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Vida en Familia

¿Educar en rosa o azul? Hay más colores para los niños

Los estereotipos sobre cuestiones de género incluyen desde aspectos que parecen insignificantes hasta cómo se les exige a los menores que gestionen sus emociones. Favorecer el ocio igualitario, aportar modelos de igualdad o supervisar los contenidos que consumen apoyan su individualidad

Reportajes
  • Carolina Pinedo para Mamás y Papás de El País
  • 03/06/2023 00:41
¿Educar en rosa o azul? Hay  más colores para los niños
A los colores vienen asociados otros elementos que acaban disgregando
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La ropa azul es para los niños y la rosa, para las niñas. La tristeza es femenina y el enfado, masculino. Los colores o las emociones son parte de la forma en que la sociedad puede encasillar a las personas según su género. Una familia con dos hermanos de distinto sexo es el caldo de cultivo ideal para educarles en un marco de igualdad o bien todo lo contrario. Sin embargo, no resulta sencillo escapar de los roles sociales femeninos o masculinos que se asignan desde el nacimiento, ya que las creencias condicionan las acciones y no siempre se es consciente de ello. “El lenguaje, las compras o los gustos son fruto de haber crecido en una sociedad sexista, no siempre con mala intención, pero sí con la inercia de la costumbre. La casilla de salida es tomar conciencia de la desigualdad para iniciar el camino de la transformación”, indica Mar Romera, maestra, psicopedagoga y presidenta de la Asociación Pedagógica Francesco Tonucci —organización que se dedica a fomentar en todos los foros posibles los derechos fundamentales de los niños y niñas—.

Las familias con hermanos de distinto género pueden perpetuar de forma inconsciente ciertos roles con sus hijos. Se suele afirmar por parte de los progenitores que, en su hogar, hijos e hijas reciben un trato igualitario, pero según Romera esto no es real, porque aquello de lo que no se es consciente no existe: “Los comportamientos y las creencias estereotipadas nos acompañan en cada decisión y hay que tener en cuenta que la familia no es el único agente socializador en cuestiones de género. Los medios de comunicación o las redes sociales se han convertido en el péndulo que marca el tempo de los hábitos y las costumbres que, en muchos casos, están cargados de estereotipos”, continúa Romera.

Para la experta, desde los colegios se puede hacer mucho porque, en demasiadas ocasiones, los intereses de los niños y niñas están centrados en aquellas cuestiones, gustos, preferencias o hábitos que viven en su entorno familiar y social: “La vida del alumnado es un reflejo de sus vivencias en casa. Se trata de que, en un entorno reglado, demos ejemplo de equidad y respeto, porque si les ayudamos a identificar las desigualdades les estaremos ayudando a evitarlas”.

La igualdad de género en la educación escolar es otra cuestión pendiente. Según un estudio llevado a cabo por Mario Castillo y Ronny Gamboa, investigadores de la universidad de Costa Rica, en el año 2013, los docentes tienden a prestar más atención y a dar más la palabra a los niños que a las niñas en el aula. Mercedes Bermejo, vocal del Colegio Oficial de la Psicología de Madrid, identifica las diferencias sociales según el sexo en cuestiones como que se tiende a tratar a las niñas de un modo más dulce y afectivo. “O se las consuela más y se les permite expresar más sus emociones; se les refuerza menos la autonomía; se les pide más responsabilidad en tareas del hogar o menos de actividad física, mientras que a los niños se les tiende a tratar con más distancia emocional; se promueve que toleren mejor el dolor; se refuerza su autonomía o se apoya más su actividad física”, especifica.

Educar a hermanos de diferente género en un marco de igualdad se puede conseguir con algunas pautas como las que indica la psicóloga Mercedes Bermejo.

·       Reflexionar como adultos si se ofrece una educación igualitaria o si se están estableciendo diferencias por género.

·       Dialogar con los niños sobre temas que puedan surgir en el día a día sobre cuestiones de igualdad de género, por ejemplo, a través de mensajes en los cuentos, situaciones sobre la convivencia o que se puedan ver en películas.

·       Ofrecer el mismo cariño a ambos y dar libertad para que puedan reaccionar como deseen y sin condicionamientos a la hora de expresar sus emociones, independientemente de su género.

