Vida Verde
Bolivia ante la COP16: ¿cuáles son las promesas en juego?
Con la COP16 de Biodiversidad a la vista, a pesar del compromiso de proteger 30 % del territorio para 2030, Bolivia carece de una estrategia nacional efectiva, y la deforestación y la minería son presiones constantes




Bolivia alberga 66 de los 112 ecosistemas existentes a nivel mundial y cuenta con más de 60 áreas protegidas, que representan el 16,63% de su territorio. A medida que se acerca la 16 Conferencia de las Partes sobre el Convenio de Diversidad Biológica (COP16), el país enfrenta importantes desafíos para alinearse con el compromiso de proteger 30 % del territorio para 2030.
Sin embargo, las políticas nacionales presentan contradicciones que podrían obstaculizar estos objetivos de conservación.
Juan Carlos Alarcón, secretario técnico de la Plataforma Boliviana Frente al Cambio Climático y miembro del Comité Nacional del Foro Social Panamazónico (Fospa), aseguró que “no es un caso de negociación de un acuerdo, porque ya existe el acuerdo, sino más bien es una de cómo vamos a avanzar en cumplir esas metas y ese acuerdo”.
La COP16 de Biodiversidad, que se realizará entre el 21 de octubre y el 1 de noviembre en la ciudad colombiana de Cali, será un evento crucial en el que los 196 países miembros del Convenio sobre la Diversidad Biológica (CBD) rendirán cuentas sobre la implementación del Marco Mundial Kunming-Montreal sobre Diversidad Biológica, también conocido como Marco Global de Biodiversidad.
Esta cumbre es particularmente significativa para Bolivia, un país megadiverso que enfrenta serios desafíos ambientales, como la deforestación, incendios y la minería ilegal.
En la COP16, Bolivia deberá presentar la actualización de su Plan de Acción Nacional para la Biodiversidad (PAB) y demostrar cómo alineará sus políticas con las 23 metas del Marco Global de Biodiversidad para enfrentar y revertir el declive de la naturaleza. Con esos compromisos, limitándose hasta el momento a la elaboración de un diagnóstico.
“Actualmente se está trabajando en un diagnóstico que probablemente será presentado en la próxima COP”, dijo.
Se solicitó una entrevista con la delegación boliviana para obtener más detalles sobre el estado de la estrategia, pero al cierre de esta edición no se obtuvo respuesta.
Las mujeres indígenas en la lucha por la biodiversidad
Wilma Mendoza Miro, originaria del pueblo mosetén en Palos Blancos, en el departamento boliviano de La Paz, preside la Confederación Nacional de Mujeres Indígenas de Bolivia (Cnamib), donde representa a 34 naciones indígenas.
En su mirada crítica hacia los espacios internacionales de decisión, como la COP16, destacó los desafíos que enfrentan los pueblos indígenas en estos espacios.
“Nosotras no tenemos la acreditación oficial. Participamos como observadoras”, comentó Mendoza con una mezcla de frustración.
Para ella es el reflejo de una exclusión estructural. “Nosotras tenemos información de primera mano, pero no podemos ser parte de los diálogos de los Estados”, agregó.
Los pueblos indígenas, aunque representan solo 5 % de la población mundial, desempeñan un papel crucial en la conservación de la biodiversidad.
Aunque algunos informes sugieren que protegen hasta 80 % de la biodiversidad restante, otras fuentes, como una reciente publicación en Nature, debaten la exactitud de la cifra de 80%, señalando la complejidad de medir este impacto.
Aun así, investigaciones verificadas indican que administran más de una cuarta parte de la tierra, incluyendo un tercio de los paisajes forestales intactos, lo que reafirma su rol esencial en la protección de la biodiversidad.
“Se están perdiendo bosques y vidas”, añadió Mendoza con preocupación. Para ella, la naturaleza es vida, y la pérdida de la biodiversidad es un golpe no solo para los ecosistemas, sino para las comunidades que dependen de ellos.
En cuanto a la política del gobierno, la lideresa no duda en señalar las inconsistencias.
“Bolivia tiene un buen discurso internacional, pero aquí en casa no pasa nada”, afirmó sin titubear. “No hemos declarado emergencia por los incendios, aunque estamos perdiendo tanto bosque”, prosiguió.
Para ella, el discurso del gobierno en espacios internacionales se queda en palabras vacías, sin un seguimiento real en las acciones.
“Dicen que van a conservar, que van a proteger, pero la realidad es otra”, recalcó.
“Las políticas públicas deben implementarse respetando el consentimiento libre, previo e informado de los pueblos indígenas, y deben involucrarnos en la formulación de estas políticas”, concluyó.
