El descalabro de la economía cobra factura a los trabajadores
Crisis: preocupante situación del empleo en Bolivia
A medida que la crisis económica se profundiza, los indicadores de empleo presentan niveles preocupantes. Las mujeres y los jóvenes han sido los más afectados. Urgen políticas que pongan freno a este deterioro del sector laboral



Ya se sabía que la crisis económica derivada de la covid-19 golpearía a Bolivia con bastante severidad. Los indicadores económicos del país venían desmejorando de manera sostenida desde 2015. Sin embargo, a nueve meses de iniciada la pandemia, la situación continúa empeorando y los efectos de la crisis se presentan con mayor crudeza.
La particular dinámica de la pandemia y, en especial, las medidas que han sido necesarias para paliar la crisis sanitaria han afectado significativamente al mundo del trabajo. Muchas personas, ya sea de manera parcial o total, han ‒y siguen‒ perdido sus fuentes de ingreso, lo cual tiene implicaciones importantes para la economía.
La subocupación femenina alcanzó un 20,06% durante el tercer trimestre de 2020.
Si el último trimestre del año 2019 la tasa de desocupación urbana era de 4,83%, para el tercer trimestre de este año (julio-septiembre) esta tasa ascendió hasta 10,76%, la más alta de la última década. Sin embargo, la caracterización de la situación del empleo empeora si se considera la tasa de subocupación urbana, la cual pasó de 5,12% en el último trimestre del año pasado a un exorbitante 16,65% en el tercer trimestre de este año.
Hasta ahora no se ha implementado un plan consistente para frenar esta preocupante situación. Llegado a este punto, en el que la economía comienza a dinamizar su actividad luego de meses de confinamiento total y parcial, la estrategia no puede limitarse al corto plazo ‒como la entrega de bonos‒, sino que deberá atacar el meollo del asunto: la erosión del aparato productivo nacional y la precaria situación de los trabajadores bolivianos.
La situación del empleo antes de la pandemia
La crisis sanitaria derivada de la pandemia del coronavirus encontró a Bolivia en un momento particularmente difícil. Dese el año 2013 ⎼que fue el año con el crecimiento más pronunciado de las últimas cuatro décadas (13%)⎼ la tasa de crecimiento del país tuvo una tendencia a la baja, alcanzando poco más de 4% en el año 2018. La disminución del precio internacional de las materias primas y los conflictos sociales que se suscitaron luego de las elecciones de octubre, hicieron que el país creciera tan solo 2,7% en 2019. El crecimiento más bajo desde el año 2003.
Se deduce de lo anterior que esta desaceleración económica tendría implicaciones sobre el nivel de empleo de la economía boliviana. En una reciente exposición en la Cátedra Marcelo Quiroga Santa Cruz de la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA), el investigador del Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral y Agrario (CEDLA), Bruno Rojas Callejas, señaló lo siguiente:
“Desde 2015 la tasa de desempleo abierto se vino incrementando paulatinamente, en una situación donde el crecimiento económico […] iba cayendo paulatinamente también. Esto es lo que se llama desaceleración, o los economistas le dan un nombre más difícil: ralentización. [La economía] se ralentiza, se hace más lenta y al final va cayendo. De [ese momento] al 2019, al cuarto trimestre, la tasa de desempleo cerró al 4,8% y, en general, en ese año hubo un 5% de tasa de desempleo. […] Al primer bimestre de este año 2020, la tasa de desempleo fue de 5,15%… sin pandemia”.
Es decir, si el año 2016 la tasa de desocupación urbana fue en promedio 4,69%, para el 2019 la misma se incrementó hasta alcanzar 5,01%. Como señala Rojas, la situación laboral del país ya presentaba problemas antes de la pandemia.
Empero, junto a lo anterior, vale la pena recalcar que gran parte de los empleos del país se inscribían en una lógica de precariedad. El mejor indicador de ello es el porcentaje de los trabajadores que pertenecen al sector informal. Según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD):
“La ausencia de cambio de la matriz económica productiva provoca […] que un gran contingente de la población continúe inserto en trabajos precarios de baja productividad y calidad en el sector informal de la economía, que en 2019 ascendía a 76.2% a nivel nacional y a 67.2% solo en el área urbana”. Es decir, casi 7 de cada 10 bolivianos que hacen parte de la población ocupada en las ciudades, realiza su actividad económica al margen del marco de seguridad laboral.
Entonces, entre un empleo de mala calidad y una tendencia al alza del nivel de desempleo en los últimos años, la situación era ya preocupante.
¿Cómo está afectando la pandemia al empleo?
Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), la situación laboral a nivel mundial es crítica. “El cierre de lugares de trabajo sigue afectando adversamente a los mercados de trabajo de todo el mundo, lo que redunda en una cantidad de horas de trabajo perdidas superior a la prevista […]. Las previsiones para el cuarto trimestre del año ponen de manifiesto una situación más desfavorable que la que se esperaba. Con arreglo al caso hipotético de referencia, se prevé que la pérdida de horas de trabajo sea del 8,6 por ciento, a saber, 245 millones de empleos equivalentes a tiempo completo”.
