Tarija de antaño
Los restaurantes, bares y hoteles de la antigua Tarija
En cuanto a bares, los más conocidos fueron la “Cervecería Gambrinus” de don Adolfo Schnor y el Bar París que se situó en la esquina de la plaza Luis de Fuentes y que perteneció a varios dueños



Los hoteles y restaurantes en Tarija siempre jugaron un papel fundamental, pues fueron centros de reunión cruciales para el buen goce del compartir entre amigos y familia. De acuerdo al escritor Agustín Morales Durán hasta antes del año 1932 pocos fueron los hoteles con los que contaba Tarija, siendo los principales: el Plaza Hotel de don Elías Dorakis, que después de la Guerra del Chaco hizo construir al frente un moderno establecimiento hotelero con el nombre “Atenas”.
Luego está el Hotel América de don Alejandro Torrejón y el Hotel Tarija de un señor Lema; pero con motivo de la campaña y para satisfacer el intenso movimiento de gente transitoria se abrieron varios otros, pudiendo citar entre ellos: el Hotel “Sibarita” perteneciente a un argentino Tobías Serrano, el Hotel “Savoy” del señor Humberto Velasco, ambos ubicados en la plaza Luis de Fuentes.
Pero también estuvieron el hotel “Torino” ubicado en la calle General Trigo y que pertenecía a un árabe de apellido Sare; otro hotel lo abrió don Néstor Martínez con el nombre Hotel “Central” y así varios otros pequeños en diferentes zonas de la ciudad.
En cuanto a Bares, los más conocidos fueron la “Cervecería Gambrinus” de don Adolfo Schnor; el Bar París que se situó en la esquina de la plaza Luis de Fuentes y que perteneció a varios dueños. Al frente se instaló un acreditado Bar-Restaurant con el nombre “Guadalquivir”, estaba puntualmente ubicado en la esquina General Trigo-Ingavi, allí funcionó hasta que derrumbaron la casa, se hizo mucha fama por los platos que servía.
Todos estos establecimientos céntricos servían los afamados Chops de la entonces buena cerveza tarijeña, o sea que no había necesidad de traer cerveza de otros lugares, porque en la misma ciudad los alemanes Mayer y Cía acreditaron su producto con el nombre Baviera, dándole prestigio y renombre.
Los alemanes Mayer y Cía acreditaron su cerveza con mucho renombre
Las confiterías
Morales detalla que las principales confiterías- heladerías fueron: la de la Plaza Hotel que se esmeraba en pastelería, helados, refrescos y daba dancings dominicales, donde se reunía la juventud. Esto era como fiestas cortas donde no circulaban bebidas alcohólicas.
Pero también existían las confiterías “La Perla” de un tal Torrez que le decían “Kente”, allí también se atendía con exquisitas golosinas anexas. Ésta estuvo situada primero en la calle General Trigo y luego se trasladó a la esquina de la Plaza; en la misma cuadra, pero a media cuadra estaba la Heladería y Confitería “La Polar” de un señor Maldonado, especializada en ricos helados, pasteles y todo lo relacionado.
Para no citar sino a las principales, en la calle Potosí existió la acreditada heladería “La Giralda” de la señora Gertrudis Mogro de Camponovo. En la calle Bolívar se instaló una buena confitería atendida por su propietaria la señora viuda de Reese.
De esta manera, los pequeños negocios para la provisión diaria de pan, azúcar, café y golosinas fueron muy conocidos y “mentados”, ya sea debido a su propietario o por la especialidad de ciertos manjares.
Las tiendas de barrio
Pero no solo los hoteles y los restaurantes matizaban a la bella Tarija. La tradición oral da cuenta que en la zona central existieron tiendas que constituyeron algo así como una imprescindible institución porque vendían lo más indispensable para el desayuno o el diario vivir.
Pero más importantes resultaban para los pequeños porque para ellos eran verdaderos emporios de dulces y golosinas. Según escribe Agustín Morales Durán entre las más antiguas estuvieron las tiendas de doña María Oliva, situada en la esquina Campero-15 de Abril.
Más aún, las más afamadas por su central ubicación y variedad de provisiones estaban en la primera cuadra de La Matriz y eran las tiendas de doña Clotilde Galarza, que tenía por especialidad ricas hojarascas, bollos “ubaldinos”, además de otras reposterías.
Al frente estaba la confitería de La familia Delgadillo, famosísima por sus riquísimos y enormes confites; a los que les decían “las vuelan-vuelan”, posiblemente porque cuando se preguntaba por esos exquisitos manjares -que con solo uno se llenaba la boca- la respuesta que se recibía era “ya no hay, vuelan, vuelan”.
Más allá estaba la tienda de doña Mericia siempre repleta de pan fresco y su deliciosa especialidad como eran las “butifarras”, el enrollado y el queso de chancho. También estaba la bodega de la familia Trigo, que después se convirtió en la tienda de doña Perfecta, donde no faltaban los ricos ancucos y otras delicias para los pequeños.
Un poco más distante y frente a la iglesia San Francisco estaban las tiendas de las hermanas Maddalleno, cuya especialidad fueron las “tablillas” de leche que las hacían ellas mismas y sabían a manjar.
En la esquina Potosí-Sucre existió durante muchos años una tienda de mucha fama por la abundancia de cositas dulces como “panales”, chupetes, confites, etc., y que fue conocida como la “tienda de las surtidas”.
Sumado a esto estaban en las esquinas de las plazuelas Sucre y del Molino tiendas que tenían de todo. Así en otras calles y barrios había negocios o tiendas que se convertían en algo peculiar para el vecindario, sea porque se vendían ricos bollos, agradable aloja o ciertas especialidades que no se encontraban en otros comercios.
Lo indispensable
La tradición oral da cuenta que en la zona central existieron tiendas que constituyeron algo así como una imprescindible institución porque vendían lo más indispensable para el desayuno o el diario vivir.
Bares
En cuanto a Bares, los más conocidos fueron la “Cervecería Gambrinus” de don Adolfo Schnor; el Bar París que se situó en la esquina de la plaza Luis de Fuentes y que perteneció a varios dueños
Especialidades
Los pequeños negocios para la provisión diaria de pan, azúcar, café y golosinas fueron muy conocidos y “mentados”, ya sea debido a su propietario o por la especialidad de ciertos manjares.