Amigos con derecho, ¿pero a qué?
Se acerca el Día de la Amistad en Bolivia, y queremos prestar atención a este tipo de amistad muy particular. ¿Lo has vivido?



Amigovios, amigarche, follamigos, bae… Los amigos con derecho son como esos libros que te prometes leer alguna vez: están en tu estante, listos para ser disfrutados, pero siempre hay algo que te detiene, ya sea por miedo a arruinar una buena amistad o porque simplemente disfrutas de la ambigüedad del “ya veremos”.
La diversión está en el juego de equilibrios y en los límites difusos, donde un mensaje de texto a las 2 de la mañana puede ser una invitación a ver Netflix o a debatir sobre el sentido de la vida, a menudo culminando en una maratón de películas que ninguno de los dos recordará al día siguiente.

Si bien está fuera de nuestro territorio, un estudio de 2017 del Instituto Kinsey revela que cerca del 60% de los jóvenes entre 18 y 24 años reportan haber tenido una relación de amigos con derecho. Otros estudios dicen que la duración promedio de estas experiencias es de seis meses, y apenas el 15% de ellas evoluciona a una fase más “seria”. En contraparte, un 25% de las personas en este tipo de relaciones sienten una gran insatisfacción emocional, y el porcentaje se dobla al tratar complicaciones como celos o expectativas no correspondidas.
¿Hay ventajas? Claro, tener intimidad con alguien que conoces y en quien confías es cómodo y seguro. La falta de compromiso romántico hace posible disfrutar el encuentro físico sin miedo a las ataduras. Nadie te estará presionando con el tiempo, las expectativas y las prioridades personales. Y definitivamente es una manera de evitar los sentimientos de soledad sin la necesidad de un compromiso total.

Pero no es tan fácil: jugar con fuego puede ser emocionante, y aunque existan las mejores intenciones de ambas partes, los sentimientos están a la vuelta de la esquina, pues más que seres racionales, somos seres emocionales. Si el sentimiento no es correspondido, la relación se complica, y la amistad se puede dañar. La falta de claridad y límites puede llevar a sentir confusión, celos e inseguridad. Incluso es común que el estigma social afecte la manera en que las partes se siente y se comportan, causándose mucho dolor.
En el fondo, los amigos con derecho nos enseñan que, aunque la línea entre el amor y la amistad es delgada, las etiquetas no siempre son necesarias para disfrutar del presente, y que es posible compartir intimidad y momentos especiales sin la presión de las expectativas sociales.
Así que, si tienes un amigo con derecho, disfrútalo como un buen vino: saborea cada momento, pero recuerda que a veces es mejor no terminar toda la botella de una sola vez.