Basado en el escrito de René Aguilera Fierro
Santa Anita: Las nostalgias del “trueque” y su origen en Tarija
El día de la fiesta, el 26 de julio era una verdadera algarabía en la población, chicos y grandes eran llevados por la curiosidad; motivados por la participación masiva, los niños intervenían en el canje como sana distracción



El trueque fue una modalidad corriente en Europa e implantada en América. En Bolivia se la practicaba en los tambos o mercados e incluso en forma doméstica. Consistía en el canje de unos productos por otros, valorados por su utilidad y costo de elaboración y producción, el sistema suplía el dinero.
Escribe René Aguilera Fierro que como anécdota, hasta la década del año 1950, eran válidos los billetes cortados por la mitad como moneda de transacción. A partir de aquella primera experiencia, en los subsiguientes años en ocasión de celebrarse el aniversario de creación del Colegio “Santa Ana”, se repetían estos juegos escolares con inusitado colorido e interés, progresivamente los bazares se ampliaron a mayores ofertas.
Para el efecto jugó un rol importante la creatividad e imaginación de los niños, así como la voluntad de los padres de familia en cooperar, esto permitiría extenderse a mayor cantidad de alumnos. Estas celebraciones eran todo un acontecimiento para la población infantil y juvenil, ya que durante estos festejos podían asistir visitantes externos, los que implícitamente se convertían en parte del juego.
Esta interesante actividad, según Aguilera Fierro, motivó a los niños a instalar en sus domicilios sus propios bazares a fin de alternar y distraerse con los amigos del barrio, luego fueron emulados por otros niños y finalmente resultó que la Fiesta de Santa Anita se había extendido por los cuatro barrios de la ciudad, siempre alentados por niños y padres de familia.
De acuerdo al escritor, el año 1892, por iniciativa de los vecinos de la Calle Cochabamba, conocida por aquel entonces como Calle Ancha, apelativo que aún se conserva en ciertos sectores de la población y en la historia de la ciudad, los vecinos levantaron frente a la Capilla de San Roque, los primeros puestos de miniaturas, coadyuvando con sus hijos en la elaboración, fabricación y venta mediante el juego.
La modalidad era la misma, los botones de conchas se los llamaba simplemente “Conchitas” y la festividad “Santa Anita” en alusión a las cosas y objetos pequeños que se vendían. Éste fue un acontecimiento novedoso para el barrio y la ciudad. Con el transcurso del tiempo se fueron destacando artesanos y personas hábiles en la fabricación en miniatura, tales como muebles, camioncitos, autitos, masitas, dulces, ancucos, empanadas, aros para rodar, trompos, sellos, bolillas de arcilla y otros.
El día 25 de Julio era un adelanto a la festividad, los niños adornaban las calles con sus surtidas “ventas”, en las transacciones no había lucro ni comercio, la compensación estaba en la alegría y la emoción de adquirir, canjear y hacer alarde de tenencia de mayor cantidad de “conchitas”.
El día de la fiesta, el 26 de julio era una verdadera algarabía en la población, chicos y grandes eran llevados por la curiosidad; motivados por la participación masiva, los niños intervenían en el canje como sana distracción. Tiempo después, la ubicación de los bazares se trasladó detrás de la iglesia abarcando la Calle Cochabamba entre las calles Campero y General Trigo, mientras que la explanada se convertía en Plaza “Narciso Campero”, adyacente a la Plaza de Toros.
De acuerdo a Aguilera Fierro los botones de conchas eran adquiridos en el comercio por cantidad y servían de moneda oficial en la Fiesta de Santa Anita, pasada la celebración, los depositarios guardaban los botones para el año siguiente. Pero estos festejos decayeron durante la Guerra del Chaco y cuando menos se esperaba, los canjes se efectuaban por dinero, modalidad que se fue imponiendo a través del tiempo.
En el año 1892 fue muy importante para la cultura chapaca, puesto que a partir de agosto, las calles de Tarija daban cabida por primera vez a la agrupación de “Los Chunchos” de San Roque.
Con el objeto de rescatar la tradición oral, el escritor indagó sobre algunos protagonistas de la época que por su edad, el tiempo y participación continua, se habían convertido en testimonio viviente de la otrora festividad de Santa Anita.
Reunidos los relatos Aguilera Fierro conformó un valioso caudal de información del pasado. Entre los personajes tenemos a la señora Bernarda Uriona de Gallardo que a sus 86 años, aún recordaba los pormenores de la Fiesta de Santa Anita, el trueque de “conchitas” por juguetes, comidas y masitas, así también estuvo el Carpintero Lorenzo Castillo que fabricaba mesas, roperos y camiones en miniatura; la señora Francisca Zárate de Molina, más conocida como doña “Panchita”, que en el año 1987 mediaba los 90 años de edad, y con toda lucidez se refería a los trueques que se realizaban en la plaza Campero.
Por entonces se trataba de una explanada vacía, frente a la “Capilla” de San Roque, allí doña Panchita deleitaba a niños y grandes con variedad de masitas. En este mosaico de personas que contribuyeron con su esfuerzo al engrandecimiento de la festividad, se encontraba doña Jacoba Panique y Eleuteria Espíndola con sus riquísimas alojas, Luisa Herrera con sus célebres saquitos de arroz, fideos, yerba, azúcar, harina y cestos de variados productos a la manera de Santa Anita.
