“…y Dios hizo Tarija”, de William Bluske
Por cortesía de la familia Bluske, reproducimos un relato inédito del autor de “Subdesarrollo y Felicidad”.
“Subdesarrollo y Felicidad” es un símbolo para una generación “sándwich” de tarijeños que viven dentro y fuera del pago. El libro aún se lee en colegios, donde ahora las nuevas generaciones lo repasan como un deber más que como un hallazgo. ¿Cuán vigentes son sus formas para este presente? Bluske aportó a Tarija una manera particular de mirarse a sí misma con profunda comicidad y sin perder la posibilidad de hablar de las cosas que para la comunidad son importantes: el honor, la religión, el poder, la soberanía, los recursos. Muestra de ello es el texto que reproducimos con el gentil permiso de la familia Bluske, uno que el autor escribió alrededor de 1979, de acuerdo a Miriam Ruth Sagárnaga Navajas, y que no vio la luz hasta el sol de hoy.
…y Dios hizo Tarija
Al tercer día de la Creación, Dios determinó que las aguas debajo de los cielos se reúnan en un mismo lugar y aparezca lo seco, y así fue. Después de tremendos temblores, ruidos que solo Dios podía aguantarlos, movimientos tenebrosos y grandes masas de agua, formando remolinos inmensos, fueron a dar a un mismo lugar dejando al descubierto grandes espacios secos. A la reunión del agua llamó mares, y a lo seco llamó tierra. Arduo trabajo realizó el Padre Eterno en esta primera mitad de la mañana de este tercer día, y todavía le quedaba mucho por hacer, de manera que, de inmediato, continuó con su esquema de trabajo.
Un gran espacio seco y desnudo no lo convencía a Dios, así que resolvió tapizarlo de verde, y luego ordenó: “Haga brotar la tierra, hierba, vegetación que dé semilla, árboles frutales que lleven fruto según sus géneros, cuya semilla esté en él, sobre la tierra”. Y llegó a ser así.
Lo que no pensó el Creador es que ese valle que lo reconfortó iba a ser Tarija
Pero la tierra tardaba mucho en cristalizar la orden del Supremo, y en su inquietud el Creador se elevó a la inmensidad para dar un vistazo en el horizonte, y he aquí que ve en la lejanía una luz blanca que titilaba intermitentemente, y se dirige allí, y era la Cruz del Sur que le indicaba al Creador que mirara hacia abajo, y allí mira un hermoso valle cubierto de frondosa vegetación y rodeado de grandes ríos y arroyos cristalinos por todas partes. Dios sonrió, reflejando felicidad en su rostro, y estaba satisfecho con su obra. Lo que no pensó el Creador es que ese valle que lo reconfortó iba a ser Tarija.
Feliz el Creador con la perfección de su obra, dijo: “Este lugar será privilegiado, ocultará en sus entrañas inmensa riqueza, su suelo será fértil, su clima excelente, y su tranquilidad abundante. Y para protegerlo, le pondré un cerco muy alto”. Y así se hizo, le puso la cuesta de Sama.
En el cuarto día, sin moverse de este valle, hace las cuatro estaciones, la luna y el sol. Gran trabajo pasó haciendo las lumbreras, y así vino el quinto día de la Creación.
En este quinto día, el Creador dio preferencia a la creación de los peces y las aves diciendo: “Enjambre las aguas un enjambre de almas vivientes, y vuelen criaturas volátiles por encima de la tierra, sobre la faz de la expansión de los cielos”. Y así se hizo. Surcaban por ríos y mares los peces, y por encima de los bosques y selvas volaban bandadas de pájaros de todo tamaño y color.
Así llegó nuestro Creador al sexto día de su grandiosa obra y, a manera de descanso, bajo la sombra de un árbol dijo: “Produzca la tierra, almas vivientes según sus géneros, animal doméstico y animal moviente, y bestia salvaje según su género”. Y llegó a ser así.
En este sexto día, que fue largo, el Creador hizo un recuento de sus obras, y se da cuenta que algo le faltaba. Entonces, sacando un pedazo de barro del arroyuelo que pasaba a su vera, dijo: “Hagamos un hombre a nuestra imagen, según nuestra semejanza, y tengan ellos en sujeción los peces y las criaturas volátiles de los cielos, y los animales domésticos y toda la tierra, y todo animal moviente que se mueve sobre la tierra”. Y procedió Dios a crear al hombre, a su imagen lo creó, macho y hembra los creó, y con ternura los llamó chapaco y chapaquita. Con gracia y donaire la hizo a ella, varonil a él, y a ambos los llenó de alegría, paciencia y resignación. Y les recomendó no levantar la mano para nadie, pero si la situación les obligara, “¡dadles duro!”. Luego les dijo: “Id a disfrutar de este paraíso, pero no os acerquéis a ninguna serpiente ni animal rastrero alguno, y no comeréis manzana alguna, porque funestas experiencias tuve esta mañana cuando fui allá lejos a crear a Adán y a Eva, y me fallaron”. Los chapacos de la mano salieron corriendo a disfrutar de su paraíso, se apartaron de todo animal rastrero, y en lugar de comer manzanas, comían membrillos.
“Seréis intransigentes en la defensa de lo vuestro”
El Creador, al ver que estas criaturas le salieron bien, los llamó a última hora del último día de la Creación, y les dijo: “El nombre que le pondréis a este lugar lo haréis vosotros, de acuerdo a la tradición de la época, y así quedará para siempre. Los cuantiosos bienes que os dejo los iréis descubriendo poco a poco. Son ingentes, pero aprended a cuidarlos bien, porque habrá envidia y tentaciones engañosas, y os los querrán arrebatar de una u otra manera. Y esos bienes no se repiten. No faltarán autoridades que quieran apoderarse de lo vuestro para negociarlo con extraños, para mejorar otras regiones a las que ya les di lo que les corresponde. Por último, os digo que hagáis buen uso de lo vuestro y viviréis felices. Yo, desde las alturas os protegeré. Pero tendréis que ser intransigentes en la defensa de lo que por derecho y naturaleza os pertenece. Y ahora que termina el día, mañana descansaré aquí con vosotros”. Y así fue y así será por mandato divino.
El séptimo día fue de descanso, y los chapacos descansaron tan bien que se acostumbraron. Terminada la Creación y luego del descanso, los chapacos bautizaron su tierra con el nombre de Tarija, y meta vivir nomás. Pero sin olvidar las amonestaciones del Creador: “Seréis intransigentes en la defensa de lo vuestro”.