Vida verde
La Amazonia se marchita por la sequía y la deforestación
Una investigación científica revela que un 37% de la selva amazónica está perdiendo la estabilidad de su vegetación, y que esa “desaceleración crítica” afecta más a las zonas deforestadas. El debate sobre el desarrollismo sigue inconcluso en la región
La Amazonia, la selva tropical más grande del mundo, empieza a dar preocupantes señales de agotamiento y debilitamiento producto del cambio climático. La ingeniera agrícola Johanna Van Passel, del Departamento de Ciencias de la Tierra y el Medio Ambiente de la Universidad KU Leuven (Bélgica) lideró una investigación científica que revela que más de un tercio de su enorme superficie (7,7 millones de km2, más de 13 veces el tamaño de la península ibérica) está perdiendo su habitual resiliencia para recuperarse de las sequías.
Esta “desaceleración crítica” tiene un efecto dominó con consecuencias locales -el riesgo de que la selva se transforme en las próximas décadas en una zona degradada- y globales, ya que este ecosistema juega un papel muy importante a la hora de absorber carbono de la atmósfera.
En los últimos veinte años, la Amazonia ha sufrido cuatro periodos de sequías, una recurrencia inédita. Al sumarle la intensidad y prolongación de estos periodos, los científicos descubrieron que el 37% de la selva está perdiendo estabilidad de su vegetación.
La zona sureste, altamente deforestada y degradada, está expuesta por esta nueva vulnerabilidad a un “evento de inflexión”, un declive de la selva tropical a un estado diferente y mucho más seco. “La deforestación está innegablemente ligada a esta pérdida de resiliencia”, explica Johanna Van Passel en diálogo con La Vanguardia.
La selva tropical alberga 15.000 especies de árboles. Esta menor capacidad para recuperarse de las sequías puede desencadenar en una mayor mortalidad por deshidratación, lo que a su vez podría conducir a una mayor desaceleración en otras partes de la selva, señala la autora principal de esta investigación, publicada en la prestigiosa revista científica Proceedings of the National Academy of Sciences.
Una de las conclusiones es que la desaceleración de la tasa de recuperación del bosque puede ser un “indicador temprano” de un colapso del ecosistema a gran escala. Los resultados del estudio van en sintonía con los hallazgos publicados en febrero en Nature por investigadores de la Universidad Federal de Santa Catarina (Brasil) y la Universidad de Birmingham (Reino Unido).
“Un estrés sin precedentes ”
La Amazonia, según este otro trabajo, está “cada vez más expuesta a un estrés sin precedentes” debido a la conjunción de factores críticos como el aumento de las temperaturas, las sequías extremas, la descontrolada deforestación y los incendios forestales. Estas “retroalimentaciones” pueden “desencadenar transiciones ecosistémicas inesperadas” como un “colapso forestal local, regional o incluso en todo el bioma“.
Pese a estas “preocupantes” evidencias científicas, Van Passel aclara que “nunca es demasiado tarde para actuar, porque todavía hay muchos daños que se pueden prevenir”. Eso sí, advierte que la Amazonia necesita de forma urgente “una combinación de esfuerzos políticos”. A nivel local, poner fin a la deforestación, ampliar las zonas de restauración y proteger a los pueblos indígenas y otras comunidades tradicionales. A nivel global, una “fuerte reducción” de las emisiones de gases de efecto invernadero.
¿Cuál es el hallazgo científico más relevante de la investigación? ¿Esperaban estos resultados cuando comenzó el estudio o se sorprendieron con los datos?
Los hallazgos más relevantes revelan que un tercio de la selva amazónica está experimentando una recuperación más lenta de perturbaciones como las sequías, lo que llamamos ”desaceleración crítica“. Esta recuperación más lenta ocurre en regiones de la Amazonia que experimentaron sequías más frecuentes, intensas y más prolongadas. Las áreas vulnerables están ubicadas principalmente en el sur de la selva amazónica, algo que esperábamos, ya que esta región es la parte más seca del Amazonas y la más afectada por la deforestación.
Un tercio de la selva amazónica, la parte sur, se recupera más lentamente de las sequías, lo que puede provocar una mayor mortalidad de los árboles. Johanna Van Passel. Ingeniera agrícola e investigadora
¿Cuáles son los impactos de que uno de los mayores sumideros de carbono terrestre del mundo se recupere más lentamente de las sequías?
Por el cambio climático, las sequías se volverán más comunes en la selva amazónica. La lenta recuperación observada en un tercio del bosque amazónico indica que los árboles en estas áreas forestales son más vulnerables a las condiciones de sequía, lo que puede provocar una mayor mortalidad. ¿Qué consecuencias tiene esto? El bosque podría transformarse en un ecosistema parecido a una sabana degradada, menos diverso y menos complejo. La selva amazónica está fuertemente ligada a sus precipitaciones, ya que genera un tercio de su propia lluvia a través de la transpiración de las hojas. Por lo tanto, menos árboles en una parte del bosque también pueden tener efectos negativos para el resto de la selva tropical.
¿Esta pérdida de resiliencia es una señal de que este enorme ecosistema se dirige hacia un punto de no retorno?
Nuestros resultados muestran que la mayor parte de la Amazonia aún no va a llegar a este punto de no retorno. Si bien ha habido puntos de inflexión locales dentro de la selva, donde pequeñas áreas forestales se han desplazado hacia estos ecosistemas degradados, no hay pruebas de que se produzca un punto de inflexión generalizado en el futuro cercano. Sin embargo, debido a este ciclo interno de lluvias, estos puntos de inflexión locales pueden extender la degradación forestal hacia áreas ”saludables" cercanas. Se espera que esto suceda si las futuras sequías se vuelven más frecuentes e intensas, especialmente en la parte sur de la selva amazónica.
