Feminismo que luchaba “sin dejar de ser damas” tuvo impactos limitados
El movimiento feminista en Bolivia que surgió en los años 1920 “a través de la organización de mujeres cultivadas y educadas de las clases alta y media de las diferentes ciudades de Bolivia, tuvo un impacto limitado dentro de la sociedad y esfera políticas bolivianas en relación a la...



El movimiento feminista en Bolivia que surgió en los años 1920 “a través de la organización de mujeres cultivadas y educadas de las clases alta y media de las diferentes ciudades de Bolivia, tuvo un impacto limitado dentro de la sociedad y esfera políticas bolivianas en relación a la demanda del sufragio femenino”.
Así lo afirma la historiadora María Elvira Álvarez Giménez, en una investigación para la Universidad París 1 Panthéon-Sorbonne, que estudia el primer movimiento feminista en Bolivia y el rol que tuvo en las reivindicaciones del sufragio femenino desde los años 1920 hasta la proclamación del sufragio universal en el cuadro de la Revolución Nacional de 1952.
Mujeres de clases medias y altas educadas
Según detalla Álvarez, el período liberal de principios del siglo XX (1899-1920) en Bolivia “fue un período de desarrollo de la educación nacional y sobretodo de la educación para las mujeres”, permitiendo que muchas de ellas –particularmente de clases medias y altas- tengan acceso a la educación primaria, secundaria e incluso universitaria, a través de liceos y colegios para mujeres.
Gracias a este proceso comenzaron a organizarse “grupos de mujeres cultivadas” y muchas de ellas profesionales, que tenían inquietudes intelectuales y culturales.
La historiadora recuenta que “fue así cómo surgieron, en diferentes ciudades de Bolivia, los ‘Centros culturales’ femeninos que reunían a mujeres de las clases medias y altas para conversar, debatir y expresarse sobre literatura, poesía, arte, pintura, etc.”.
Estos centros no se limitaron a una función puramente cultural e intelectual, “puesto que muy rápidamente adoptaron una función política que permitía a estas mujeres reivindicar sus derechos civiles y políticos”, afirma.
Ejemplos de estas organizaciones son el Centro Artístico e Intelectual de Señoritas de Oruro (que publicaba la revista Feminiflor, la primera revista de este tipo a ser publicada en 1921), el Círculo de Bellas Artes de Cochabamba, el Centro Juvenil de Señoritas del Beni, el Centro Ideal Femenino de La Paz (que publicaba la revista Aspiración, 1923), y el Ateneo Femenino de La Paz (que publicaba las revistas Eco Femenino, 1923, e Índice, 1929).
“El Ateneo Femenino, fundado en La Paz en 1923 por María Luisa Sánchez Bustamante, una mujer de la clase alta de esa ciudad, fue el centro más importante de todos a nivel nacional. Fue bajo su impulsión que se fundaron otros Ateneos en ciudades como Oruro, Sucre y Cochabamba”, explica Álvarez.
Reivindicaciones de clase dividen a las mujeres
Fue precisamente Ateneo Femenino quien en 1925 organizó una primera Convención de Feministas, que reunió a una comisión con el fin de analizar la Constitución para incluir el derecho de voto para las mujeres que sabían leer y escribir.
En 1929, Ateneo organizó la Primera Convención de Mujeres, de alcance mayor ya que incluyó a las mujeres de clase trabajadora, con la participación de la Federación Obrera del Trabajo (FOT), la Federación Obrera Femenina (FOF) y del Sindicato Femenino de Oficios Varios.
Sin embargo, la historiadora considera que este evento fracasó debido a las “discordancias entre las mujeres de los centros femeninos y las mujeres sindicalistas en cuanto a objetivos, reivindicaciones e incluso concepciones del lugar que ocupaban las mujeres en la sociedad”.
Mientras que las mujeres de clases alta y media que pertenecían a los Centros Intelectuales y Artísticos pedían el derecho al voto para las mujeres que supiesen leer y escribir, las sindicalistas que pertenecían a las clases bajas de la sociedad tenían reivindicaciones sociales tales como el trabajo de 8 horas diario, leyes que protejan a las mujeres y niños en el trabajo, entre otros.
