Mariel Sánchez mirando al pasado y al futuro
Expandiendo sus conocimientos, Mariel desarrolló “La Veggie Foods” y “Dharana”, emprendimientos de alimentación vegana y salud física a través del yoga.
Siempre vuelve a la memoria la vacación en Samaipata. Mariel tenía 9 años y no sintió la falta de televisión, radio, electricidad. En esa casa se comía todo lo que cultivaban, se montaba caballo, se recogían frutillas para el postre. “Mi familia tuvo un momento de mucha paz y conexión. Como niña, absorbí todo eso, conecté con la naturaleza. Es inolvidable”. A un lado está el recuerdo de Janeth Bolívar, “una gran maestra de constancia, disciplina, perseverancia y ganas de cumplir sueños”. Memorias grabadas a fuego que la guían hasta el día de hoy.
Estudió Ingeniería de Alimentos en la UAJMS y pasó un tiempo trabajando en microbiología y gestión de calidad, aprendiendo la industria local de alimentos hasta que fue suficiente al punto de sufrir artritis reumatoide, una enfermedad autoinmune que la llevó a un proceso de autodescubrimiento y sanación. “Comencé a practicar yoga, era la única práctica que toleraba. Con el tiempo y buena alimentación, prácticamente he sanado mi enfermedad. Hoy ya no dependo de pastillas y tengo una vida sana y plena”.
“Mi visión es lograr que las personas perciban en su cuerpo los efectos de lo que comemos y decidan qué es lo mejor para ellas y para el planeta”
Mariel divide su tiempo entre el yoga y su emprendimiento de alimentos veganos. Distribuye sus productos a locales comerciales de la ciudad que ofrecen alternativas alimentarias saludables. Según Mariel, las nuevas generaciones buscan alimentarse sin productos animales, lo que es alentador a distintos niveles. “La alimentación está ligada a nuestra emocionalidad, tiene un rol político, cultural y espiritual, y es personal. Mi visión es lograr que a través de una alimentación consciente y el trabajo del yoga las personas perciban en su cuerpo los efectos de lo que comemos y decidan qué es lo mejor para ellas y para el planeta”.
Su experiencia con yoga fue tan grata que en 2015 se puso a enseñar, volviéndose profesora certificada en 2019. “Se aprende a través de los sentidos y se vive en el cuerpo. Hay que probar para tener una idea propia. Hay practicantes de yoga ateos, religiosos, católicos, musulmanes, budistas. Al final, todos buscamos lo mismo: la realización de nuestro esplendor y potencial para lograr felicidad. Pero la responsabilidad de esa felicidad no es de tu madre, padre, pareja, hijos, gobierno, ni país donde vives. Es tuya”.
Su felicidad está en saberse madre de “un maravilloso joven”, en las prácticas y cosas que le hacen recordar que está viva, y en reconocer los ciclos que se cumplen en su vida. “Estoy en un momento en el que he caminado bastante, tengo hacia dónde mirar atrás y mucho que mirar a futuro. Nada me apura. Estoy dando pasos hacia donde sé y escucho que voy a estar. Sobre todo, guardo una paz interna. Es lo más importante”.
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