¿Cuánto tiene que ver el ser humano y un capitalismo global que se basa en la explotación de los recursos naturales en este proceso?
Nuestra investigación se centró en las áreas dentro de la región forestal amazónica que aún no han sido deforestadas, porque queríamos aislar los efectos de las sequías, ya que se trata de un proceso complejo en sí mismo. Sin embargo, la deforestación está innegablemente ligada a esta pérdida de resiliencia. Vemos claramente que el sur de la Amazonia, que ha experimentado el impacto humano más fuerte y el que más ha sufrido la deforestación, es la zona más vulnerable a esta lenta recuperación de las sequías. La deforestación conduce directamente a una reducción de las precipitaciones, lo que hace que el bosque sea más vulnerable a las sequías.
¿Espera como científica que esta investigación tenga algo un impacto político, que quienes tienen la capacidad de actuar puedan detener la actual destrucción del bosque? ¿Estamos a tiempo o la mayoría de las consecuencias ya son irreversibles?
Creo firmemente que nunca es demasiado tarde para actuar, porque todavía hay muchos daños que se pueden prevenir. Me convertí en científica para contribuir a mitigar el cambio climático. Para que los políticos tomen buenas decisiones, necesitan información científica. Todos los datos que tenemos subrayan la importancia de proteger el bosque restante, especialmente en el sur de la Amazonia, y de colaborar con los pueblos indígenas y otras comunidades tradicionales que son expertos en la conservación de los bosques. Espero que esta investigación pueda influir en las políticas, porque detener la deforestación y reducir las emisiones de gases de efecto invernadero deberían ser prioridades para todos.
La preocupación “mundial” por el Amazonas
La selva amazónica juega un papel muy importante a la hora de absorber carbono de la atmósfera y almacenarlo en sus árboles. Cuando las sequías causan degradación y muerte regresiva de los bosques, esto disminuye la capacidad del bosque amazónico para absorber este carbono de la atmósfera, lo que nuevamente fortalece el cambio climático global. Por tanto, los grandes cambios en la selva amazónica pueden conducir a grandes cambios a escala global.
La concentración geográfica y la extensión de esta selva es lo que motiva a los países occidentales a promover su conservación, ya que resuelve un problema sin afectar a su territorio. Ese enfoque ha sido rechazado en numerosas ocasiones por los habitantes de la cuenca amazónica, que evidentemente reivindican su derecho a desarrollarse.
Con el presidente Jair Bolsonaro, que relajó los controles, la Amazonía sufrió grandes incendios para ampliar la frontera agrícola. El presidente Lula da Silva lidera nuevos enfoques más conservacionistas pero exigiendo contraprestaciones efectivas para el territorio amazónico.
Por qué necesitamos la Amazonia
La Amazonia es considerada el pulmón del mundo porque absorbe millones de toneladas del dióxido de carbono presente en la atmósfera. Al reducir la cantidad mundial de este gas de efecto invernadero que calienta el planeta, contribuye a frenar el cambio climático. Pero su labor no termina ahí.
La selva amazónica también desempeña un importante papel en la regulación del clima mundial, en la producción de agua dulce y en la conservación de especies de plantas que aún no han sido descubiertas por la ciencia y podrían tener beneficios en la medicina. Su desaparición no sólo amenaza, pues, a las miles de especies de plantas y animales y a los cientos de comunidades indígenas que habitan allí, sino que también tiene consecuencias a nivel mundial. La Amazonia es un gran sumidero de carbono. Su suelo y vegetación contienen aproximadamente una cuarta parte de todo el carbono del mundo que se almacena en la tierra. Pero, a medida que el bosque disminuye, también lo hace su capacidad de servir como depósito de carbono masivo para el mundo.
Los árboles de la selva amazónica capturan millones de toneladas de dióxido de carbono para realizar la fotosíntesis. Este proceso posibilita el crecimiento y regeneración de los árboles y, además, reduce la cantidad del CO2en la atmósfera y libera oxígeno.
Con menor extensión de selva, la cantidad de CO2que ahora absorbe la Amazonia se verá reducida, como ya ha ocurrido. Hace tres décadas la selva capturaba el doble de toneladas que ahora (1.000 millones). Como resultado, el CO2se liberará de nuevo hacia la atmósfera, lo que podría acrecentar el calentamiento global.
La importancia de la selva amazónica también radica en garantizar la estabilidad del clima mundial. Sus bosques tropicales y regiones boscosas (por ejemplo, las sabanas) regulan las lluvias y mantienen el ciclo del agua. Los árboles de la Amazonia intercambian grandes cantidades de agua y energía con la atmósfera. El agua liberada por las plantas asciende hacia la atmósfera mediante la evaporación y transpiración de las plantas y, posteriormente, fluye por el aire a diversas partes de América.
Este fenómeno, junto con la gran cantidad de agua que la cuenca del río Amazonas aporta al océano, influye en el clima mundial y en la circulación de las corrientes oceánicas. “Amazonia es nuestra, no suya”, respondía el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, al ser preguntado por los registros de deforestación de Amazonia el mes pasado
En este sentido, los activistas insisten en que si la destrucción de la selva representa una amenaza para todo el planeta, la propiedad es de todos.