Al maestro jubilado
De la pluma de la poeta y profesora, María Segunda.
Al maestro jubilado
Maestro querido, obrero sublime,
te llevas las almas a paso triunfal
por la clara senda del saber que redime
y nos lleva a la meta de un supremo ideal.
Rasgaste las tinieblas que ofuscaban mi mente
en la negra noche de la ignorancia mía,
como rasga el alba las oscuras sombras,
y entonces la noche se convierte en día.
Tu camino no siempre fue de rosas,
porque en este mundo de todo se encuentra.
Hay entre las rosas, abrojos y espinas
que llegan al paso por donde caminas.
Más yo, aunque los años transcurran, y el tiempo
impasible de nieve corone tus sienes,
diré, agradecida y de orgullo henchida:
¡este fue el maestro que orientó mi vida!