esta Ley, que según las autoridades ya está en las Cámaras.
Con la promulgación de esta norma se espera la aprobación de un fondo de fomento para las producciones nacionales. Algunos cineastas estiman que con un fondo de arranque de tres millones de dólares la industria del cine boliviano podría empezar a escribir una nueva historia.
Con la aplicación de esta Ley se pretende respetar los porcentajes de ganancias de los cineastas, tanto en exhibiciones en salas como las tasas de impuestos para fondos concursables.
El marketing de la tortura
Raquel Romero se agarra la cabeza cuando recuerda la odisea que deben atravesar las películas nacionales al momento de ser comercializadas en las salas cinematográficas, donde compiten con grandes gigantografías y una publicidad desmedida de grandes producciones y películas taquilleras del exterior con las cuáles resulta imposible competir.
Esas películas, asegura con desencanto, permanecen en cartelera por tres o cuatro semanas; mientras las películas bolivianas no aguantan dos días en cartelera y luego las sacan del circuito de exhibición. La queja de Romero apunta a que “No se destinan recursos que deberían cubrir y acompañar el proceso productivo de principio a fin”.
Nuevas miradas, nuevas narrativas
Romero está convencida que el cine nacional no debe ofrecer una mirada monopólica de Bolivia y que la riqueza de las historias radica en dar cabida a nuevos relatos provenientes de los nueve departamentos del país, con narrativas e identidad propia.
Para lograr este objetivo las Alcaldías y Gobernaciones deberían comprometerse con la cultura y asignar recursos en sus Planes Operativos Anuales (POA) destinados a fomentar la producción audiovisual como sucede con el Gobierno Autónomo Municipal de La Paz, que emitió en diciembre de 2017 la Ley Municipal Autonómica Nº 265 de fomento, salvaguarda, desarrollo y promoción de las culturas y las artes que asigna el 3,5% de su presupuesto, proveniente de recursos propios para apoyar la cultura y fomentarla. Este aporte permite a los realizadores paceños trabajar con mayor libertad sus proyectos.
Romero propone replicar esta iniciativa en todas las Alcaldías y Gobernaciones del país como una contribución efectiva a la cultura.
Los realizadores tarijeños están empeñados en lograr que esta iniciativa paceña pueda ser replicada en Tarija y que una parte de los recursos provenientes de las regalías petroleras sirvan para contar historias con sello tarijeño.
La sacrificada pasión por el cine
Hasta perder la camisa
El cine es pasión por ello los realizadores bolivianos arriesgan hasta la camisa y se endeudan a fin de dar vida a sus historias. La mayoría de las veces la venta de taquilla no cubre los costos y menos permite la recuperación de la inversión, pero eso no detiene el frenesí de crear y producir.
Competencia sin límites
Con la vigencia de las nuevas tecnologías, la fiebre por la plataforma de televisión Netflix y la piratería los espectadores prefieren ver cine en casa, pero ir al cine y ver una película en celuloide es una experiencia imperdible que permite al espectador compartir una creación cultural.
Cine de vecinos
En Tarija, con el apoyo de la Casa de la Cultura y la Federación Departamental de Juntas Vecinales (Fedjuve), se lleva adelante la cuarta versión del Concurso anual de Cine de Vecinos, que permite narrar historias de los barrios tarijeños. Como por ejemplo el documental: “Los patapilas de la Pampa”
Fátima López Burgos/para el país
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