Roxana Arias y la fuerza de la abstracción
La artista bermejeña comenzó a pintar a sus 21 años, cuando se atrevió a entrar al taller del pintor esencialista Heriberto Zorrilla.
Al terminar el colegio en Tarija, Roxana Arias se fue a Buenos Aires. Estudió Diseño Gráfico en la UBA. “Iba con una amiga al supermercado. Pasaba y me quedaba mirando en la ventana lo que pintaban en el taller de mis maestros, hasta que crucé el umbral. Nunca más lo dejé”, recordó Arias con Pura Cepa. Ella fue discípula de Heriberto Zorrilla y Helena Distéfano, fundadores del movimiento esencialista. “Tuve maestros maravillosos. Él fue un tipo de una sapiencia y una generosidad… agradezco haber compartido y aprendido todo lo que aprendí con ellos. En todo sentido. La forma en la que uno estudia y trabaja, afecta tu vida. Ambas cosas están ligadas en un ir y venir”.
Arias absorbió la premisa esencialista de pintar sin ideas preconcebidas. “No es que necesito salir a buscar un paisaje, una figura, algo que diga, ‘esto voy a pintar’. Ponemos el estímulo en el lienzo, el color, la línea. Con que hagas un caos, tomes distancia para ver, encontrar imágenes, ahí está el ir y venir con la obra”. La otra parte es la atención y el tiempo que tiene cuando se encuentra con lo creado. “No es que pinto cinco cuadros a la vez y los voy retocando, saltando de una a otra. No. La obra comienza y se termina. Es esa, hasta que la acabe”.
Llegar a ese compromiso con la obra artística, a permitirse el extravío del cual siempre vuelve con una imagen que habla de su propia fuerza, le costó algunos años de inseguridad tras su vuelta a Bolivia. “Comencé a compartir con mis pares, y me encanta pintar en grupos. Pero acá todo el mundo iba a buscar el paisaje. Y yo, ¿qué estoy haciendo? Me descoloqué”. Su obra todavía tiene algo de figurativo, una sugerencia, como se aprecia en “Invocación de canto”, pero Arias es en esencia una pintora de abstracciones: “Poco a poco, pude disfrutar y fundamentar mi forma de pintar. Para mí, ha sido un logro reafirmarme en lo que yo hago”.
“¡Dejate de huevear y soltá el pincel!”
Para ella, una de las más grandes lecciones ha sido saber soltar el pincel. “Me gusta la incertidumbre de no saber dónde va a terminar un cuadro, qué va a ser, qué va a parecer. Pero hay un momento donde dices, ‘ya, no lo toco más’”. ¿Cómo reconocerlo?, preguntamos. “Cuando lo quieres decorar. Porque siempre le vas a buscar el pelo al huevo, y ahí ya lo empiezas a enfriar, queriendo poner el detallito. No. ¡Dejate de huevear y soltá el pincel! Hay que aprender, y no es fácil”.
¿Es posible encontrar una obra figurativa de Roxana Arias? Quizá. Tiene un cuadro de Belgrano que hizo por encargo, con motivo del Bicentenario. “Pero no es lo que me emociona. Saber que te tengo que pintar a vos, no… (Risas). O ese paisaje, o ese cangrejo. No. Qué aburrido”.