Vida en familia
Hijos que pegan, hijos que mienten ¿Qué hacer como padre?
Entender por qué ocurre y cómo gestionarlo es clave para mejorar la convivencia entre niños. La violencia es una reacción y la mentira es normal en el ajuste entre hijos padres, pero estos deben afrontarlo de manera empática para evitarlo.
La falta de tiempo de los padres y un estilo de vida más acelerado está acentuando algunos comportamientos entre la infancia, que aunque forman parte de la normalidad vegetativa, puede ser magnificado por los progenitores. En el siguiente texto dejamos algunas recomendaciones en uno y en el otro caso.
Los niños que pegan
El comportamiento agresivo de un niño que pega a otros puede generar preocupación en los padres, que a menudo se preguntan qué están haciendo mal. Según Katia Aranzabal, psicóloga especializada en niños y adolescentes, este tipo de situaciones no es infrecuente. Aranzabal señala que, en su consulta, son numerosos los padres que buscan ayuda cuando observan que sus hijos recurren a la agresión física como primera reacción.
Aranzabal enfatiza que el entorno familiar es fundamental para enseñar a los pequeños las normas de convivencia. Los niños no nacen sabiendo cómo gestionar sus emociones o relacionarse de manera pacífica; es un aprendizaje que deben incorporar progresivamente, y los padres juegan un papel crucial en este proceso.
Existen diversas razones por las que los niños pueden recurrir a la agresión. Puede ser una forma de defensa, una reacción ante sentirse amenazados o, simplemente, una manifestación de frustración o mal humor. Es importante que los padres no se culpabilicen, ya que no pueden controlar todas las situaciones que experimentan sus hijos a lo largo del día. Sin embargo, sí tienen la responsabilidad de enseñarles a manejar sus emociones de manera adecuada y a respetar a los demás.
¿Qué hacer ante un hijo que pega a otros?
Uno de los primeros pasos para abordar este comportamiento es no juzgar ni etiquetar al niño como “culpable” o “malo”. En lugar de eso, los padres deben actuar como mediadores imparciales, fomentando el diálogo entre los pequeños para que aprendan a resolver sus conflictos de manera pacífica.
Si bien es importante que el niño comprenda que pegar no está permitido, también es esencial que se le proporcionen las herramientas necesarias para expresar lo que siente. Esto puede incluir enseñarle a pedir las cosas con palabras, a preguntar si puede jugar con otros niños o a compartir los juguetes en lugar de reaccionar de forma violenta.
La intervención es necesaria cuando la violencia está fuera de control o cuando uno de los niños está abusando del otro. En estos casos, es útil separar a los niños, darles tiempo para relajarse y, una vez calmados, sentarse a hablar con ellos sobre lo que ocurrió. Preguntarles cómo se sienten y ayudarles a poner en palabras sus emociones les permitirá comprender mejor el conflicto y encontrar una solución.
Aranzabal subraya que enseñar a los niños a pedir perdón es fundamental, siempre y cuando lo hagan de forma sincera. No se trata solo de decir “lo siento”, sino de entender por qué su comportamiento fue incorrecto y buscar reparar el daño causado. A través de estos momentos de reflexión, los niños empiezan a tomar conciencia de sus actos y de sus emociones.
Los padres deben acompañar a sus hijos en este proceso, guiándolos con paciencia y cariño, y recordando que el aprendizaje emocional es progresivo. Las correcciones repetidas, siempre desde el respeto y la empatía, ayudarán al niño a adquirir las habilidades necesarias para relacionarse de manera pacífica y respetuosa.
Los niños que “mienten”
Tarde o temprano, los padres, acostumbrados a que sus hijos sean honestos, deben hacer frente a las que serán las primeras mentiras de sus hijos. Sin embargo, normalmente no habría que preocuparse porque los niños mientan, de hecho, representa un indicador del crecimiento del menor. En particular de un avance en su capacidad a la hora de ponerse en el lugar de otro, es decir, en el desarrollo de su empatía. No obstante, existen numerosos motivos por los que un niño podría escoger mentir a sus padres, por ejemplo, para obtener aprobación, por un impulso, para evitar herir los sentimientos de alguien. O incluso simplemente para probar al ser algo novedoso para ellos.
Sin embargo, los padres deberían actuar si descubren que su hijo les ha mentido. Incluso sería una situación a analizar en el caso de niños que mienten mucho. Eso sí, para gestionar este escenario de la mejor forma posible, es recomendable que los padres actúen de una forma en particular. Cabe recordar que las mentiras no son algo malo de por sí, ya que representan un mecanismo social. Pero es necesario enseñar a los pequeños de la casa dónde están los límites.
¿Cómo actuar si tu hijo te está mintiendo?
“Todos los niños mienten alguna vez”, asegura el neuropsicólogo Álvaro Bilbao, quien explica en su cuenta oficial de Instagram cómo debería ser el comportamiento adecuado de un padre al descubrir que su hijo le ha mentido. “Algunos niños mienten mucho y otros muy poco”, en palabras del especialista, a lo que añade que el objetivo de los padres debería ser que sus hijos sean de los primeros.
