Algunos subsisten gracias al trabajo informal
Bolivia: Migrantes venezolanos, una crisis agravada por la pandemia
Los migrantes en el país afrontan problemas como el acceso a la alimentación, a la salud, a un lugar donde dormir, al trabajo y a una asesoría legal debido a que muchos de ellos ingresaron a Bolivia por puntos fronterizos no regulares
La pandemia del coronavirus (Covid-19) viene impactando en la ya deteriorada calidad de vida de los migrantes venezolanos que llegan a Bolivia –tras atravesar por Colombia y Perú- por la crisis política, económica y social que se vive en su país de origen.
Los migrantes en el país afrontan problemas como el acceso a la alimentación, a la salud, a un lugar donde dormir, al trabajo y a una asesoría legal debido a que muchos de ellos ingresaron a Bolivia por puntos fronterizos no regulares.
Algunos subsisten en base al trabajo informal y por emprendimientos gracias a la ayuda de instituciones humanitarias que les brindan comida, albergue y apoyo jurídico.
Otro tanto, que no está cuantificado, al haber ingresado de manera irregular a territorio nacional, usa a Bolivia como país de tránsito y tiene como destino final a Chile o Uruguay, como la familia de Jhaire Rodríguez.
“Llegamos a Bolivia a pie, caminamos más de dos meses”, dice Jhaire (18), mamá de Mateo David (1), que junto a su esposo salieron de Venezuela hace ocho meses. Dice que la situación en su país no mejora y cada día las necesidades son mayores. Junto a su esposo decidió dejar la crisis atrás.
Según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), aproximadamente 4,6 millones de venezolanos refugiados y migrantes se encuentran dispersos en América Latina y el Caribe, y un total aproximado de 5,6 millones están en todo el mundo, resultado de una diáspora que no se ralentizó con la pandemia.
Jhaire y su familia salieron hacia Colombia, primer país de escala, para luego avanzar hacia Perú, donde forzados por las restricciones implementadas contra el coronavirus, tuvieron que permanecer alrededor de seis meses.
El poco dinero que llevaban se terminó. Su esposo perdió el trabajo de ayudante de barbería que pudo conseguir. Las medidas restrictivas ahogaban a los negocios.
Sin mayores oportunidades la salida fue vender caramelos que por la poca circulación de personas, los ingresos solo cubrían la comida, pañales y leche para Mateo David.
Sin dinero para el alojamiento, muchas veces tuvieron que dormir en la calle, protegidos solo por plásticos y cartones.
Algunas veces, un buen samaritano les dio cobijo. Les tomó más de dos meses llegar hasta Bolivia, con muchos días sin comida y sin techo y con la ayuda de ocasionales transportistas que los acercaban cada vez más a su destino.
En Bolivia, con una semana de ingreso irregular, sobreviven por la iniciativa de su esposo que limpia vidrios a los motorizados en una esquina del Paseo del Prado de La Paz.
Los ingresos siguen siendo escasos, a veces reúnen para el pasaje, alojamiento y alimentos. Ellos son parte de los migrantes de paso, tal vez los con mayores privaciones y más vulnerables, al no contar una ayuda institucional y menos estatal.
"Muchas veces no alcanzan nuestros ingresos, pero siempre priorizamos la alimentación de nuestro bebé, aunque nosotros podemos estar sin comer todo el día”, dice Jhaire.
El objetivo principal de la familia es reunir el dinero para el pasaje hacia Uruguay, un país donde, según les dijeron, hay mucho trabajo y facilidades en el trámite migratorio.
Según información del Servicio Jesuita a Migrantes, a partir de marzo de 2020, con el inicio de las medidas restrictivas por el coronavirus, el flujo de salida de migrantes por vías regulares se detuvo y aumentaron los ingresos irregulares.
“Por falta de transporte, los migrantes llegaban a Bolivia con los pies destrozados de tanta caminata”, dice a ANF el director del Servicio Jesuita a Migrantes (SJM), P. Freddy Quilo SJ.
A esto se sumó que, por las restricciones, los comedores cerraron, los albergues dejaron de recibir a más personas, ciertas ayudas humanitarias se paralizaron y algunos trámites de regularización se pospusieron o cancelaron. El efecto fue severo.
“Ser migrante forzado se ha convertido en un drama y con la pandemia se ha duplicado su dolor”, dice Quilo, que junto al SJM ofrece a los migrantes alimentación, asesoramiento legal y albergue.
“En el perfil del migrante está presente el deseo de llegar a Chile y se ha convertido en una situación que nosotros solo apoyamos con lo que podemos y de alguna manera los acompañamos hasta la frontera con alimentación, con recursos”, indica Quilo.
Bajo el gobierno de Evo Morales -señaló la Secretaría General de la OEA para la Crisis de Migrantes y Refugiados Venezolanos en 2020-, llegaban migrantes y solicitantes de refugio venezolanos, pero fueron totalmente invisibilizados, a tal punto de que no se procesaban solicitudes de refugio de acuerdo a datos de la Comisión Nacional del Refugiado (Conare) de la gestión pasada.
En 2019, la cantidad de venezolanos solicitantes de refugio era de 405. Al 31 de diciembre de 2020, el número de solicitudes pendientes era de 157. A marzo del mismo año, la cantidad de venezolanos reconocidos como refugiados llegó a 57.
En el gobierno de Jeanine Áñez, se aprobaron decretos para dar mayor flexibilidad a los ciudadanos venezolanos en cuanto a la documentación requerida para regularizarse y permanecer en el territorio boliviano; entre ellos, la liberación del pago de multa por el ingreso irregular al país y el reconocimiento de la identidad de los niños mediante la presentación de documentos supletorios como una fotocopia simple de su certificado de nacimiento o el documento vencido.
Las condiciones climáticas de la región en la frontera con Chile son “extremas”, con temperaturas que llegan hasta los -7 grados centígrados, lo que agrava el drama de los migrantes. La crisis humanitaria en la frontera entre Bolivia y Chile se visibilizó el 3 de febrero cuando se supo de la muerte de dos migrantes en Colchane. Aparentemente, la causa de los decesos fue las bajas temperaturas en la región. El pasado 2 de julio se sumó a esta desgracia una mujer de 72 años, en la misma comuna chilena. La mujer iba acompañada de su yerno y de un conocido de la familia.
Así como la familia de Jhaire, cientos de migrantes venezolanos llegan a territorio nacional en busca de mejores oportunidades para su familia o para conseguir algo de dinero para seguir su destino, pero la pandemia ha rezagado sus sueños y deben enfrentar desafíos económicos y laborales.
La falta de políticas públicas a favor de los migrantes agrava el drama en el país, hay venezolanos que están hace siete meses y no pueden regularizar trámites migratorios o no reciben un apoyo básico de parte del gobierno.
Apuntes sobre la temática
Sin casa
Sin dinero para el alojamiento, muchas veces tienen que dormir en la calle, protegidos solo por plásticos y cartones.
Trabajo
Muchos migrantes tienen niños pequeños con los cuales trabajan en las calles pese al peligro de la pandemia
Desconfianza
La mayoría de la población boliviana prefiere no contratar migrantes por temor y desconfianza.