Vida en familia
Madres, salud mental y sociedad más humana
Según la OMS, una de cada cinco mujeres va a padecer un trastorno de salud mental durante el embarazo y el primer año tras el parto. Para cuidar y sostener a quienes cuidan, es vital trabajar en la prevención y en la formación de los profesionales.




Cuando nace un bebé, nace una madre. Y esto es esencial tenerlo en cuenta. Al igual que el recién nacido tiene que ser evaluado para saber que todo va bien, se debería hacer lo mismo con la madre, porque ella también ha cambiado. Y aunque en los últimos años se viene hablando cada vez con mayor fuerza de la importancia de la salud mental perinatal —tanto es así que desde 2016 se conmemora el primer miércoles de mayo el Día Mundial de la Salud Mental Materna—, todavía queda mucho por hacer.
Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) de este 2025, el 25% de las embarazadas experimenta algún tipo de malestar de carácter psíquico y una de cada cinco madres va a padecer un trastorno de salud mental durante el embarazo y el primer año tras el parto. Y las cifras podrían ser mayores porque es habitual la falta de detección y, por tanto, de acompañamiento y tratamiento, de problemas y trastornos de salud mental en el periodo perinatal, según señala la misma organización. Esto tiene consecuencias a largo plazo tanto para la salud de la madre como para la del bebé, así como para el resto de la familia.
Los procesos que acompañan a la madre en las horas, días, semanas y meses posteriores al parto son tantos y tan complejos que, a veces, si no tiene una ayuda adecuada, esto puede derivar en asuntos tan poco deseables como una depresión posparto severa que tenga consecuencias de por vida. Aunque Ibone Olza, psiquiatra infantil y una de las pioneras en el cuidado de la salud mental perinatal, recuerda que “el periodo perinatal, desde el punto de vista de la salud mental, abarca desde la búsqueda de embarazo, la gestación y el puerperio hasta el primer año de vida del bebé”. Para ofrecer una atención integral, continúa la también directora del Instituto Europeo de la Salud Mental Perinatal, “es necesario ampliar la conceptualización en salud mental perinatal hasta el deseo de la maternidad o la elección de no serlo, la condición entre deseo/derecho, el contexto socioeconómico, histórico y cultural y sus posibles estrategias y habilidades para articular todo ello, entre otros factores”.
Según datos aportados por dicho instituto, se estima que los trastornos de salud mental perinatal afectan a entre un 20% y un 25% de las díadas madre-bebé durante el periodo perinatal. Sin embargo, “si se consideran también otros problemas de salud mental que pueden surgir durante este período, como la ansiedad, el estrés, que no necesariamente cumplen con los criterios diagnósticos para un trastorno específico, el porcentaje de madres afectadas es mucho mayor”, sostienen.
Aunque las definiciones pueden variar según el contexto, prosigue Olza, las cifras muestran que se trata de un problema de salud prevalente que requiere un abordaje específico, “y que se debe incidir tanto desde la prevención como desde la reducción de daños, priorizando el acceso a recursos especializados en cuanto se detecta la necesidad”. “Para todo ello, también es imprescindible que los profesionales sanitarios que las atienden puedan desarrollar su trabajo de forma racional y sostenidos por las instituciones de forma igualmente cuidadosa”, sostiene la psiquiatra.
La formación de profesionales en salud mental perinatal ha cobrado relevancia en los últimos años, en gran medida gracias al compromiso de numerosas profesionales sanitarias que optan por especializarse, a menudo tras enfrentar dificultades en sus propias experiencias de maternidad. Sin embargo, aún queda un camino por recorrer para equiparar los niveles de formación con otros países europeos.
La soledad de las madres: ¿una realidad creciente?
Otro de los temas que se reivindican cada vez con más voces es la importancia de no restarles valor a las madres que sienten que están solas. En las circunstancias actuales, especialmente en los núcleos urbanos grandes, ese sentimiento de soledad se acrecienta porque hay menos mujeres cerca en el acompañamiento como la madre, la suegra, hermanas, tías, amigas, etcétera.
La psiquiatra Lucía Torres, especializada en la salud mental perinatal, tiene claro que “la maternidad en nuestros días se vive de manera muy diferente a como lo hicieron generaciones anteriores, ya que la vida en las ciudades, el ritmo acelerado y la incorporación plena de la mujer al mundo laboral han transformado profundamente la experiencia de criar”. Torres lamenta que muchas madres transitan el posparto sin una red de mujeres que las acompañe de forma continua y sostenida: “Figuras femeninas —madres, tías, abuelas, hermanas, vecinas— que antes estaban disponibles para guiar, sostener y compartir, ahora escasean o no tienen el tiempo ni el espacio por lo que la nueva madre se ve sola, tratando de responder a una tarea monumental sin modelos claros ni manos que la ayuden a sostenerse”.
Este vacío convierte la maternidad en una carga emocional desproporcionada. “Muchas sienten que si ellas no están para cuidar y nutrir emocionalmente a sus hijos, no hay nadie más”, prosigue Torres, “y si ellas no están para sostenerse a sí mismas, tampoco habrá nadie que lo haga, la experiencia de criar se vuelve solitaria, silenciosa y, a menudo, invisible”.
