Un canto a los Chunchos de Edmundo Torrejón Jurado
El poema “Las parábolas de agosto”, de Edmundo Torrejón Jurado, se imprimió hace casi diez años en el libro “Patrón San Roque al alimón”.
Tres días antes de la fiesta del Patrón San Roque, Edmundo Torrejón Jurado dejó descansar su cuerpo. Hace 18 años confeccionó una ofrenda a los Chunchos, escogiendo las palabras por su brillo y potencia para lograr un canto de alientos fragmentados -como supo ser su poesía- que sobrevuela la eterna procesión de los promesantes para sublimar, hasta la pureza conceptual, cada uno de sus elementos.
“Las parábolas de agosto” apareció en el libro “Patrón San Roque al alimón”, junto a las “Tres instancias de San Roque y su Fiesta”, de Edmundo Torrejón, padre. En honor al cirujano y poeta, lo reproducimos a continuación.
Las parábolas de agosto
Catacumbas
de los valles,
¡sortilegio de ponchines!
¡los atuendos
de los dioses!
Las parábolas
de agosto
en las páginas del río.
¡Guadalquivir
que se invoca en el latir del incienso!
¿Qué infinito de salmodias
modeló
el fiel bautismo
de los Chunchos con su Santo?
Roque: ¡Padre!
sacro guía,
mayoral y panacea.
¡Santa hogaza
de esculapios!
Sol patriarca,
leal cayado
del doliente peregrino.
Fe encendida
en las fontanas del linaje
¡enaltecido!
Real sendero
que desciende por el viento
desde el Sama
¡vindicante!
¡Tamboriles de galaxias!
Proverbiales diapasones
que abrillantan los milagros
renovados.
Fiel quenilla:
¡manantial de los sagrarios!,
¡el ungido pentagrama!
Del “Candire”
al Evangelio,
mestizaje,
¡lo genuino!
¡Luz de arcano!
La simbiosis:
¡Misticismo!
¡Lo ecuménico!
Luz de agosto:
¡Es Tarija una colmena!
La prosapia
del Chapaco,
que se inflama
en galanuras.
Aura,
rito,
bula,
credo
¡El albedrío!
Fiel turbante:
La corona del resumen
de una casta
que renace
cada año.
¡Teología!
¡La Liturgia!
¡Leal aureola del ancestro!
Rancio otoño
que remonta
indulgencias:
¡Es Tarija una quimera!
Tenaz tarde
que adjudica
a las famas de las brisas
el atuendo de las cañas:
¡Los oboes promesantes!
Y ese credo
incontenible,
puro vértigo exaltado,
de marciales esperanzas:
¡Oh!, las danzas eruditas
¿Dónde el Gólgota
redime,
esas manos reverentes,
transmigrando esas paletas
-con sus flechas-
diapasón de los destinos?
Tras los velos:
¡el enigma!,
levitar de cautos rostros,
(no precisan ostensible
demostrar de su creencia).
Y ese martes
esotérico,
“Del Encierro”,
-maratón de las espigas-
¡vía crucis solidario!
Campanarios trashumantes,
¡altar tras altar
loados!
¿Qué sudor
bendice,
¡Oh, tierra
de ese Chuncho
la nobleza?
¿Qué sudor
redime,
¡Oh, sinos
prodigio de su pureza?
El Chuncho,
¡no ama denarios!
solo salud y faenas.
Y ese orfeón
de despedida:
¡Coplas de coplas,
la madre!
-¿Cuál será
¡Oh!, Santo Roque
de los Chunchos
el destino,
sin tu cayado de guía?
-¿Dónde
el viento de la vida
portará
sus carabelas
sin tu velamen
fraterno?
¡Ay!, llanto
que los redime
en este ocaso
de angustias.
Su redención
venga al sino,
al huerto-Edén
retornado
de nosotros
sus acólitos.
¡Salve!
Chunchos
Imperiosos.
¡Gloria eterna!
a esa noble
pertinacia
de agraciar
la cuna áurea
de sus hijos perdurados.
La tradición
su precepto:
Arco-Iris venerable
al sendero de los tiempos.
Resucitar cotidiano
desde el ayer
al mañana:
¡Eternizar el linaje!
Enaltecer sus ofrendas
en este ocaso de votos:
¡Recios cuerpos
ataviados
con atuendos majestuosos!
El Dios Supremo
ampare
siempre:
El glorificar cadencioso
de su Credo
¡Sempiterno!
Xanadú de San Isidro, agosto de 2006