Estos desacuerdos tuvieron como consecuencia el que las sindicalistas se retiraran de la Convención antes de que ésta finalizara. No se pudo concluir ningún tipo de unión entre las mujeres de las diferentes clases sociales en el país.
“Las diferencias de objetivos y concepciones ligadas a las condiciones de vida y de clase de estas mujeres constituían una barrera muy grande que no pudo ser trascendida para lograr un movimiento feminista más grande y amplio”, explica Álvarez.
Feminismo limitado
Las agrupaciones mencionadas no sólo organizaron Congresos a nivel nacional, sino que también participaron en Congresos Internacionales de mujeres feministas que tuvieron lugar en diferentes países de América Latina. Ahí intercambiaron conocimiento sobre el feminismo internacional
(Latinoamérica, Estados Unidos y Europa), cuyos avances y acciones eran publicados en las revistas de los grupos feministas bolivianos.
Sin embargo, “a pesar del interés que mostraban las agrupaciones feministas bolivianas en las acciones de los grupos feministas internacionales, nunca se inspiraron ni imitaron ninguna de las acciones más radicales de éstos”, afirma la investigadora.
El tipo de acciones de las “sufragistas” inglesas incluía huelgas de hambre exigiendo el derecho al voto, quemar y destruir espacios y símbolos públicos, lanzar piedras a los edificios del Gobierno, etc. Acciones que las enfrentaron de manera constante y violenta con la policía y que las llevaron muchas veces a ser encarceladas.
Por el contrario, las feministas bolivianas actuaban de manera legal y pacífica, no sólo publicando revistas en las que aparecían sus reivindicaciones, sino también tratando de ejercer influencia en sus padres y maridos que, según la historiadora, muchas veces eran hombres políticos de mucha importancia.
“No buscaban provocar escándalo de ninguna manera; para las feministas bolivianas que pertenecían a las clases media y alta de la sociedad era muy importante seguir los códigos y las normas sociales en términos de comportamiento. Para estas mujeres había que luchar por el derecho al voto, sin dejar de ser unas ‘damas’”.
Así, si bien la década de 1920 fue “relativamente fructuosa” para las mujeres de clase media y alta, al no realizar acciones que “vayan más allá delos límites del rol de la mujer impuesto por la sociedad, estas agrupaciones feministas tuvieron un impacto moderado y limitado”, en la sociedad y en la esfera política.
Reflejo de ello es que ningún partido de los años 1920 -excepto el Partido Obrero Socialista de Bolivia, que defendía el sufragio universal- incluía el derecho al voto para la mujer en su programa, y el sufragio femenino no sería debatido en el Congreso sino muchos años más tarde, en 1938.
El impacto de la Guerra del Chaco
Es bien sabido que la Guerra del Chaco (1932 - 1935) tuvo un fuerte impacto en la sociedad boliviana, que entre otras cosas implicó un profundo cuestionamiento de las bases en las que se asentaba la sociedad oligárquica de aquella época. Muchos expertos consideran que Bolivia se “redescubrió” a sí misma gracias de este duro evento de la historia.
Intelectuales de clase media de esos años, que más tarde fue denominada como la “generación del Chaco”, cuestionaron y atacaron fuertemente las bases de aquella la sociedad oligárquica, que empezó a desmoronarse hasta su destrucción en 1952 con la Revolución Nacional.
En ese contexto, la Guerra del Chaco tuvo también un impacto considerable en la vida de las mujeres, pues significó su entrada masiva a la esfera pública. Las mujeres tuvieron que ocuparse de los cargos y ocupaciones que anteriormente estaban reservados exclusivamente a los hombres, en gran medida para poder sobrevenir a la subsistencia de sus familias.
“Muchas mujeres contribuyeron a la recolección de recursos económicos y alimenticios, apoyaron a los soldados como benefactoras y madrinas de guerra, crearon instituciones de asistencia a los huérfanos de guerra, participaron como espías, etc.”, afirma Álvarez. A su vez, a las organizaciones de mujeres existentes se sumaron varias nuevas.
En 1936, en el marco de reformas que se estaban llevando a cabo después de la Guerra del Chaco y en respuesta a las peticiones que se le habían hecho en relación a los derechos civiles, el coronel David Toro proclamó un decreto que establecía ciertos derechos civiles para la mujer tales como el derecho a ejercer profesión y a ocupar funciones, cargos u empleos sin otro requisito que la idoneidad, la independencia jurídica, la capacidad de actuar como testigo a los 21 años. Sin embargo este decreto nunca entró en vigencia.
