La Fundación de San Bernardo de la Frontera, el libro (II)
Fernando Soto Quiroga presentó una nueva perspectiva de la historia de Tarija como un asentamiento creado para servir y defender el flujo de explotación de la plata potosina.
Quizá la investigación es uno de los trabajos humanos menos reconocidos y difundidos en Tarija. Pero cuando alguien la emprende, sea cual sea su rama, hay que esperar con ansia los resultados. Leerlos será alimentarse, rumiar, debatir, tener al menos algo más de qué hablar que no sea la vida simple y cotidiana de otras personas. Mejor aún, si nos trae una nueva claridad sobre el pasado, dará nueva luz a los problemas del presente y así será posible vivir mejores futuros. La investigación será entonces motivo de real celebración.
“La Fundación de San Bernardo de la Frontera, una historia no contada de Tarija”, es un libro para celebrar. Su autor, además de ordenar en pocas páginas una gran cantidad de datos y referencias históricas, tuvo el gesto de omitir un capítulo de conclusiones, quizá siendo consecuente con el buen entendimiento, o regalando a sus lectores la posibilidad de debatirlas. Tarea para otro espacio. Aquí recordaremos algunos datos que el sociólogo compartió en la presentación de su obra.
El libro de historia de los sacerdotes Alejandro María Corrado y Antonio Comajuncosa y Hortet contiene el dato repetido por todos los historiadores: la villa se fundó el 4 de julio de 1574. Del año, no hay duda, pues el mismo Luis de Fuentes escribió que fundó y pobló la villa de San Bernardo de la Frontera en ese año. Pero la única precisión documental sobre día y mes está en una carta del Concejo Municipal a la Audiencia de Charcas. El Acta de Fundación original fue extraviada “por alguna mano ignorante”.
Las razones para fundar la villa de San Bernardo se vinculan con Potosí, que sobrepasaba los 100 mil habitantes en ese tiempo, requiriendo gran cantidad de bienes para su población e industria minera. Don Luis de Fuentes, quien no era un militar sino un empresario minero, tenía conocimiento sobre la potencialidad del valle de Tarija y lo transmitió al virrey Francisco de Toledo. De la villa salió el cebo de las candelas que iluminaron las casas, ingenios e interior de las minas potosinas. Además, se produjo madera para muebles, leña, carbón y, a los 10 años de su fundación, Tarija comenzó a producir vinos.
Entonces, Luis de Fuentes no cumplió una orden de fundación, sino que recibió una capitulación, una especie de contrato donde se le nombró capitán, justicia mayor y corregidor de la villa a fundarse, y tuvo potestad para repartir tierras urbanas y rurales a cerca de 50 españoles de un promedio de 25 años de edad que se encontraron con un territorio deshabitado. Pronto, los jóvenes regresaron a Sucre y Potosí, expulsados por el avance chiriguano-guaraní.
Al ver solos a los fundadores, el virrey dictó un decreto de pena de muerte a quienes abandonasen el proyecto fundacional, garantizando de esa manera su consecución e iniciándose el proceso de mestización. Años después, se leerá en el testamento de Pedro Hernández “el viejo” que dejó sus bienes a sus hijas naturales “nacidas de la india María”. Soto concluyó que “así se fue conformando una sociedad donde la mezcla de españoles con nativas va a ser un hecho común y va a conformar la población nativa de Tarija”.