También se recuerda a las señoras Mercedes Camacho y Atanasia Salinas con sus virques de Chicha que expendían en pequeños mates. La señora Lola Sánchez tenía la especialidad de elaborar una variedad de ricos panecillos, eran los primeros en terminarse en el canje. “Este recordatorio es un homenaje a tantos ciudadanos anónimos que hicieron posible esta fiesta, particularmente, aquellos campesinos que llegaban hasta la plaza Campero con sus productos, como ser yacones, ajipas, coime, artesanías consistentes en platos y ollitas de barro, hoy se las conoce cómo de arcilla”, explica el escritor.
Cuenta que las casas comerciales de Tarija, con mucha anticipación se proveían de “conchitas”, en realidad los Botones de Concha, era parte de los productos importados. Estas tiendas pertenecían a los señores: Juan y Moisés Navajas, José Zamora, Juan de Dios Trigo, Ludovina Navajas, Carlos Blacutt y otros comerciantes que no lucraban con este accesorio de sastrería, más al contrario, eran objetos que se expendían a muy bajo costo.
“El burgomaestre, don Isaac Attie, abanderado por su laboriosidad, voluntad y entrega a Tarija, contribuyó en gran medida al desarrollo urbanístico y arquitectónico de la ciudad, así lo testimonian sus obras, es digno ponderar su grande amor que le profesó a la tierra chapaca. Entre otras labores que le tocó desempeñar estuvo la de colaborar para que pudiera crecer la Fiesta de Santa Anita, dispuso que se dieran las mejores condiciones para la celebración de los festejos anuales; lo había hecho antes y lo hacía en momentos cuando la patria se debatía en una guerra injusta con el Paraguay”.
El crecimiento de la festividad
Por aquella época la ciudad era muy pequeña, sus linderos promediaban entre la Loma de San Juan y el parque Bolívar, La calle Ancha y el Río Guadalquivir, las oficinas públicas y privadas eran incipientes, por lo que jamás se pensó en el horario continuo, razón por la que la gente acudía en horas de la tarde a la calle Ancha, posteriormente se fueron extendiendo los puestos de ventas sobre la calle Cochabamba. El año 1967, causó un gran suceso cuando la Fiesta de Santa Anita creció repentinamente, iba de la Calle Campero a la Calle Daniel Campos, eran tres cuadras de stand con artesanías tarijeñas, las casas de la zona expendían chicha y comidas típicas.
Para entonces las “conchitas” eran sólo un recuerdo. A fines de década de 1970, se fueron asentando visitantes de otros lugares, principalmente de la ciudad de La paz, traían consigo las experiencias de la Feria de Alasitas, expendían juguetes de madera, paja, textiles de lana, plomo y latones, escasamente algunas alcancías de yeso con formas de animales.
Pero a medida que fueron pasando los años, se fueron sumando en el año 1985 personas con rifas, bazares, sahumerios y plásticos. El mundo había cambiado radicalmente, la tecnología y la industria ofrecían productos novedosos, el latón, la madera, la cerámica ya no contaban.
“La población tarijeña había crecido y por lo tanto, el público se daba cita en gran cantidad a la calle Cochabamba, la tradición había adoptado a la Fiesta de Santa Anita como festividad departamental, su influencia había llegado a las provincias y cantones, por lo que fue menester que la Prefectura del Departamento emitiese anualmente resoluciones declarando el 26 de julio como día de trabajo con Horario Continuo, es decir hasta las 13:00 horas, beneficiando así con la tarde libre a los empleados de la administración pública”, recuerda Aguilera Fierro.
Agrega que a partir de 1985 se recibe el apoyo incondicional de Oscar Zamora Medinacelli, quien cooperó a los organizadores, primero como Senador y luego como Alcalde Municipal, se preocupó por cada uno de los detalles a fin de mostrar a propios y extraños el valor de la cultura chapaca, se mejoraron los stands de exposición, instituyó incentivos a los mejores artesanos, se reconoció a antiguos cultores de la Fiesta de Santa Anita, se entregó certificados de participación a todos los expositores, facilitó los trámites, proporcionó altoparlantes para informar a los visitantes y amenizar la festividad, dispuso además de agentes policiales municipales a fin de salvaguardar la integridad de las personas y sus bienes.
En el año 1991, se pudo apreciar la entereza que pusieron los organizadores de la Fiesta de Santa Anita, razón por la que resultó un éxito. En el año 1992, la efervescencia comercial fue notable en la Calle Cochabamba, pero para el año 1995, los stand se habían extendió desde la calle “Alcides d¨Orbigny” hasta la calle “Suipacha”, además de abarcar algunos puestos sobre las bocacalles adyacentes.
A partir de 1997, la antigua calle Ancha estaba completamente abarrotada de stands, que se disponían desde la prolongación de la Calle Ballivián hasta el recodo que da al Club de Tenis, este último sector dedicado a las calesitas, adivinadores del destino y una variedad de juegos de azar y tiro al blanco. Sobre la Avenida Potosí, hacia el Cine “Avenida” y hacia la puerta del propio Club de Tenis, se habían instalado puestos de comidas y sándwich al paso.
La fiesta de Santa Anita se había convertido implícitamente en una Gran Feria, las “Conchitas” quedaban en el recuerdo de las personas mayores y en el relato para las nuevas generaciones, el comercio se había generalizado, con la presencia de los mercaderes de la ciudad de La Paz y Oruro.
En el año 2001, el Concejo Municipal, declara la festividad como “Fiesta de los Niños”, al año siguiente, es aprobado por Ordenanza Municipal un Reglamento especial que rige la instalación de stand y el expendio de juguetes en la Fiesta de Santa Anita.
En los últimos años esta fiesta se ha visto afectada por la pandemia de Covid-19, motivo por el cual se han prohibido las concentraciones. Actualmente las actividades se han trasladado a las redes sociales, aunque en algunos lugares como el mercado Central se han instalado algunos puestitos de comida en miniatura.