En ese ambiente de cambios, en 1938, durante la presidencia de Germán Busch, se llevó a cabo una Convención Nacional con el fin de redactar una nueva Constitución. El sufragio femenino fue una de las novedades principales durante los debates de la Constitución, pero fue rechazado por 55 votos contra 31.
Pese a ello, “los cambios sobre la percepción del lugar que ocupaban y debían ocupar las mujeres en el país se profundizaron algunos años más tarde, permitiendo que en la Convención de 1945 se les otorgara el voto a las mujeres letradas para las elecciones municipales, y que poco después, se otorgara el sufragio universal a mujeres y hombres bajo la Revolución Nacional de 1952”, rememora la historiadora.
El voto universal
El decreto del 21 de julio de 1952 estableció el sufragio universal para todos los bolivianos, hombres y mujeres que tenían 21 años cumplidos si solteros, o 18 años cumplidos si casados. Antes de 1952, sólo el 6,78% de la población podía votar por razones económicas y culturales (saber leer y escribir).
Según da cuenta Álvarez, “fue la necesidad de integrar a la gran mayoría de la población en las esferas social, política y económica que condujeron a la Revolución Nacional de 1952. Dentro de esta población excluida se encontraban las mujeres, y sobre todo las mujeres que por su clase, cultura, y género (mujeres mestizas e indígenas) no podían acceder a la vida política del país”.
En el contexto revolucionario de la época, las demandas de las mujeres se fundieron con los intereses de clase de los nuevos actores en el gobierno (obreros, campesinos) como en los intereses del partido en el poder, el MNR.
“El movimiento feminista se disolvió una vez obtenido el sufragio universal en el marco de la Revolución Nacional, y los comandos femeninos del MNR como Las Barzolas, relegaron a un segundo plano los intereses de género para dar prioridad a los intereses del nuevo partido en el poder”, afirma la historiadora.
Pero pese a las limitaciones de “tamaño” y de impacto en la sociedad y esfera políticas de Bolivia, el movimiento feminista boliviano jugó un rol importante en el surgimiento de una toma de conciencia de parte de una fracción de las mujeres bolivianas de clase media y alta, de la necesidad de incluir a las mujeres dentro de los procesos políticos.
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Así lo afirma la historiadora María Elvira Álvarez Giménez, en una investigación para la Universidad París 1 Panthéon-Sorbonne, que estudia el primer movimiento feminista en Bolivia y el rol que tuvo en las reivindicaciones del sufragio femenino desde los años 1920 hasta la proclamación del sufragio universal en el cuadro de la Revolución Nacional de 1952.
Mujeres de clases medias y altas educadas
Según detalla Álvarez, el período liberal de principios del siglo XX (1899-1920) en Bolivia “fue un período de desarrollo de la educación nacional y sobretodo de la educación para las mujeres”, permitiendo que muchas de ellas –particularmente de clases medias y altas- tengan acceso a la educación primaria, secundaria e incluso universitaria, a través de liceos y colegios para mujeres.
Gracias a este proceso comenzaron a organizarse “grupos de mujeres cultivadas” y muchas de ellas profesionales, que tenían inquietudes intelectuales y culturales.
La historiadora recuenta que “fue así cómo surgieron, en diferentes ciudades de Bolivia, los ‘Centros culturales’ femeninos que reunían a mujeres de las clases medias y altas para conversar, debatir y expresarse sobre literatura, poesía, arte, pintura, etc.”.
Estos centros no se limitaron a una función puramente cultural e intelectual, “puesto que muy rápidamente adoptaron una función política que permitía a estas mujeres reivindicar sus derechos civiles y políticos”, afirma.
Ejemplos de estas organizaciones son el Centro Artístico e Intelectual de Señoritas de Oruro (que publicaba la revista Feminiflor, la primera revista de este tipo a ser publicada en 1921), el Círculo de Bellas Artes de Cochabamba, el Centro Juvenil de Señoritas del Beni, el Centro Ideal Femenino de La Paz (que publicaba la revista Aspiración, 1923), y el Ateneo Femenino de La Paz (que publicaba las revistas Eco Femenino, 1923, e Índice, 1929).