·       Supervisar los contenidos que los menores consumen a través de la tecnología. Cuidamos mucho quién entra en casa, pero no tanto a quién lo hace a través de las pantallas y conviene que no accedan a estereotipos sexistas.

·       Aportar modelos de igualdad adecuados, porque el ejemplo en casa es fundamental para los niños. Es aconsejable establecer roles para la madre y el padre alejados de estereotipos de género y que aboguen por compartir en igualdad de condiciones las tareas y responsabilidades de la cotidianidad.

·       Favorecer un ocio igualitario entre los hermanos para que, independientemente de su género, cada uno elija lo que más le gusta; sin censuras.

·       Distribuir de manera equitativa las tareas en casa y no de manera condicionada por los roles de género. En este sentido, se puede rotar la actividad para que ambos hermanos hagan todo lo que el otro hace.

El cerebro de niños y niñas, una hoja en blanco

La mente nace limpia y se desarrolla según la estimulación que recibe. Las capacidades son humanas y no masculinas o femeninas. “Aunque hay evidentes diferencias físicas entre niños y niñas, no hay distinción entre sus aptitudes para cuestiones como dirigir, organizar, gestionar información o para el razonamiento lingüístico y matemático, ni tampoco para el desarrollo emocional, como la empatía o el sentido de la solidaridad”, asegura Olga Barroso, psicóloga experta en violencia de género, trauma y apego y autora del libro Ni rosa ni azul.

“El cerebro nace con todas las neuronas, pero sin conectar. Así que la estructura mental se adquiere con la estimulación", añade. De forma que, según la experta, si a una niña se le dice que atienda las emociones de los demás tenderá a hacerlo, pero al igual que si se le pide a un niño: "Los dos acabarán por tener un gran nivel de empatía", asegura Barroso.

La sociedad determina y moldea las elecciones de los niños según su sexo. “La presión es tan grande que, implícitamente, estamos empujando a los niños hacia un lado y a las niñas hacia otro, así que al final te van a pedir cosas distintas, pero no debido a su género", incide. Y pone un ejemplo: si a una niña, desde su libertad, le encanta jugar con muñecas, al igual que si le gustara el deporte, hay que apoyar sus preferencias y elecciones, porque sus peculiaridades son como personas, no por ser hombre o mujer.

 

 

Por qué dejar que los

niños elijan cómo vestirse

 

Es habitual escuchar a primera hora de la mañana cómo padres y madres les cuentan a otros tantos que se concentran en la entrada de la escuela lo complicado que les resulta salir puntuales por las mañanas debido a los conflictos que surgen cuando los pequeños, con tres o cuatro años, tienen que empezar a vestirse para ir al colegio. Un momento del día que, lejos de desarrollarse tranquila y sosegadamente, se convierte en un tira y afloja por ambas partes para conseguir incluir en la elección final las faldas, pantalones, jerséis o camisetas escogidos por cada uno de ellos para la jornada escolar. Una negociación en la que siempre hay un claro vencedor… Y no son los padres.

Elegir la ropa es una de las formas que tienen niños y niñas de expresar su autonomía y reivindicarse como sujetos diferenciados de sus progenitores, con gustos y deseos propios. “El deseo de autoafirmación de los hijos aparece muy temprano, ya a los nueve meses surgen los primeros esbozos del ‘no’ y el bebé empieza a comunicar la negativa a algo. Ya no le parece bien todo lo que se le ofrece. La autoafirmación coincide con la necesidad de sentir que tienen control sobre su realidad y elegir la ropa es una forma de autoafirmación”, sostiene Elena Pérez Llorente, psicóloga clínica de Primera Infancia (0-4 años) en el Hospital Infantil Universitario Niño Jesús.

En ese desarrollo evolutivo que los seres humanos transitan hasta la madurez se incluye la adquisición de habilidades que permitan incrementar la autonomía e independencia frente a los progenitores, lo que implica que, desde muy pequeños, interactúen con el entorno e intenten ejercer el control sobre él. “No es de extrañar que a partir de esas edades, o incluso antes, quieran tomar decisiones acerca de la ropa que se ponen, lo que comen y las actividades que hacen”, apunta por su parte Anu Harutyunyan, psicóloga de Onelife Center.

