Ángela Cusicanqui y las redes de la vida
A sus 25 años, Ángela migró a Estados Unidos persiguiendo un amor. Se quedó por un amor más grande que abarca comunidades y construye futuros.
Ella vive en Connecticut, donde tiene su trabajo y su comunidad espiritual. Ángela se graduó en Bolivia de la carrera de Derecho. Empezó a trabajar como asistente fiscal, pero muy pronto migró a Estados Unidos. Como sucede a muchos migrantes, su primer trabajo fue cuidando niños. “No me gustaba trabajar con niños, no tenía paciencia, ni entendía sus procesos físicos y emocionales. Pensé que sería temporal”.
El tiempo cambió su perspectiva. En 2014, Ángela comenzó a trabajar para la organización “All Our Kin”, que acompaña a trabajadoras de la crianza infantil en su labor de criar y educar a niños pequeños. “Ese camino de cuidados me llevó a mi carrera actual de maestra y coach de educación infantil. Trabajo de cerca con mujeres migrantes que abren su hogar para cuidar a los bebés de sus comunidades”.
La labor de estas personas es la base para que los padres puedan trabajar y proveer para sus familias. “He sido testigo de cómo se transforman mundos brindando seguridad y amor a los niños”, explica Ángela, que ahora entiende que la crianza y el cuidado son de los trabajos más importantes y sagrados que hay.
Por la naturaleza de su labor, Ángela se ha empapado de las historias, vivencias, sueños, esperanzas y miedos de muchas personas. “En mi experiencia, veo un mundo de familias y comunidades que atraviesan muchos traumas. Antes se decía que se requiere una comunidad para cuidar un bebé, pero ese valor se ha perdido en el sistema. Cada vez hay más exigencias laborales y para las familias es casi imposible cuidar y vivir saludablemente”.
Casi todos los años, Ángela vuelve a Tarija a refrescar el “cantar, bailar y darse un besito, esa es la vida” que la mantiene siempre alegre y le ayuda a ver lo bonito en lo cotidiano. La distancia le ha mostrado que “en Bolivia hay una crisis familiar intersectada por la violencia contra la mujer, la desigualdad social y económica, y la prevalencia del sistema patriarcal. Hay una tarea pendiente con la niñez. Todo lo que plantamos en los niños en la edad temprana, sea bueno o malo, queda para la vida. Hay que acompañar, trabajar con las familias, acompañar a las mujeres en su camino como madres, o en su camino de no desear ser madres”.
Ángela encuentra fuerza en su espiritualidad. Es caminante del camino rojo marcado por los hermanos de la nación Lakota Sioux del Norte. “Es el camino del corazón, es honrar la sangre que es el agua. El tambor que tocamos en ceremonias nos recuerda el retorno al corazón de la tierra, y los rezos, al corazón del cielo. Se camina sabiendo que estamos en relación con todo, honrando la interconexión que hay entre todos los seres en la red de la vida.”