“El Ateneo Femenino, fundado en La Paz en 1923 por María Luisa Sánchez Bustamante, una mujer de la clase alta de esa ciudad, fue el centro más importante de todos a nivel nacional. Fue bajo su impulsión que se fundaron otros Ateneos en ciudades como Oruro, Sucre y Cochabamba”, explica Álvarez.
Reivindicaciones de clase dividen a las mujeres
Fue precisamente Ateneo Femenino quien en 1925 organizó una primera Convención de Feministas, que reunió a una comisión con el fin de analizar la Constitución para incluir el derecho de voto para las mujeres que sabían leer y escribir.
En 1929, Ateneo organizó la Primera Convención de Mujeres, de alcance mayor ya que incluyó a las mujeres de clase trabajadora, con la participación de la Federación Obrera del Trabajo (FOT), la Federación Obrera Femenina (FOF) y del Sindicato Femenino de Oficios Varios.
Sin embargo, la historiadora considera que este evento fracasó debido a las “discordancias entre las mujeres de los centros femeninos y las mujeres sindicalistas en cuanto a objetivos, reivindicaciones e incluso concepciones del lugar que ocupaban las mujeres en la sociedad”.
Mientras que las mujeres de clases alta y media que pertenecían a los Centros Intelectuales y Artísticos pedían el derecho al voto para las mujeres que supiesen leer y escribir, las sindicalistas que pertenecían a las clases bajas de la sociedad tenían reivindicaciones sociales tales como el trabajo de 8 horas diario, leyes que protejan a las mujeres y niños en el trabajo, entre otros.
Estos desacuerdos tuvieron como consecuencia el que las sindicalistas se retiraran de la Convención antes de que ésta finalizara. No se pudo concluir ningún tipo de unión entre las mujeres de las diferentes clases sociales en el país.
“Las diferencias de objetivos y concepciones ligadas a las condiciones de vida y de clase de estas mujeres constituían una barrera muy grande que no pudo ser trascendida para lograr un movimiento feminista más grande y amplio”, explica Álvarez.
Feminismo limitado
Las agrupaciones mencionadas no sólo organizaron Congresos a nivel nacional, sino que también participaron en Congresos Internacionales de mujeres feministas que tuvieron lugar en diferentes países de América Latina. Ahí intercambiaron conocimiento sobre el feminismo internacional
(Latinoamérica, Estados Unidos y Europa), cuyos avances y acciones eran publicados en las revistas de los grupos feministas bolivianos.
Sin embargo, “a pesar del interés que mostraban las agrupaciones feministas bolivianas en las acciones de los grupos feministas internacionales, nunca se inspiraron ni imitaron ninguna de las acciones más radicales de éstos”, afirma la investigadora.
El tipo de acciones de las “sufragistas” inglesas incluía huelgas de hambre exigiendo el derecho al voto, quemar y destruir espacios y símbolos públicos, lanzar piedras a los edificios del Gobierno, etc. Acciones que las enfrentaron de manera constante y violenta con la policía y que las llevaron muchas veces a ser encarceladas.
Por el contrario, las feministas bolivianas actuaban de manera legal y pacífica, no sólo publicando revistas en las que aparecían sus reivindicaciones, sino también tratando de ejercer influencia en sus padres y maridos que, según la historiadora, muchas veces eran hombres políticos de mucha importancia.
“No buscaban provocar escándalo de ninguna manera; para las feministas bolivianas que pertenecían a las clases media y alta de la sociedad era muy importante seguir los códigos y las normas sociales en términos de comportamiento. Para estas mujeres había que luchar por el derecho al voto, sin dejar de ser unas ‘damas’”.
Así, si bien la década de 1920 fue “relativamente fructuosa” para las mujeres de clase media y alta, al no realizar acciones que “vayan más allá delos límites del rol de la mujer impuesto por la sociedad, estas agrupaciones feministas tuvieron un impacto moderado y limitado”, en la sociedad y en la esfera política.