“Vivimos en un escaparate donde las redes sociales proyectan imágenes idealizadas de madres siempre radiantes, hijos impecables y familias sonrientes”, añade Torres. Para esta experta, queda poco espacio para mostrar el cansancio, la culpa, la rabia o la tristeza: “Así, las madres no solo viven la maternidad en soledad, sino que sienten que deben esconder sus sombras, avergonzadas de no estar a la altura de una ficción”.
“Si ella ha de estar presente para el niño, alguien debe estar presente para ella. Como médica, suelo imaginarlo como una sala de operaciones: el paciente es el bebé, sí, pero todo el equipo está pendiente de atender al cirujano”, prosigue Torres, que insiste en que la madre necesita que otros la sostengan para poder sostener: “Acompañar a las madres no es un acto de caridad, sino de justicia emocional. Porque cuidar a quien cuida es la única forma posible de sostener una sociedad más humana”.
Las breves de arriba:
Más matronas, menos violencia obstétrica
Las matronas son esenciales en crisis
En contextos de emergencia, las matronas pueden cubrir hasta el 90 % de los cuidados sexuales, reproductivos y maternos, incluyendo partos seguros, lactancia, aborto seguro o atención frente a violencia de género.
Falta de formación en emergencias
No existe formación específica en crisis humanitarias para matronas, lo que limita su capacidad de respuesta. Expertas como Eyimi y Oyarzo piden incluirlas en la planificación y ofrecerles preparación continua.
Preparación y apoyo emocional
Las matronas deben ayudar a las mujeres a anticipar emergencias y cuidar su propia salud mental. Reclaman mejores condiciones, recursos y estrategias de autocuidado ante la sobrecarga que suponen estas situaciones.
Vidas y Divanes
El desafío de atender la salud mental materna
Por María Anael Torres Gorena/Psicóloga
De acuerdo a la Organización Mundial de la Salud entre el 20 y 40% de las mujeres de los países en desarrollo sufren de depresión durante el embarazo o postparto. En Bolivia de acuerdo a un estudio realizado por Romero L. en la ciudad de Sucre el año 2018 se encontró que el 25% del total de las pacientes estudiadas cumplían con los criterios de depresión post parto. La depresión no es el único trastorno encontrado entre las madres, incluso se han llegado a dar trastornos mentales graves en madres que han provocado la muerte de los neonatos.
Además de la vulnerabilidad emocional propia del embarazo y posparto, la realidad del entorno boliviano puede generar diferentes factores de riesgo a sufrir estos trastornos tales como pobreza, alto embarazo adolescente, consumo de sustancias, falta de redes de apoyo, instituciones y profesionales que atiendan esta problemática.
En 2021, los 194 Estados Miembros de la OMS, entre ellos Bolivia, han suscrito el plan de Acción Integral sobre Salud Mental 2013-2030, con un enfoque que abarque toda la vida, garantizar la cobertura universal y prevenir los problemas de salud mental entre las personas de riesgo, donde se destaca la salud de la mujer y el niño.
En Bolivia no existía ninguna política nacional en Salud Mental específica, en la actualidad se está trabajando el Proyecto de Ley Boliviana de Salud Mental así como la construcción y revisión del Plan Plurinacional de Salud Mental 2024–2025 de Bolivia, que busca transformar el modelo de atención en salud mental hacia un enfoque comunitario, integral e intercultural. También en Tarija se promulgó en octubre de 2024 la primera Ley de Salud Mental a nivel departamental.
Aunque las políticas nacionales y departamentales han comenzado a integrar la salud mental perinatal, aún existen desafíos significativos, inicialmente asegurar su financiamiento, sus respectivas reglamentaciones y especialmente llevar a la práctica lo que establecen.
Según los pocos datos que se tienen en los departamentos que han impulsado algo más este tema, se indica que existen entre 0.81 y 1.9 psiquiatras por cada 100 000 habitantes, ambos promedios por debajo de las medias regionales y recomendaciones mundiales: 5 psiquiatras por cada 100 000 personas.
No es de extrañar, pues Bolivia invierte solo el 0.2 % del gasto global en Salud para atender las dolencias mentales. Eso contra el incremento de las mismas especialmente tras la pandemia: en 2021, nuestro país registró 69.303 casos relacionados con la salud mental, un aumento significativo respecto a los 43.615 casos reportados en 2020. Este incremento refleja una creciente demanda de atención en salud mental y altas deficiencias en la cobertura especialmente en áreas rurales y comunidades indígenas.
El marco normativo importa pero también es fundamental tener los recursos físicos y humanos con qué aplicarlos, tener fortalecida la red de salud mental general y de ahí hacer hincapié en los grupos de riesgo: madres y niñez.
Las carencias y urgencias son múltiples en nuestro país, sin embargo invertir en salud mental materna es invertir también en salud mental infantil pues un bebé amado y bien cuidado puede crear factores de protección mental y salud en su crecimiento.