Lo anterior ha significado una gran pérdida de ingresos que provienen de las actividades laborales. Se estima que las mismas, a lo largo de los tres primeros trimestres del presente año, ascendieron a 3,5 billones de dólares. Lo que equivale al 5,5% del PIB mundial de los tres primeros trimestres de este 2020.
En el caso de la región, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), proyecta un aumento de la tasa de desocupación de al menos 3,4 puntos porcentuales, hasta alcanzar una 11,5%, lo que equivale a más de 11,5 millones de nuevos desempleados. De profundizarse la contracción económica, la situación podría ser aún mucho peor.
Ahora bien, en el caso concreto de Bolivia la problemática ha adquirido matices propios como consecuencia del contexto referido anteriormente. Desde el mes de marzo, cuando la pandemia hizo aguas en el país, la situación del mundo del trabajo comenzó a deteriorarse de manera pronunciada.
Si para el cuarto trimestre de 2019 la tasa de desocupación urbana promedio ascendía a 4,83%, esta mantendría una tendencia creciente en los siguientes meses. Para el primer trimestre de 2020 ascendió hasta alcanzar los 5,84%, para el segundo trimestre siguió aumentando y alcanzó un 8,36% y para el tercer trimestre llegó a un 10,76%. Es decir, se puede afirmar que en las ciudades bolivianas en estos días hay el doble de desocupados que a inicios de año.
En términos absolutos lo anterior significa que si durante el último trimestre del pasado año el número de desocupados alcanzó un promedio mensual de 191.171, para el tercer trimestre de este año ese promedio mensual ascendió a 407.129. Es decir, más de 200 mil personas quedaron sin ninguna fuente de ingresos.
Pero los indicadores que más preocupan son los que tienen que ver con la “subocupación”. Según la definición del Instituto Nacional de Estadística (INE) son las “personas que trabajan menos de un umbral de horas a la semana (40 horas), desean trabajar y están disponibles”.
En otras palabras, la subocupación implica a todas aquellas personas que si bien tienen ingresos, estos no les son suficientes, por lo que quisieran trabajar más horas (o cambiar de empleo). En este grupo se puede catalogar a gran parte del sector informal, incluidas muchas de las personas que en los últimos meses perdieron su fuente laboral, pero que realizan alguna actividad económica que deriva en ciertos ingresos.
En este sentido, la tasa de subocupación pasó de representar en promedio mensual 5,12% en el último trimestre del pasado año a 16,65% en el en tercer trimestre de este año. Entonces, si se considera que la Población Económica Activa (PEA) fue de 3,8 millones de personas para el tercer trimestre de 2020, tenemos que más de 627 mil personas en el país no están pudiendo subsistir con los trabajos que actualmente tienen, lo que los lleva a buscar otras fuentes de empleo, muchas veces en situación de gran precariedad.
Sin embargo, como señala Rojas, “información sobre esta problemática del subempleo o del desempleo oculto es lo que nos falta. Bolivia [...] avanzó muy poco en la medición de este otro tipo de desempleo, que es el más preocupante”.
Los jóvenes y las mujeres hacen parte del segmento más afectado
Tanto las trabajadoras mujeres, así como el sector de los trabajadores más jóvenes, pertenecen ‒desde antes de la pandemia‒ al segmento más precarizado y vulnerable del mundo del trabajo boliviano. En los últimos meses la situación no ha hecho más que empeorar.
En el caso de las mujeres, es llamativo como las tasas de desocupación y subocupación son siempre más elevadas que las que corresponden a los varones. En el caso de la tasa de desocupación femenina urbana, esta se incrementó de 5,09% en el último trimestre del pasado año a 11,28% en el tercer trimestre de 2020; un punto porcentual por encima que la tasa de desocupación masculina.
Pero el caso de la subocupación femenina urbana es mucho peor. Si para el cuarto trimestre del pasado año esta alcanzó un 6,6%, en el tercer trimestre de este año se disparó hasta alcanzar un 20,06%. Lo que significa una tasa de subocupación que está seis puntos porcentuales por encima de la masculina.
En el caso de los jóvenes, el investigador Rojas señala que según datos del INE “en julio de este año, entre [los jóvenes de] 14 y 23 años, 45 mil habían perdido sus empleos, y un total de 140 mil quedaron inactivos. Desalentados, frustrados o, en parte, esperando que la pandemia pase. Entre los 14 y 28 años de edad, 111 mil quedaron sin trabajo y 200 mil entre desocupados e inactivos. En agosto ‒esto es interesante‒ los desocupados jóvenes de 14 a 24 años sumaron 56 mil y en total 136 mil entre cesantes e inactivos”.
En julio de este año y pese a que gran parte de las medidas de confinamiento ya se habían levantado, los jóvenes trabajadores continuaban siendo el grupo más afectado por la pérdida de empleos. Con todo, de lo anterior se puede deducir que ser mujer joven en este contexto de pandemia, implica pertenecer al segmento más precarizado de los trabajadores bolivianos.
Urgen políticas laborales consistentes
La crisis económica derivada de la covid-19 ha puesto de manifiesto la difícil situación laboral en el país. Para ello es fundamental implementar políticas consistentes que permitan resguardar fuentes de empleo, a la vez que garanticen su calidad, en especial para los segmentos más precarizados.