Adriana Espinoza y la belleza sin horizontes
Lideresa autodidacta, Adriana persigue una belleza espiritual.



Aunque haya nacido en La Paz, “me considero cochalita”, dice Adriana Espinoza, propietaria de The Make Up Loft, un estudio de maquillaje que resistió el bajón que el coronavirus trajo a este tipo de empresas. “La gente no tuvo necesidad de maquillarse por mucho tiempo, eso me hizo pensar en buscar otra cosa”. Pero Adriana se mantuvo en pie junto a las 17 personas que conforman su equipo. “Son personas muy importantes para mí. Hemos desarrollado una amistad muy cercana”.
Adriana empezó a los 19 años, pero de chica le encantaba ver a su madre maquillarse. “Antes de salir, se ponía labial y me daba un beso para dejarme un poquito en la boca”. También su amiga Zaida la motivó a seguir el camino y aprender por cuenta propia las técnicas que hoy conforman la esencia de su estudio, a las que Adriana suma la voluntad de arriesgarse y la responsabilidad consigo misma. “No importa la hora a la que llegues, sí o sí tienes que desmaquillarte y cuidar todos los detalles que parecen chiquitos, pero son importantes”.
La mayoría de sus clientes quieren distinguirse en eventos sociales diversos, y de vez en cuando recibe trabajos especiales para cine y teatro. Como sea, mantiene una agenda puntual para que la clientela esté lista y contenta con su imagen. “Mucha gente va al estudio y pide hora para maquillarse, pero en realidad solo quieren hablar y pasar un tiempo de calidad”, pues reconocen la empatía de la que Adriana es capaz y que transmite a su equipo. “Me gusta trabajar con gente joven, les digo que ninguna se quede de asistente. Yo no quiero ser su jefa, quiero ser su líder, mostrarles cómo se maquilla y peina, cómo se lleva un estudio, cómo se trata a las personas, cómo nos tratamos entre nosotras. Es importante que sintamos confianza para hablar del trabajo, pero también de cosas íntimas”.
“Mucha gente va al estudio y pide hora para maquillarse, pero en realidad solo quieren hablar y pasar un tiempo de calidad”
Son las cosas pequeñas y las charlas profundas las que llenan el espíritu de Adriana. “Me gusta amar, siento que puedo amar bonito, y busco ser consciente mental y espiritualmente”. En el Loft hay una pared entera con la palabra “HERMOSÉATE” y, debajo, un versículo: “El corazón alegre hermosea el rostro”. Si de familia conoce la religión cristiana evangélica, hoy busca expandir sus horizontes espirituales, pues sabe que le ha costado mucho llegar a donde está. “Cuando nadie trabaja, nosotros trabajamos y nos perdemos los eventos, terminando el día con dolor de espalda, sin comer, pero sabiendo que lo hacemos bien”.
Le gusta decirlo en plural. “Ahora quiero expandir el estudio fuera de Cochabamba, que las personas con las que trabajo conozcan otros lugares, arriesgarnos más, crecer más. Nos veo ir más lejos. Sueño durísimo”.