Reflejo de ello es que ningún partido de los años 1920 -excepto el Partido Obrero Socialista de Bolivia, que defendía el sufragio universal- incluía el derecho al voto para la mujer en su programa, y el sufragio femenino no sería debatido en el Congreso sino muchos años más tarde, en 1938.
El impacto de la Guerra del Chaco
Es bien sabido que la Guerra del Chaco (1932 - 1935) tuvo un fuerte impacto en la sociedad boliviana, que entre otras cosas implicó un profundo cuestionamiento de las bases en las que se asentaba la sociedad oligárquica de aquella época. Muchos expertos consideran que Bolivia se “redescubrió” a sí misma gracias de este duro evento de la historia.
Intelectuales de clase media de esos años, que más tarde fue denominada como la “generación del Chaco”, cuestionaron y atacaron fuertemente las bases de aquella la sociedad oligárquica, que empezó a desmoronarse hasta su destrucción en 1952 con la Revolución Nacional.
En ese contexto, la Guerra del Chaco tuvo también un impacto considerable en la vida de las mujeres, pues significó su entrada masiva a la esfera pública. Las mujeres tuvieron que ocuparse de los cargos y ocupaciones que anteriormente estaban reservados exclusivamente a los hombres, en gran medida para poder sobrevenir a la subsistencia de sus familias.
“Muchas mujeres contribuyeron a la recolección de recursos económicos y alimenticios, apoyaron a los soldados como benefactoras y madrinas de guerra, crearon instituciones de asistencia a los huérfanos de guerra, participaron como espías, etc.”, afirma Álvarez. A su vez, a las organizaciones de mujeres existentes se sumaron varias nuevas.
En 1936, en el marco de reformas que se estaban llevando a cabo después de la Guerra del Chaco y en respuesta a las peticiones que se le habían hecho en relación a los derechos civiles, el coronel David Toro proclamó un decreto que establecía ciertos derechos civiles para la mujer tales como el derecho a ejercer profesión y a ocupar funciones, cargos u empleos sin otro requisito que la idoneidad, la independencia jurídica, la capacidad de actuar como testigo a los 21 años. Sin embargo este decreto nunca entró en vigencia.
En ese ambiente de cambios, en 1938, durante la presidencia de Germán Busch, se llevó a cabo una Convención Nacional con el fin de redactar una nueva Constitución. El sufragio femenino fue una de las novedades principales durante los debates de la Constitución, pero fue rechazado por 55 votos contra 31.
Pese a ello, “los cambios sobre la percepción del lugar que ocupaban y debían ocupar las mujeres en el país se profundizaron algunos años más tarde, permitiendo que en la Convención de 1945 se les otorgara el voto a las mujeres letradas para las elecciones municipales, y que poco después, se otorgara el sufragio universal a mujeres y hombres bajo la Revolución Nacional de 1952”, rememora la historiadora.
El voto universal
El decreto del 21 de julio de 1952 estableció el sufragio universal para todos los bolivianos, hombres y mujeres que tenían 21 años cumplidos si solteros, o 18 años cumplidos si casados. Antes de 1952, sólo el 6,78% de la población podía votar por razones económicas y culturales (saber leer y escribir).
Según da cuenta Álvarez, “fue la necesidad de integrar a la gran mayoría de la población en las esferas social, política y económica que condujeron a la Revolución Nacional de 1952. Dentro de esta población excluida se encontraban las mujeres, y sobre todo las mujeres que por su clase, cultura, y género (mujeres mestizas e indígenas) no podían acceder a la vida política del país”.
En el contexto revolucionario de la época, las demandas de las mujeres se fundieron con los intereses de clase de los nuevos actores en el gobierno (obreros, campesinos) como en los intereses del partido en el poder, el MNR.
“El movimiento feminista se disolvió una vez obtenido el sufragio universal en el marco de la Revolución Nacional, y los comandos femeninos del MNR como Las Barzolas, relegaron a un segundo plano los intereses de género para dar prioridad a los intereses del nuevo partido en el poder”, afirma la historiadora.
Pero pese a las limitaciones de “tamaño” y de impacto en la sociedad y esfera políticas de Bolivia, el movimiento feminista boliviano jugó un rol importante en el surgimiento de una toma de conciencia de parte de una fracción de las mujeres bolivianas de clase media y alta, de la necesidad de incluir a las mujeres dentro de los procesos políticos.
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