Lo que Miguel Cerruto ha hecho con sus manos (I)
Especial en dos partes sobre el maestro de guitarra paceño Miguel Cerruto. Se va la primerita.
Miguel Cerruto siempre quiso estudiar guitarra desde que tenía 11 años. Pero nunca tuvo la oportunidad hasta que cumplió 31. Desde chico, Miguel siempre quiso irse de casa. Nada más terminar el bachillerato, enfiló rumbo al norte y cruzó la frontera detrás de la cuál hablan más inglés que acá. “Me metí al ejército porque vi que era la forma de quedarme. En ese tiempo estaba la Guerra de Vietnam, y había la posibilidad de ir. Si me destinan, ni modo. Pero, por suerte, no fui”.
Cerruto pasó un curso de enfermería en el ejército norteamericano de 3 meses de duración. “Con ese pequeño curso nada más, ya éramos enfermeros de primeros auxilios, principalmente”. Lo asignaron a una compañía de evacuación de heridos. “Recibíamos a los convalecientes de Vietnam en Estados Unidos, éramos el último eslabón de la cadena de recuperación. Vimos horrores, gente que ya habían tratado en Saigón y Tailandia con heridas increíbles. Heridas de bala, principalmente. Algunas fuertes”.
“Me metí al ejército porque vi que era la forma de quedarme. En ese tiempo estaba la Guerra de Vietnam, y había la posibilidad de ir. Si me destinan, ni modo. Pero, por suerte, no fui”
Después de servir 2 años en el ejército, trabajó en una compañía de ambulancias. En ese tiempo conoció a una judía nacida en Rusia que se había salvado de caer en manos de los nazis y ser una cifra más de la Segunda Guerra Mundial. “Era violinista, la ayudaron a escapar a Praga y llegó a Estados Unidos. Rápidamente encontró trabajo en orquestas. Cuando la conocí, ella tenía unos 65 años. Estaba en los primeros violines de la Orquesta Sinfónica de San Francisco”.
Un día, la violinista lo escuchó tocar algunas piezas de Cat Stevens. “Era autodidacta. Había tocado en La Paz con mis hermanos alguna zambita, dos, tres acordes. Pero a ella le gustó y me animó a estudiar seriamente la guitarra”. Cerruto tenía a su favor el G.I. Bill, una pensión del ejército para quienes servían 2 años que les permitía costear 45 meses de estudios en las instituciones aprobadas, entre ellas, conservatorios en Europa.
“Escogí Sevilla por su clima. Había pasado por ahí antes. Eso me sirvió para los primeros 4 años de estudios. Los últimos 2 los pasé entre Estados Unidos y Sevilla, yendo a trabajar, hacer el quinto para volver y estudiar”. Le tomó casi casi 8 años estudiar la carrera, pero a sus 40 ya era un licenciado en música especializado en guitarra.
Fue en Sevilla que Miguel comenzó a escribir su primer libro de guitarra. “Mi motivación era mi mujer. Viví con ella más de 10 años cuando estuve en Sevilla. Todo salía fluido. Luego vino un tiempo en que no salía nada. Entonces empecé a trabajar en el Conservatorio de La Paz, lo que me motivó a hacer la segunda parte. Ahora tengo la idea de hacer otro libro de piezas para guitarra. Estoy buscando inspiración”.