Los bolivianos también dan cátedra de medicina en Cuba
Los dos bolivianos, testigos del huracán Gustav en Cuba
La orden fue meterse a un cuarto de cuatro metros de ancho por seis de largo. Ahí, ingresaron 180 estudiantes parados, todos amontonados. Era la bodega donde guardaban alimentos. El huracán alcanzó una velocidad de 230 kilómetros por hora



Esa noche de agosto empezó a llover como a las 11, el aguacero acompañado de vientos no cesó hasta el siguiente día. Cuando el huracán Gustav comenzó a desatar su furia escucharon que las ventanas se golpeaban y los vidrios se rompían, eran las habitaciones donde vivían Ailih y Abdón, dos estudiantes bolivianos que estaban en Cuba cuando sucedió uno de los fenómenos más devastadores del año 2008.
Ellos vivían en la Isla de la Juventud de aquel país caribeño. Ya habían escuchado por la televisión que iba a llegar el huracán Gustav con categoría cinco, pero nunca antes vivieron un fenómeno de ese tipo, pues en su natal Bolivia mediterránea, no se experimenta esas cosas que son frecuentes en naciones costeras.
El viento había volteado los aparatos de aire acondicionado del lugar donde residían, inmediatamente escucharon la orden de meterse a un cuarto de cuatro metros de ancho por seis de largo. Ahí, ingresaron 180 estudiantes parados, todos amontonados. Era la bodega donde se guardaban alimentos y víveres que se usaban para la comida de los estudiantes.
Después que el ojo del huracán pasó por esa isla, les permitieron salir a estirar las piernas por unos cuantos minutos, luego volvieron a entrar porque ese fenómeno natural nuevamente empezó a penetrar la isla con intensidad. Los vientos alcanzaron los 230 kilómetros por hora en aquella ocasión, según reportaron los medios de prensa de ese país.
Ailih y Abdón recuerdan que en esa ocasión tuvieron que dormir sentados en las sillas del aula donde estudiaban, con los pies bajo el agua, pues se habían inundado algunas zonas a causa del huracán. Al otro día, cuando despertaron a las cinco de la mañana, vieron un paisaje similar a la escena de una película, que ellos la comparan con la Guerra de las Galaxias. Todo estaba destruido con las palmeras caídas.
Ambos salieron de Bolivia a Cuba en el año 2006 para estudiar medicina, nunca imaginaron que iban a vivenciar ese fenómeno que ahora lo recuerdan entre risas. Pero cuando ocurrió el hecho, fueron momentos de angustia y desesperación.
Cuando llegaron al país caribeño, se encontraron con estudiantes de 15 países y se instalaron en la Habana, las primeras semanas fueron para adaptarse, para no extrañar su tierra natal, para entender cómo funciona Cuba, su cultura, gastronomía, la moneda oficial, entre otros detalles.
Una vez terminado ese primer programa, los dividieron por grupos para diferentes escuelas de formación académica profesional, 300 estudiantes en cada uno. A ellos les tocó una escuela que queda en la Isla de la Juventud.
Ailih dice que toda la carrera dura seis años y si se quiere hacer una especialidad son otros tres o cinco años más, el tiempo varía de acuerdo al área que se elija. Al terminar el año escolar en julio, tenían un periodo de vacación. En ese mes podían ir de visita a Bolivia si es que sus padres les pagaban el boleto de ida y vuelta, mientras que la otra alternativa era quedarse en Cuba e ir a conocer otras provincias. En su caso, no regresó desde que se fue.
Abdón comenta que se trata de una beca completa, porque les garantizaron los estudios, la vivienda en un internado, la alimentación todos los días, un estipendio de 100 pesos cubanos por mes y también productos para aseo personal.
Al empezar el semestre les entregaban libros bajo lista, terminado ese periodo académico había que devolverlos para que los usen otros. Aparte, en la residencia donde vivían habilitaron salas de lectura, también había ambientes con computadoras que se podían usar cualquier hora del día, pero había páginas restringidas y solo estaban disponibles aquellas que tienen contenidos académicos.
En la habitación donde vivían se tenía uno o dos teléfonos fijos, donde rara vez les llegaba una llamada de algún familiar, llamar desde Cuba hacia Bolivia les salía caro, el dinero no les alcanzaba para darse ese lujo, el que podía y tenía dinero, podía tener un celular, que no era el caso de ellos dos. Es por eso que lo más difícil fue la separación de sus familiares.
Abdón recuerda que los dos primeros años les dieron bastante teoría. A partir del tercer año les distribuyeron para hacer prácticas en los hospitales cercanos que existían. Todos los días tenían que pasar conferencias en los nosocomios, hacer la práctica, comprender la medicina, revisar las historias clínicas, ver cómo sus docentes aplicaban los tratamientos porque cada semana les tomaban exámenes. Eso también implicaba que se queden de guardia médica.
En uno de esos hospitales se toparon con un docente boliviano, quien había abandonado el país cuando estaba en marcha el Plan Cóndor, en época de la dictadura. No podían creer que encontraron un paisano, aunque lo recuerdan como muy estricto.
En la isla el promedio mínimo para aprobar las materias era tres, tener cuatro significaba un bien y cinco un muy bien. En caso que algún becado se aplazaba, se le quitaba la beca. En el sistema educativo cubano no existe el reforzamiento, porque no hay justificación para que un estudiante repruebe, ya que no trabajan, no hacen su comida y algunos hasta hacían lavar su ropa.
Ailih luego de graduarse como médico general, se quedó otro par de años para su especialidad, mientras Abdón optó por especializarse en traumatología en Moscú Rusia. Él recuerda que fue un cambio radical, principalmente por el idioma y, luego, por el clima que se tiene en ese país.
Ahora, ambos coinciden en que retornar a ejercer su profesión en Bolivia es difícil, por problemas de documentación. Es por eso que varios de sus compañeros se van a otro lado, donde es más fácil la revalidación de su título.
“En Bolivia hay muchas trabas, la revalidación del título tarda mucho tiempo, uno empieza a desesperarse. Por ejemplo, en Perú tarda un mes, pero en Bolivia, ya van varios meses – comenta Abdón –. Se puede revalidar por la Universidad y mediante el Ministerio de Educación, pero el problema es que mediante la última opción el Colegio Médico no reconoce a los profesionales revalidados por el Ministerio de Educación”.
Cuando a Ailih le tocó regresar a Bolivia, en Migración no encontraban la fecha en que ingresó a ese país, luego le ofrecieron la ciudadanía cubana, pero ella optó por regresarse a su tierra natal.
Las vivencias de los estudiantes
Abdón Yanarico
Cuando ganas la beca no hay condiciones, es libre. Cada quien puede elegir dónde trabajar, no es que antes de irnos a estudiar firmamos un contrato o convenio, no hay nada de eso. Es por eso que yo pude irme a Rusia, otros están en Brasil, algunos se fueron a Perú, es libre, no te condicionan.
Ailih Durán
Lo más difícil fue alejarnos de nuestro familiar por mucho tiempo, había poca comunicación porque las llamadas costaban demasiado caras. Recibir una llamada también era un milagro. Hemos tardado unos seis meses en adaptarnos para vivir solos.
Huracán Gustav
El huracán alcanzó la Categoría 4 al mediodía del día 30 de agosto, cuando se encontraba cerca de la Isla de la Juventud. Los vientos máximos eran del orden de los 230 kilómetros por hora. El ojo del huracán comenzó a penetrar en Punta del Este aproximadamente a las 1:15 de la tarde.