Consejos para actuar si tu hijo te miente
1 No regañar ni castigar por mentir. Algunos padres deciden regañar e incluso castigar a sus hijos por haberles dicho una mentira, con la intención de que, para evitar de nuevo una reprimenda, no vuelvan a hacerlo. Sin embargo, el efecto que se consigue es justo el contrario, dado que los niños volverán a mentir justo para no ser castigados de nuevo.
2 Compartir las sospechas con los hijos. En el caso de saber que el niño ha mentido, los padres han de mantener una conversación tranquila y empática con ellos. Mediante la que animarán al menor a confiar en ellos y decirles la verdad. “No te va a pasar nada”, les ayudará a sentirse seguros y dar el paso de abrirse con honestidad.
3 Validar al niño al decir la verdad. El especialista recomienda a los padres reconocer el valor de sus hijos por decirles la verdad y darle importancia al hecho en sí. Aunque también es importante analizar aquello por lo que se ha mentido, y valorar junto al niño lo bueno o malo que haya podido ser dicho comportamiento.
Nota de apoyo
Cómo actuar si tu hijo te habla mal
“¡No me da la gana!” o “¡Tú no me mandas!” representan algunas de esas frases que a ninguna madre o padre les gusta escuchar viniendo de sus hijos. Sin embargo, el hecho de que los niños contesten o hablen mal a sus padres supone un comportamiento muy común en su desarrollo. En estos casos es frecuente que surja un tira y afloja en el que los adultos tratan de ganar autoridad ante sus hijos, mientras que estos pueden seguir sin responder de la mejor forma. Si esto no se gestiona adecuadamente, el resultado es que el vínculo se resienta o que el desarrollo del menor no sea el más adecuado.
No obstante, si los niños dedican palabras o contestaciones groseras a sus padres es fundamental que estos actúen. Puesto que se trata de uno de esos comportamientos infantiles que no deben pasarse por alto. Pero esta situación siempre debe resolverse mediante las herramientas adecuadas, sobre todo, evitando caer en una actitud permisiva y tampoco en una autoritaria. Marta Prada, especialista en educación consciente, ofrece algunos consejos a los padres acerca de cómo lidiar con sus hijos en el caso de que estos hayan empezado a darles malas contestaciones.
¿Qué hacer si tu hijo te habla o contesta mal?
Cuando los niños se dirigen de forma grosera o inadecuada a los padres, Marta Prada recomienda cómo actuar para conseguir un cambio de conducta de la forma más eficaz y positiva posible. Sin embargo, para llegar hasta ese punto, resulta esencial evitar dos actitudes: la permisividad y el autoritarismo.
Los padres que optan por ser permisivos normalizan este comportamiento y lo ignoran, por lo que no se fijan límites, algo muy necesario en la relación entre padres e hijos. Así como de cara a que los propios menores también aprendan a establecer ellos sus propios límites con los demás. Mientras que aquellos que optan por una respuesta autoritaria se escudan en las amenazas y los gritos para ejercer su poder. Los niños, al aprender que el poder es lo que “funciona”, entran en una dinámica de desafíos, según advierte la especialista. También es posible que hagan caso por miedo, a costa de sentirse inseguros.
Pautas para abordar el tema de la salud mental con niños y adolescentes
Por lo que la opción más recomendable es la que se alinea con una educación consciente, en la que se ponen límites de manera firme, pero siempre desde el respeto. ¿Cómo? Invitando a los menores a expresarse con respeto al mismo tiempo que se da ejemplo de ello, identificar sus necesidades y sentimientos y orientarlos acerca de un comportamiento adecuado y deseable. Los padres han de mostrarse empáticos y comprensivos con los hijos, lo que ayudará a que sea “mucho más probable obtener su cooperación”.
Tres consejos prácticos para educar niños felices
1. Ser el ejemplo
Está demostrado que no se puede dar lo que no se tiene, y que los niños aprenden más con el ejemplo que con la palabra. Ser un ejemplo significa haber interiorizado el conocimiento; significa vivirlo. Además, cuando uno es consciente de lo que sabe, es más capaz de conducir al niño al mismo destino con paciencia y tolerancia. Por eso la evolución de los padres es indispensable para guiar a los hijos hacia una humanidad mejor.
2. El niño no es sus pensamientos
La Logosofía enseña a separar el ser de sus pensamientos. Esto tiene dos beneficios directos: por un lado, somos más tolerantes, pacientes, no nos tomamos el comportamiento del niño como un ataque personal y somos capaces de sentir amor por él hasta cuando se porta mal. Por otro lado, podemos identificar más fácilmente la causa real que hay detrás de cada comportamiento -los pensamientos- y así colaborar más eficazmente con él.
3. Estímulos naturales en la educación
La cultura logosófica sostiene que un exceso de estímulos artificiales -quimeras, imágenes irreales, consecuencias artificiales- suelen ser perjudiciales para el desarrollo natural de las aptitudes mentales y espirituales del niño, porque debilitan su voluntad, intoxican su imaginación y le inclinan a preferir lo fácil y lo ilusorio.