Los incendios, una amenaza latente
En cuanto a las amenazas que se ciernen sobre la biodiversidad en Bolivia, Alarcón mencionó con preocupación: “Hay actividad minera, hay incendios. Creo que una de las principales amenazas que tenemos a nivel nacional, pero también en la Amazonía, son los incendios”.
En 2023, más de 3,5 millones de hectáreas fueron afectadas por incendios. Justamente, el pasado 30 de septiembre de 2024, el gobierno declaró “desastre nacional” debido a la crisis ambiental por los incendios. Esta situación pone en riesgo no solo la biodiversidad, sino también las metas que Bolivia se propuso cumplir.
A pesar de que Bolivia cuenta con áreas protegidas, esto no es garantía de conservación efectiva.
“Bajo un marco normativo, crear parques nacionales o áreas protegidas no garantiza la conservación”, dijo Alarcón, señalando la presencia de minería e incendios en zonas destinadas a la protección ambiental.
El financiamiento y la justicia climática
El financiamiento es otro tema crucial para lograr los objetivos de conservación. Alarcón resaltó la importancia de que los países que contribuyeron más al deterioro ambiental asuman mayores responsabilidades económicas.
“Los países que tienen mayor responsabilidad en el daño generado al tema de la biodiversidad y el cambio climático… tienen que asumir mayor responsabilidad en financiamiento”, dijo.
En este contexto, afirma que es fundamental que los territorios indígenas reciban recursos directos para la conservación de sus territorios.
“Hay que dejar a los territorios y pueblos indígenas ejercer su derecho a la autonomía… en términos de cosmovisión, del ecosistema, de la biodiversidad”, sostuvo.
Alarcón expresa incertidumbre sobre la postura oficial de Bolivia en la COP16. A pesar de esta falta de claridad, enfatizó que Bolivia debería aprovechar la COP para exigir recursos a los países responsables del daño ambiental, especialmente dada la crisis económica actual.
Fospa: la sociedad civil como actor clave
La Amazonía boliviana, que representa 43,3 % del territorio nacional y alberga una biodiversidad excepcional, enfrenta serias amenazas como la deforestación, impulsada por la agricultura, la minería y los incendios forestales.
Entre 2016 y 2021, Bolivia vio un aumento de 73 % en la deforestación, posicionándose como el tercer país con mayor pérdida de bosques a nivel mundial, después de Brasil y la República Democrática del Congo.
En este contexto, el XI Foro Social Panamazónico (Fospa), celebrado en Rurrenabaque y San Buenaventura en junio de 2024, se estableció como una plataforma esencial para que la sociedad civil, pueblos indígenas y organizaciones ambientales discutan los desafíos de la Amazonía. Durante el encuentro, se formuló un claro posicionamiento para la COP16.
Se propuso reconocer a la Amazonía como sujeto de derechos, proteger los recursos en territorios indígenas, además de un mecanismo de financiamiento directo del Norte Global y la derogación de leyes que amenazan la biodiversidad en Bolivia.
El contraste entre la Estrategia Plurinacional de Biodiversidad de Bolivia (2018) y la realidad es evidente.
Mientras el Plan de Acción 2019-2030 busca políticas sostenibles para proteger la biodiversidad, las actividades extractivistas y la crisis climática obstaculizan su implementación. El informe “La Amazonía contra reloj” señala que 26 % de la Amazonia fue degradada, con Bolivia siendo un actor principal en esta devastación.
En cuanto a la implementación de políticas de biodiversidad, la integración efectiva de la sociedad civil, en especial de las comunidades indígenas, es insuficiente.
Según Alarcón, uno de los desafíos clave es asegurar que las voces de estas comunidades sean incluidas en la actualización de las PAB y en la planificación a largo plazo para la conservación de la Amazonía y la biodiversidad.
Foro debatirá los mercados de carbono en Bolivia
En un momento crucial por la situación ambiental que vive Bolivia y la región en general, OXFAM Bolivia y el Instituto Rural para el Desarrollo de Sudamérica (IDRS) realizarán este lunes 14 de octubre, el Foro Sudamericano “Disputas por la tierra-territorio y la sostenibilidad de la vida”.
El objetivo es promover un espacio de información y reflexión sobre los mecanismos de reducción de las emisiones debidas a la deforestación y la degradación de los bosques (REDD+), así como los modelos de desarrollo y alternativas de sostenibilidad en diversos territorios, tanto a nivel nacional como regional.
En una primera parte, se promoverá un debate informado que permita comprender los mercados de carbono y los esquemas REDD+ desde las implicaciones legales, así como su verdadero potencial en términos sociales y ambientales.