Una situación, la de convertirse en individuos más autónomos, que, según los expertos, resulta beneficioso en estas edades tempranas y en cuya adquisición los padres y madres poseen un papel importante facilitándoles que tomen decisiones que les aproximen aún más a esa autonomía. “Desde los dos o tres años se les puede dar a elegir entre varias prendas de ropa preseleccionadas por los padres. No es de extrañar que siempre elijan prendas con algún dibujo o de algún color en particular y, si esto no supone un problema, es crucial que le demos la libertad de llevar la prenda elegida para fortalecer su autoestima”, explica Harutyunyan. De hecho, gestos como que elijan la ropa, llevarla a lavar o poner o recoger la mesa potencian la independencia de los niños en estas edades tempranas. Un hecho que, según Pérez Llorente, es fundamental respetar y en el que hay que tener presente cómo se sienten los niños, además de tener claro que eso no es incompatible con poner límites.

Las personas son seres sociales, y desde muy pequeños el entorno tiene un papel muy importante a la hora de moldear nuestro estilo y actitudes. “Los niños pequeños suelen buscar la validación del entorno en todo lo que hacen”, mantiene la psicóloga. “Si un niño nos enseña orgulloso su camiseta con el dibujo de un dinosaurio, le felicitamos por haberla elegido y le decimos lo bonita que es, aunque siempre elija la misma camiseta”, continúa la experta. Los entornos que más influyen a estas edades, en general, y según explica, son el familiar y el escolar, siendo el más relevante este último.

Hay que conseguir que la elección de la ropa no se convierta en una batalla para ver quién consigue el control de la situación: “Primero, porque la lógica infantil va a ganar siempre en la lucha por el control, y, segundo, porque en estas edades hay que elegir las batallas en lo que a autoafirmación y terquedad se refiere”, sostiene Pérez Llorente. “Los padres deben ofrecer dos o tres alternativas para que sus hijos o hijas puedan elegir y sientan que tienen algo de control sobre su realidad. Así, ven que lo que sienten y piensan es válido y digno de ser escuchado”, continúa.

Para evitar entrar en bucle frente al enroscamiento de los más pequeños, Harutyunyan recomienda a los padres validar las elecciones de los hijos y mostrarles apoyo, aunque no sean las mismas que los padres y madres tomarían. “Lo importante es que los niños sientan desde muy pequeños el apoyo de sus padres en la toma de decisiones”, recuerda.

Claves para una educación no sexista

1. Juguetes

El juguete es un elemento esencial de la socialización de género y provoca expectativas vitales y laborales. El juego está relacionado con lo que proyectamos que queremos ser de mayores. Si se regalan juguetes relacionados con el cuidado del otro, cocinas o bebés sólo a las niñas, estamos haciendo una diferencia de género. En el otro extremo están los videojuegos donde la violencia es un medio para alcanzar un objetivo, que se regalan básicamente a los niños. Es más aconsejable ofrecer a niñas y niños juegos de estrategia que ayuden a desarrollar la creatividad.

2.- Deporte mixto y TV crítica

Las actividades extra escolares a menudo se programan teniendo en cuenta las preferencias de madres y padres y de la escuela, en lugar de pensar en niños y niñas. Debería haber una oferta atractiva e inclusiva, independientemente del sexo de la criatura. Las escuelas deberían promover ligas deportivas mixtas, en lugar de la segregación en determinadas actividades, como el fútbol. Al mismo tiempo, las series, las películas y la publicidad deberían mostrar un modelo de infancia con el que niñas y niños se sientan cómodos, siempre que sea real.

3. Un patio igualitario

 

El espacio compartido por excelencia es el patio de la escuela. En la década de 1990 ya se analizaba qué uso hacen niñas y niños de este espacio: la zona central era para uso de los niños y que alrededor y en los rincones se situaban las niñas para desarrollar habilidades como hablar y jugar a juegos que requieren poco espacio físico. Este esquema se traslada a la sociedad: el hombre ostenta posiciones de poder, y la mujer se sitúa en un espacio marginal. Por ello, es necesario que el profesorado establezca una negociación de los espacios y que se distribuyan de manera igualitaria y justa.

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