En la segunda parte, “Disputas por la tierra y el territorio”, se presentará el Noveno Informe Anual sobre Acceso a la Tierra y Territorio en Sudamérica, cuyos autores procedentes de distintos países de América Latina estarán presentes.
América Latina, la que más vida silvestre pierde del mundo
El Informe Planeta Vivo 2024 hace un seguimiento de los cambios en los tamaños de las poblaciones monitoreadas para indicar si, en promedio, la abundancia relativa de las especies aumentó, disminuyó o se mantuvo igual entre 1970 y 2020. Incluye casi 35.000 tendencias poblacionales de 5.495 especies, incluidas 3.936 poblaciones y 1.362 especies de América Latina y el Caribe.
Su índice sugiere que, a escala mundial, los descensos más graves se han observado en las poblaciones de agua dulce (-85%), seguidas de las terrestres (-69%) y luego de las marinas (-56%).
Los autores destacan que, en todo el mundo, la degradación y pérdida de hábitats es la amenaza más reportada para la fauna y la flora silvestres, impulsada sobre todo por el sistema alimentario, seguido de la sobreexplotación, las especies invasoras y las enfermedades. La contaminación también se considera una amenaza importante, al igual que el cambio climático, que se deja sentir con especial fuerza en América Latina, donde, por ejemplo, se ha observado que está provocando el declive de algunas aves amazónicas.
Según la plataforma de seguimiento Global Forest Watch, la deforestación tropical disminuyó un 9% en 2023 en comparación con 2022, pero sigue siendo muy alta, con una superficie de casi el tamaño de Suiza perdida en todo el mundo durante el año. Brasil, la República Democrática del Congo y Bolivia fueron los tres países con mayor pérdida de bosques primarios, a pesar de que en Brasil se ha producido un descenso del 36% desde la introducción de políticas de conservación más estrictas bajo la presidencia de Lula da Silva
“Monitoreamos todos los factores, pero la deforestación es particularmente agresiva en América Latina, en muchos casos vinculada a la expansión de la frontera agrícola”, dijo a Dialogue Earth Roberto Troya, director regional de WWF en América Latina. “La explotación de los recursos naturales también continúa a toda velocidad, con la minería ilegal arrasando ríos y poblaciones”.
Algunas de las poblaciones de especies destacadas en el informe incluyen una disminución del 65% en los delfines rosados de río del Amazonas (Inia geoffrensis) entre 1994 y 2016, y una disminución del 75% en su pariente más pequeño el tucuxi (Sotalia fluviatilis) en la reserva de Mamirauá en el estado de Amazonas, en Brasil. El año pasado, se informó de la muerte de más de 330 delfines de río en solo dos lagos, en medio de una sequía histórica y bajos niveles de agua.
Una superpotencia en biodiversidad
En Brasil, Colombia y México, América Latina alberga tres de los cinco países con mayor diversidad de aves, anfibios, mamíferos, reptiles, peces y plantas. Solo la selva amazónica alberga alrededor del 10% de la biodiversidad mundial, y estas cifras solo se refieren a las especies conocidas. Desde las praderas uruguayas hasta los arrecifes de coral mesoamericanos, la región desempeña un papel fundamental en la conservación de la biodiversidad.
Sin embargo, se ha producido un rápido declive de las poblaciones de muchas de las especies de la región. Algunas de las más destacadas son la vaquita marina (Phocoena sinus), la marsopa más pequeña y amenazada del mundo, cuyos últimos ejemplares se encuentran en las aguas septentrionales del Golfo de California, y el jaguar (Panthera onca) de Sudamérica, el mayor felino salvaje del hemisferio occidental, amenazado por la deforestación.
El camino a seguir
En su informe, WWF sugiere una serie de estrategias para proteger mejor la biodiversidad, empezando por las áreas protegidas. Sus investigadores destacaron que en la actualidad hay casi 300.000 zonas protegidas designadas en todo el mundo, que cubren el 16% de la superficie terrestre del planeta y el 8% de los océanos, pero que su distribución sigue siendo desigual e insuficiente para apoyar los servicios que la naturaleza aporta a la humanidad.
Uno de los objetivos del Marco Mundial para la Biodiversidad de Kunming-Montreal, aprobado por 196 países en 2022, insta a proteger el 30% de las tierras, aguas dulces y océanos para 2030 “mediante áreas protegidas ecológicamente representativas, bien conectadas y gobernadas de forma equitativa”. Se espera que los gobiernos presenten sus nuevos planes sobre biodiversidad en la cumbre sobre biodiversidad COP16 de las Naciones Unidas, que se celebrará este mes en Cali, Colombia.